En términos de intereses sociales en una sociedad capitalista los empresarios lo que quieren es que los dejen hacer negocios para obtener ganancias. Los trabajadores fuentes seguras de empleo y buenos salarios que les permitan sobrevivir. Una manera de practicar la libertad en el capitalismo en aras de la felicidad del hombre y la justicia social más no los fetiches de la torcida igualdad pregonada por el socialismo.
Así pues para analizar y entender los efectos del reciente aumento salarial decidido por Nicolás Maduro debemos enfocarlo en contexto. Preliminarmente, debemos considerar el prolongado proceso de hiperinflación que durante los últimos 10 años ha azotado a la economía del país, principalmente a los estratos sociales de menores ingresos: asalariados, empleados públicos, pensionados y jubilados. Son los que se han sacrificado en medio de la pavorosa crisis provocada por los disparates del actual régimen sociopolítico.
Se trata de un incremento tardío e insuficiente si tomamos en cuenta la abultada hiperinflación, la más alta del mundo. Recuérdese la escasez de alimentos consecuencia de los errores por parte del fallecido Hugo Chávez más Nicolás Maduro quienes fomentaron el errado plan de reducir las importaciones de diversos rubros, entre éstos las medicinas que impactaron negativamente los costos y precios de los productos. Ocurre luego de un extenso viacrucis por parte de la mayoría de la población, pues la minoría de menos del veinte por ciento de identificados con el régimen no lo han sufrido.
Precisemos que el salario nominal es la cantidad de dinero que recibe quien vende su fuerza de trabajo, poca o mucha. Mientras que el salario real es la cantidad de bienes y servicios que se puede comprar con el mismo.
Visto a la luz de ambos es otro alegrón de tísico por su efectismo inmediato muy propio del populismo de cualquier signo. Pasar de 7 bolívares a 126 bolívares tiene sus efectos en la desesperada población pasto de la miseria provocada por la hiperinflación ante la cual régimen nunca ha presentado un plan para enfrentarla. Se ha frenado por la inevitable generación espontánea pero no por el accionar exterior como sucede en las avanzadas democracias liberales.
Pero lo cierto es que no cubre integralmente el costo de la canasta alimentaria que en febrero pasado costó 353 dólares, según el Observatorio Venezolano de Finanzas. Además sigue siendo el salario más bajo de Latinoamérica incluso por debajo del cubano que llega a los 87 dólares y muy alejado del máximo de 425 dólares en Ecuador.
Así pues tras ese calvario aumentar el salario de 7 bolívares a 126 bolívares tiene su impacto inmediato en quien lo recibe. Cuando se está en la penuria semejante cantidad de dinero deslumbra a cualquiera sobre todo a la población marginal. Pero el impacto es por poco tiempo pues la cruda realidad de la crisis económica lo sepulta muy pronto cuando es poco o menos lo que con esa cantidad se puede comprar en el mercado. Ello en vista de que la hiperinflación persiste en perjuicio de la gente menos ingresos económicos: asalariados, trabajadores públicos, pensionados y jubilados.
Tiene mucho de efectista en lo inmediato motivado por el propósito populista del régimen como la oferta demagógica de indexarlo a manera de escala móvil. Es apenas un paliativo a la espantosa crisis que ha destruido el salario real de la población sin que el régimen haga algo a tiempo. Por ende, es más lo político en función de mejorar la mala imagen en lugar de la necesaria justicia social. Se trata de un pintar la fachada de la casa luego que la Corte Penal Internacional declarara que un salario de 7 bolívares es violatorio de los derechos humanos. Por muy alto que sea el aumento del salario nominal es poco en comparación con el elevado índice de la inflación que sufrimos hoy en Venezuela con el socialismo salvaje tan aberrante como el neoliberalismo salvaje. Así es la cosa.
Freddy Torrealba Z.
