Méndez Guédez: El Atlas de literatura latinoamericana es una lectura alternativa del pasado #7Abr

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Por: Violeta Villar / www.lawebdelasalud.com

Invitado a participar en el Atlas de literatura latinoamericana (editorial Nórdica) que acaba de editar la autora argentina Clara Obligado, el escritor venezolano Juan Carlos Méndez Guédez (Barquisimeto, 1967) celebra la responsabilidad con una expresión que es un todo: Estoy feliz.

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Y este estar feliz no es para menos: Obligado ha escogido a algunos “de los mejores narradores latinoamericanos del momento”, y él es uno de los escogidos, para que a su vez estos escritores seleccionados, presenten a sus maestros o maestras y se haga visible la rica tradición literaria latinoamericana “que con demasiada frecuencia se desconoce en España y en las naciones vecinas”, se advierte en la presentación de la obra, ilustrada por Agustín Comotto, con una invitación “a descubrir autores inolvidables”.

Esta noticia que es una alegría compartida por Méndez Guédez, por sus amigos, por quienes están detrás de este Atlas de la geografía de la palabra y los escritores de uno y otro continente, es una excelente razón para provocar otras preguntas, mejores respuestas y un diálogo que es siempre un tributo a la palabra y a la memoria.

La lectura alternativa del pasado

-¿Estar en el Atlas de literatura latinoamericana, editado por la escritora argentina Clara Obligado, compromete todavía más a la escritura a seguir escribiéndose y escribiendo? ¿Cuál fue el camino para llegar hasta aquí?

-Ese proyecto de Clara Obligado es precioso porque ella ha querido que cincuenta autores del presente rescatemos la obra de cincuenta excelentes autores del pasado que quizá no figuraban de manera nítida en los panoramas literarios al uso.

En mi caso, feliz de esta oportunidad que se me daba, escribí un texto sobre la poeta Elizabeth Schön  (Caracas, 1921–2007, poeta, dramaturga y ensayista). Su obra poética es vasta y prolífica, autora maravillosa, que movía su escritura en los mundos más inmediatos y en los mundos de la espiritualidad.

Schön, aparte de una poesía llena de hermosos misterios, de verbalidades impredecibles, es autora de un precioso libro de prosas: El abuelo, la cesta y el mar, que es una verdadera joya: profundidad, sencillez, mirada sobre el mundo de la intimidad y la sabiduría.

Sé también que en el Atlas Abad Faciolince dedica su texto a Fernando Molano, que Lina Meruane fija su mirada en Marta Brunet, que Antonio Ortuño habla de Jorge Ibargüengoitia, por ejemplo. Porque en mi opinión lo más interesante de este proyecto es esa lectura alternativa del pasado que allí se realiza, a partir de grandes obras que todavía están esperando por más lectores.

“El volumen, una edición de tapa dura con ilustraciones que la recorren, partió de una premisa contundente: “Quitar del primer plano a la generación del bum”, sintetiza Obligado, para quien, aunque a priori tales omisiones puedan sonar a “barbaridad”, esos nombres obvios y los de otros clásicos “aparecen y reaparecen, porque se dialoga y se discute con ellos”. Borges no tiene una entrada en el Atlas y, sin embargo, “Borges es la primera palabra de mi prólogo”, ejemplifica la autora de Todo lo que crece”, escribe Raquel Garzón en una reseña del libro para el diario El País.

“Lo ha subtitulado como arquitectura inestable para señalar que este atlas anticanónico no es algo fijo, que no cierra una etapa y que bien podría incluir estos autores y autoras como podrían haber sido otros y otras, pero había una premisa de partida: no incluir a los autores del canon”, explicará por su parte Elena Cabrera para Eldiario.es

En el Atlas, entre otros autores, Andrés Neuman, escribe sobre Roberto Bolaño, Mariana Enríquez sobre Silvina Ocampo y Ana María Shua sobre Augusto Monterroso

Los libros que son el mismo libro

Cuatro sustantivos o adjetivos (según como se les mire) que acompañan, en cierta manera a los escritores seleccionados como autores del Atlas y, a quienes allí son retratados (de dónde eres y a dónde llegas), resumen una certeza de ser y estar en varios modos en la vida. La voz de Méndez Guédez, responde a la pregunta siguiente que ayuda a definir este otro atlas: el del alma que a todos recorre. Pregunta, entonces:

¿Escritor venezolano, español, migrante o latinoamericano?

-Yo diría que las cuatro. Me gusta incorporar, no perder. Me gusta sumar capas. La escritura pretende siempre incorporar discursos, imágenes, anécdotas; enriquecer la vida desde la vida misma y de sus distintas mutaciones. Dentro de ese juego de identidades que permite lo verbal, me gusta pensar que mi persona también tiene todas esas definiciones que trae tu pregunta.

-¿El libro más querido y el menos deseado?

-El libro es un objeto vinculado a una cierta magia personal. Es un objeto, pero también es una memoria. Así que todos los libros a veces son el mismo libro. Esa exaltación que tuve de niño leyendo un volumen llamado Oros Viejos; o la felicidad al leer en una playa Setecientas palmeras plantadas en el mismo lugar; o una lejana tarde de viernes en Caracas descubriendo con asombro que el mundo estaba mejor escrito en los versos de Eugenio Montejo.

El libro más querido es la suma de todos esos libros y tiempos.

El libro menos deseado es el último. El último por leer, el último por escribir. Por suerte lo desconocemos, así que seguimos avanzando a ciegas por los libros, viviendo la ilusión de eternidad que nos producen.


-Llegar hasta aquí, y formar parte del Atlas como un autor de referencia, es parte de un largo camino recorrido. ¿Por qué las letras y por qué no, por ejemplo, la Medicina o el Derecho?

-De niño tuve la fantasía de ser médico, también la de ser materia de espiritismo marialioncero, beisbolista, cantante, sacerdote, violinista. El caso es que descubrí que en la escritura, de alguna manera, podría ser todo eso, visitar esas vidas, ser ellas por instantes. Asomarse a sus esplendores y también a sus abismos; pues como aproximadamente dicen unos versos de Arráiz Lucca“Solo te visito infierno si sé que soy capaz de poder dejarte”.

Escribir es mi modo de respirar cada día. Así que la elección es respirar, lo fue y lo será siempre.

La claridad de escribir

-¿Alguna vez hubo dudas sobre ser escritor o fue una decisión muy clara desde el día de ese encuentro con el destino que definimos en voz alta o, a veces, en voz baja?

-Había una claridad: escribir. Lo de ser escritor es ya una etiqueta que te coloca el mundo, pero la voluntad es escribir, y eso siempre estuvo allí, muy claro, aunque por supuesto tenía dudas de qué otra cosa sería en el futuro.

Pero desde que con cinco años le dicté a mi madre un cuento que pretendía mejorar un capítulo de El Zorro (la serie con Guy Williams), comprendí que eso era lo que me daba felicidad.

Las dudas siempre acompañan, por supuesto. Hay momentos en que pienso: soy muy feliz con lo que hago, pero ¿y si hubiese intentado ganar dinero?

Es una duda legítima que tiene que ver con lo difícil que es la situación de Venezuela. Tener allí responsabilidades es siempre una perenne angustia. Así que hay breves segundos en que dices: ¿y si en vez de lo que decidí, hubiese seguido haciendo publicidad como estuve haciendo una corta temporada? Pero quizá no soy yo el que duda; es el mundo que me rodea.  

Proyecto de nuevo libro en Venezuela

-Son ya varios meses de nuevos libros, de ediciones en otros idiomas, de encuentros y talleres. Un resumen, por favor, al alcance de los consecuentes lectores de lo mejor de estos meses.

-La pandemia ralentizó mucho todo. Te confieso que en diciembre de 2019 yo estaba en la feria de Quito, dando unas charlas y terminando un libro y pensé: Estoy exhausto. Recuerdo que hubo un mes que viajé cada fin de semana a Francia a promocionar en un lugar distinto mi novela Los Maletines.

Sé que hay personas que tienen resistencia de hierro para unas agendas verdaderamente feroces, pero a mí me cuesta un poco. El caso es que vino la muy dolorosa y terrible pandemia y ha habido un parón que hubiese deseado llegase de otra manera.

Pero bueno, han aparecido tres libros en este tiempo: un volumen de cuentos: La Diosa de agua, que se publicó en España, una novela corta en Colombia: Round 15; una traducción en Francia: La vague arretée ( La ola detenida), algunas antologías o publicaciones de cuentos inéditos en revistas; y unas cuantas participaciones en eventos en línea, como nos ha sucedido a casi todos los autores.

Espero hacia el otoño recuperar la agenda presencial con actividades en Francia, y hay algún proyecto de nuevo libro que aparecería en Venezuela, si todo logra consolidarse. Igual ya firmé una reedición de mi novela Chulapos mambo, aquí en España.

También existe un proyecto en marcha con una selección de mis micro-cuentos, en este caso traducidos al italiano. Lo mismo con los talleres, hay un par de ideas en marcha, y por supuesto, mi agencia literaria está realizando sus operaciones para confirmar la aparición de nuevos títulos en diversos países.


-Llegó la primavera que es siempre un modo de resurgir luego del invierno: ¿Cómo se pinta la primavera en la vida de Juan Carlos Méndez Guédez y cómo esperaría que se pinte en la Venezuela que siempre se lleva en el corazón?

-Pinta con mucha escritura. Trabajo al menos en tres ideas diferentes ahora mismo, que van desde novelas, libros de cuentos hasta libros de misceláneas. Estos últimos vinculados a mis espacios venezolanos; Caracas y Barquisimeto. Te hablo de libros muy libres, con mezcla de géneros, en los que el eje vertebrador es la relación con espacios muy específicos de mi vida.

Te confieso algo, me gustaría que me ocurriese como a la maravillosa Elizabeth Schön, que fue capaz de escribir algunos de sus maravillosos libros a partir de la presencia creativa e inspiradora de un espectro.

Hay que tener unos ojos muy agudos para lograr eso.

Y sobre Venezuela, hace muchos años que espero lo mismo. La persistencia del mal no ha logrado extinguir mi deseo: un país libre.  Quizá no es mucho pedir…

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