#OPINIÓN Nadia #14Mar

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Dedicado al inolvidable pana y amigo Eduardo “Nadia” Moussawel Valentín (1957-1997)

Un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo será siempre un hermano.

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Demetrio de Falero

La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas.

Aristóteles.

Los amigos que tienes y cuya amistad ya has puesto a prueba / engánchalos a tu alma con ganchos de acero.

William Shakespeare.

La amistad es un tesoro que lastimosamente valoramos mejor cuando se ha perdido. Eduardo, con su ida prematura me lo enseñó de forma enérgica. Sin ánimo de resonar los pasajes desolados de su éxodo al paraíso pues si alguno merecía el cielo era él, quiero usar este pequeño punto de partida para retrotraerlo de las sombras, y restituirle a la luz con que relució desde que vino a la UDONE desde Pto. La Cruz, por allá en la década de los setenta. 

Eduardo fue un varón bien parecido de mayor estatura que el promedio, fuerte, ojos café y ceja tupida. Su apodo se lo colocó, si mal no recuerdo, el Oso-rio, porque su cabello desfallecido tipo Moe de los tres chiflados, lo hacía semejarse a Nadia Comâneci, la célebre gimnasta rumana de las Olimpíadas Montreal-1976, y también porque Nadia se la pasaba en un solo brinco a lo John Travolta alárabe de fiebre de sábado en la noche margari-ñera.

En Nadia, el contento y la buena onda fueron un denominador común. No creo que exista un solo coetáneo que lo haya asumido por rival, quizás en fútbol y por supuesto en la pasión. Fue un ejemplo innegable de coopetencia y no de la competencia. El ahora finado Sergio Torossi, aquaman de mares caribes y de pauta callada, quien desconfiaba hasta de su sombra (y no por eso fue desconfiable), lo mantuvo siempre como mejor amigo, y en todo eso sus amigos convenían en apreciarlo y no adularlo, pues apreciarlo era sincero, adularlo no porque apreciar procedía del corazón adularlo de la boca, porque una era altruista la otra egoísta y porque apreciar agita la admiración universal la otra es universalmente condenada. 

Nadia, fue un ser favorecido de naturalidad, franqueza y agradecimiento y por tanto era bien estimado. Con Nadia no había duda. Era fácil amigarse y enormemente difícil, sino imposible enemistarse. Había algo entre la docilidad y su candidez que suavizaba el entorno. Igual era de un simpático subido. Una anécdota inolvidable sucedió el día que luego de la kaimana fuimos a cocinar la popular pasta Eduardo con albahaca y pomodoro en su residencia en el edificio Ginamorena frente a Nino Reyes, lugar donde conoció al andrógino artista plástico de la bandera tricolor y performance en la bienal de Venecia…Juan Loyola

Estábamos, entre otros, Fucho que como buen comensal no se perdía una pasta al pesto, Magoo que entraba maldiciendo el pisotón que le había propinado el profesor Pepe, Pancho Pench Mantilla con crónica dolencia renal, Serafino apestando sin desodorante con la misma franela sudada de ayer, el loco Chaffardet (echa’o a perdé) y yo con la misión de montar la pasta al dente e ignorar la lesión de rodilla por el remoto accidente de motocicleta en la pista de Cantarana. De pronto Nadia se fue al cuarto y Pench, Magoo y yo le seguimos. 

Tras cerrar el portón, para no perder el frío del aire acondicionado el pana Eduardo con una expresión a la criolla dijo punteando el poster que surgía tras la puerta ¡ufff! bella la chama ¿no?; al unísono los tres nos echamos a reír y Nadia asombrado preguntó qué nos pasaba con esa forma inocente que lo caracterizó de por vida. Pench dijo: ¡que bolas tienes tú ese es uno de los hermanos Cassidy! Hasta hoy nos seguimos gozando esa historia. Y así recordé cuánta falta hacen los amigos cuando en plena adultez, por A o B, se marchan, se pierden, se ignoran o sencillamente despeñan en la indiferencia. Con Nadia era imposible la indiferencia pues el conducía sangre de musulmán con tal suficiencia que ni lo advertíamos.

Pasados los años olvidó sus intentos en los estudios de biología, y luego de romper con María Dalia, que amó con ardor, dedicó su espacio por completo a la fotografía siendo de los más fieles exponentes del arte isleño, y de la que quedó una colección de sus mejores fotos en un Blog que en su memoria fundó Alfredo Allais (bubú) posterior a su desaparición física y quien también persiguió los itinerarios de la imagen y la estampa. 

De Nadia son tantos las efemérides que podrían citarse que no sobresalía la cantidad sino que alguno fuera malsano. En lo propio, todos los años tengo un tiempo para instalarlo en una plaza especial que mantengo continuamente en la memoria y aliento junto a mis más amados difuntos. A veces sufro su ausencia en solitario y lo extraño con honestidad pues su amistad desmonta lo inservible y concibe lo superior. A mi dilecto amigo debo grandiosas sabidurías; que una amistad vale tanto como el sol porque el amigo ilumina el alma como el amanecer, porque cancela las noches tristes y el desaliento pero sobretodo porque enseña el enorme valor de no temer al desengaño, o a vivir como si el presente fuera el último truco.

También aprendí que la amistad duplica los agrados y divide a la mitad las angustias, que un amigo es una persona con la que se puede pensar en voz alta y que la amistad es más difícil y rara que el amor. Por eso hay que salvarla como sea. La verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo ha oscurecido decía Rabindranath Tagore

Pocos años antes de morir, un día aciago, venía del Centro de Investigaciones de la UDO en Boca Río y por esas vicisitudes del destino atropelló a 2 personas accidentadas al borde del camino matándolas en el acto; esto lo marcó hasta su fallecimiento. Nunca lo hizo saber pero jamás volvió a ser el mismo. Una aturdida ojera de angustia recubriría su pasmo. 

Nadia murió a escasos 40 años de edad por un aneurisma que lo dejo en vida vegetal y como nota triste fue desconectado de los aparatos que respiraban por él frente a familiares y amigos. Por suerte (o mala suerte) no pude estar presente. Osorio describe el instante del adiós de bata y tapaboca palpando sus pies gélidos y supo con el alma rota que Nadia había zarpado para siempre. Hoy anhelo la paz de tu alma en eterno ascenso y agradezco mi pana por el trato cómodo y deseo que dios te bendiga y al mismo tiempo bendiga este mundo ese mismo donde dispensaste tantas humanas razones para aceptarnos unos a otros. Estamos en deuda. Muchas gracias por todo amigo Eduardo, gracias de veras por tanto hermano Nadia. Quedé sin más gracias que otorgarte pero en mis fraternas memorias de afecto acaso vivirás oculto entre ellas pero jamás podrás ser olvidado. Eduardo “Nadia” Musawel+ Q.E.P.D.

MFC

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