Por:
Maya Takagi, Líder del Programa Regional de la FAO
Daniela Godoy, Oficial Principal de Políticas de la FAO
www.fao.org/americas/es/
La obesidad––que afecta a 106 millones de personas adultas en América Latina y el Caribe—es un problema de salud pública relacionado fundamentalmente con la alimentación que tiene enormes impactos socioeconómico.
Al estar asociada a diversas enfermedades, la obesidad ejerce una fuerte presión en los sistemas de salud: según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), el costo asociado a la malnutrición por exceso en siete países de América Latina y el Caribe superó los US 16 mil millones de dólares, y en uno de ellos—Guatemala— llegó a representar hasta el 5,2 por ciento del producto interno bruto (PIB).
En los últimos veinte años, la obesidad ha aumentado de forma acelerada y continua en América Latina y el Caribe. En niños y adolescentes casi se triplicó en poco más de veinticinco años: de 4,1 por ciento en 1990 a 11,9 por ciento en 2016. La situación para los adultos es aún peor: aumentó de 16,6 por ciento en 2000 a 24,2 por ciento en 2016.
La obesidad afecta en mayor medida a las mujeres: el 27,9 por ciento de las mujeres de la región viven obesidad, versus el 20,2 por ciento de los hombres. En 19 países de América Latina y el Caribe, la diferencia en la tasa de obesidad de hombres y mujeres supera los 10 puntos porcentuales.
La obesidad depende de muchas causas y determinantes. Está asociada a factores socioeconómicos, entornos alimentarios y dietas no saludables: todos estos factores tienen que ver con el funcionamiento de los sistemas alimentarios, un sistema que comprende la cadena completa de los alimentos, desde su producción hasta su compra, preparación y consumo.
Por ello, no se podrá combatir la obesidad solo como un problema individual y sin acciones estructurales. Al contrario, se requiere una visión multisectorial y sistémica que impulse la transformación de los sistemas alimentarios para volverlos más eficientes, sostenibles, inclusivos y resilientes.
La lucha contra la obesidad es aún más compleja si consideramos su interacción con el cambio climático: fenómenos meteorológicos extremos, como las sequías e inundaciones afectan la agricultura y los precios de los alimentos básicos y saludables, obligando a muchas personas a adquirir alimentos altos en calorías, azúcares y grasas saturadas.
La pandemia de COVID-19 (y cabe recordar que la obesidad está asociada
a cuadros más graves de dicha enfermedad) también está agravando todas las formas de la malnutrición: según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en 2020 el hambre creció hasta los 60 millones de personas, mientras que 267 millones sufrieron inseguridad alimentaria en 2020.
Producto de la pandemia, muchos hogares han perdido capacidad adquisitiva, y enfrentan dificultades para acceder o adquirir alimentos nutritivos, además de las interrupciones que han ocurrido en algunos servicios de abastecimiento y programas de alimentación.
Todo esto indica que ya no podemos seguir con los brazos cruzados mientras la obesidad y el sobrepeso sigue aumentando. Debemos implementar toda una serie de políticas públicas y medidas: guías alimentarias que entreguen lineamientos acerca de los alimentos adecuados para la salud; programas de alimentación escolar que den alimentos saludables y con pertinencia cultural a millones de niños y mercados que ofrezcan alimentos locales y saludables a precios convenientes. Debemos impulsar –además- leyes de etiquetado frontal de alimentos, que permiten informar a las personas del contenido y calidad de lo que compran, y al mismo tiempo disminuir de la oferta de alimentos no saludables en las escuelas, y dar educación alimentaria y nutricional a toda la población.
Son muchos los factores subyacentes a la obesidad y hay opciones de política para enfrentar cada uno de ellos. Por eso la prevención de la obesidad por intermedio de la promoción de dietas saludables, será uno de los temas claves de la próxima Conferencia Regional de la FAO, que se llevará a cabo en Quito, Ecuador, del 28 de marzo al 1 de abril. Allí, los ministros de agricultura y de otras carteras que se ocupan de los sistemas alimentarios, actuarán en conjunto y con sentido de urgencia y prioridad, para transformar estos sistemas, proporcionar dietas saludables y detener el aumento de la obesidad a través una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor ambiente y una mejor vida, sin dejar a nadie atrás.