Hace dos semanas pensaba que podía evitarse la guerra entre Rusia y Ucrania. Se puede hablar de la hermandad de ambos pueblos, sin embargo, ya hoy el conflicto lleva doce días. No se sabe la cifra exacta de víctimas, de ningún lado. Cité entonces, en estas líneas quincenales, la frase del Papa Pío XII en la que afirma “Con la guerra perdemos todos, con la paz ganamos todos.” En efecto, todos estamos perdiendo, hasta quienes vivimos lejos de ese lamentable acontecimiento. A las autoridades rusas, poco les ha importado las consecuencias de la guerra y ha invadido a una Ucrania difícil de roer. Ucrania no solo ha sido valiente, también debemos decir que ha sido certera, gran estratega para la guerra frente a un enemigo mejor equipado, frente a un enemigo más grande y con mayor poder de acción. Ucrania, a juicio de la mayoría, ha resultado muy bien plantada y de gran eficacia guerrerista. No se ha dejado aplastar, como se pensó al comienzo. Para el momento de escribir estas notas, van tres rondas de conversaciones en búsqueda de acuerdos entre las partes. Lo único que se conoce es el poco o nulo avance de esas rondas. Deberán continuar. Uno de los aspectos más importantes que se había logrado era la suspensión de las hostilidades mientras las rondas seguían, pero Rusia las continuó y supongo que ese ha sido un reclamo hecho por Ucrania. Continúan las muertes de civiles, inocentes y cuyo camino es encontrar un lugar seguro para sus familias, donde trabajar y vivir. Putín ha resultado peor que Stalin, Hitler, Fidel Castro y todos los dictadores recientes de la historia.
Una guerra es el enfrentamiento entre dos grupos humanos por intereses económicos y de poder. Rusia no acepta el acercamiento de la OTAN (Tratado del Atlántico Norte) ni de la Unión Europea a Ucrania, vecina de Rusia, antigua república soviética y llena de riquezas minerales. No acepta, ni lo ha aceptado nunca, que Occidente tome para sí los intereses del pueblo ucraniano que, además, tiene una clara conciencia autonómica y de libertad y pienso que ahora lo tendrá aún mayor. Qué bueno sería si ambos pueblos dirimen sus diferencias económicas y territoriales en sana paz, aceptándose uno con el otro como cada uno es.
En medio de este inmenso conflicto, en el que ha salido a relucir el grave peligro de las bombas nucleares, el pueblo ucraniano ha sufrido lo indecible. He visto los rostros de niños, algunos entregados por sus padres a ucranianos que han huido a la vecina Polonia e incluso a Estados Unidos y a otros países de Europa, a fin de salvarlos de las bombas y demás armas mortíferas. He visto ancianos, inválidos, perdidos en ciudades que han sido destruidas. Esos rostros de la guerra no se me apartan de mi mente, duelen, son seres humanos que solo desean vivir y educar a sus hijos. Putin lleva sobre sus hombros ese crimen de lesa humanidad, es un pecado que clama al Cielo, verá entonces los ojos de los niños, ancianos e inocentes reclamarle no haberlos dejado vivir.
Joel Rodríguez Ramos