Afrontar en forma siquiera medianamente resumida el problema, cultural de un país es materia de altas dificultades, debido a las confesiones que existen respecto al concepto de cultura. Por lo general el común acepta que esto se refiere a un nivel de actividades donde se reúnen eventos como exposiciones de diversos tipos : conciertos, conferencias, artesanías y cursillos de apreciación acerca de los mismos eventos reseñados. Al cubrir actividades de éste tipo los productores culturales sean públicos o privados consideran cubierta las responsabilidades sociales que se le han encargado y salvo excepciones dejan de considerar el núcleo central del problema, esencialmente político.
En aras de precisar la visión y la perspectiva desde donde enfrentamos el problema expresemos nuestros conceptos básicos acerca de cultura; un instrumento de plenitud existencial referido a índices de comprensión e información y una cierta dimensión estética en el pensamiento todo enmarcado en cánones de ética y moralidad. Pero solo se pueden citar intentos aislado de realización con ese sentido integral referido y realizados a través de alguna rama de las Bellas Artes, iniciativas que por otra parte surgen de grupos interesados en conjugar armónicamente, una calidad humana propiamente dicha aunada a un nivel informativo específico junto a la capacidad creativa del individuo.
No son conceptos gratuitos. Nacen de la observación de esfuerzos frustrados en el campo de la proyección cultural. Sería lo de menos que la concepción en la que se ancla un grupo para cimentar un movimiento estético, por ejemplo, o una escuela literaria, no fuese considerada apropiada o incluso calificada de errónea, o arbitraria por otros grupos opuestos estética y conceptualmente como consecuencia de un parcelamiento ideológico determinado. A fin de cuentas en el campo de las bellas artes, en la ciencia o la tecnología, los antagonismos conducidos con honradez, dinamizan los procesos creativos y las realizaciones. En cambio si es grave que organismos estatales o paraestatales vean atomizados sus recursos y posibilidades, debido a la confusión reinante en cuanto a “ cómo hacer cultura”, “ por qué hacer cultura”, “donde y para quién hacer una actividad cultural”.
De hecho al cuestionar los métodos de realización cultural actuales en mayor o menor grado todos cargamos una cuota de responsabilidad y una parte de los errores. Hacer frente a estas responsabilidades y enmendar cuánto de erróneo puede haber por parte de individuos o instituciones, obliga a permanecer en actitud de alerta autocrítica y evaluación.
Es preciso ahora para no quedar en el aire, expresar la razón de nuestra afirmación al plantear, que hay una carencia muy marcada de metas concretas en cuanto al hacer cultural. Las instituciones dedicadas a éstas tareas se convierten, aún en contra de la voluntad de sus dirigentes en patrocinantes de espectáculos foráneos antes que en auspiciantes de crear medios propios de proyección y elevación del nivel en función de sus propias necesidades.
Basta lo señalado para cuestionar a las instituciones culturales. La dimensión casi exclusiva de su actividad genera distorsiones de la verdadera finalidad por lograr. Todos se justifican después con una labor cuya realidad oficial se revela en datos estadísticos de tantos conciertos y recitales por años, x número de conferencias. Todo dentro del mas absoluto desorden conceptual y “planificado” de un día para otro, de una semana a otra a lo sumo, y alejado de la idea y de la meta concreta de alcanzar un avance progresivo real del nivel cultural y del pueblo al que tanto se acude y se nombra para hacer una frase siempre a la ligera.
Resumiendo a lo que podemos llamar problema cultural no es a un conjunto de circunstancias aisladas como la de es necesario un grupo de teatro estable, o, hay que programar un cineclub para los barrios, o el bicentenario del maestro tal hay que celebrarlo … es algo mas complejo, mas profundo y trascendente. Complejidad, profundidad y trascendencia imposible de sintetizar en 4 párrafos, palpable desde una vision en los desajustes socioeconómicos, como en la falta de unidad de los pensum estudiantiles o en los miseros presupuestos asignados, para citar solo algunos puntos de vista de enfoque y considerar la necesidad sin demagogia ni amarillismo, de enfrentar la perspectiva de una revolución cultural.
Continuaremos sobre el mismo tema
Pedro J. Lozada