La grave crisis humanitaria en Venezuela obligó a más de seis millones de venezolanos a cruzar la frontera hacia Colombia, Brasil, Guyana, Trinidad y Tobago y otros países, según números de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR.
Este fenómeno migratorio también alcanzó a la sociedad indígena, incluso mucho antes de la grave crisis humanitaria. Ya en la década de los años 90, familias enteras de originarios recorrían las grandes urbes de Venezuela en busca de cualquier «compasión» para sobrevivir.
Puerto Ordaz y San Félix en el estado Bolívar, Valencia en el estado Carabobo, Maracay, estado Aragua y Caracas eran solo algunos destinos más demandados.
Más recientemente, a partir del 2015 el fenómeno migratorio de los indígenas traspasó con mayor notoriedad la frontera entre Venezuela y Brasil.
El país Amazónico se convirtió en el centro del auge migratorio, y destino preferido de varios pueblos indígenas del oriente venezolano.
La ubicación geográfica relativamente cercana de Brasil con Delta Amacuro, Monagas, Sucre y Anzoátegui a través de Bolívar, apuntó el auge migratorio hacia el estado Roraima de Brasil.
Brasil, Colombia y Trinidad
El oriente de Venezuela tiene al mayor número de poblaciones originarias en los estados Delta Amacuro, Monagas, Sucre, Anzoátegui, Bolívar y Amazonas.
En el occidente del país, la mayor concentración está en la Guajira que comparte extensión entre Venezuela y Colombia. Apure, más al suroeste del país es asentamiento de los indígenas jiwi.
Pese a que el mayor flujo de migrantes originarios van con destino a Brasil, y Colombia, la isla de Trinidad y Guyana también reúne a un porcentaje de migrantes.
Niños indígenas en la indigencia
En este grave contexto social en el interior de Venezuela, y la migración en masa, también condenó a una cantidad indeterminada de niños indígenas a la mendicidad.
Muchos padres abandonaron a sus hijos con la esperanza de amasar cierta «fortuna» para volver por sus hijos.
La realidad fue distinta. Muchos se fueron y tres años después no han podido retornar por sus hijos. No obstante, contados casos de éxitos está ligado a la suerte de lograr un contrato formal determinado por la formación académica y profesional del originario.
Está formación, es un capítulo con grandes falencias. Un porcentaje reducido de indígenas pudieron formarse en las universidades antes de partir. La gran mayoría debe conformarse con trabajos informales que apenas genera ingresos para sobrevivir en un país ajeno.
Sobrevivir «gracias a lo ilegal»
La periodista Eira González, de Radio Fe y Alegría Noticias, publicó varias imágenes de niños aborígenes de la Guajira venezolana que muestra la otra realidad de la indigencia.
Sobrevivir no solo implica deambular las calles en situación de mendigos. La compleja realidad es claramente violatoria al derecho de los niños, niñas y adolescentes que deben trabajar en mercados ilegales para poder sobrevivir.
Este escenario laboral lleno de ilegalidad expone a los niños a los mayores riesgos que existen en las fronteras al margen de organizaciones criminales que los involucran también para sus acciones delictivas.
A futuro, los niños indígenas no tendrán la formación académica necesaria para ser incluidos en los puestos laborales formales, y la mayoría quedarán cercados por el mundo ilegal.
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