La imagen confesional que nos hemos forjado de la universidad es la de un epicentro de conocimientos por medio de la educación para la transformación del hombre. Una institución que emana del quehacer cultural humano. En consecuencia, un ente no natural por requerir el concurso humano para su existencia, parafraseando al filósofo Ernesto Mayz Vallenilla.
Su existencia se remonta al siglo XI durante la atrasada Edad Media bajo la sombra de la escolástica de la iglesia Católica. Pero desde un principio ha estado asociada al fenómeno cultural bien como agente de cambio autónomo nacional o también de colonización cosmopolita.
La universidad es depositaria del humanismo, ciencia y técnica. Por tratarse de una creación humana su historia ha estado vinculada siempre a la cultura entendida, de entre sus decenas de definiciones, como “el conjunto d bienes y valores materiales y espirituales creados por el hombre en el proceso de su actividad histórico-práctica”.
Su surgimiento en Venezuela ocurre en 1721 en la plenitud de la etapa de la Colonia cuando constituye un ente al servicio de la dominación colonial española, vale decir, la colonización cultural. Pero como toda institución humana evoluciona paulatinamente hasta los niveles superiores de la democratización y apertura a lo universal.
En Venezuela emerge al calor de la iglesia católica con su imposición filosófica de la Escolástica. Pero el papel cultural de la universidad es un hecho evidente que no admite duda alguna. La universidad genera cultura en diversos órdenes de las actividades del hombre.
Finalizada la dictadura gomecista, el 17 de diciembre de 1935, en el país se registra un destape en la cultura y las ideas facilitado por el clima favorable de la democracia liberal en ciernes. La apertura primero con el gobierno de Eleazar López Contreras y luego en 1940 con el neoliberal Isaías Medina Angarita. Es en ese lapso gubernamental de Medina Angarita que se gesta el proyecto de la Ciudad Universitaria que continuará durante la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez que la inaugura en abril de 1954.
Su arquitecto es Carlos Raúl Villanueva inspirado en lo más avanzado de la arquitectura y arte contemporáneos. Allí tienen amplia cabida las nuevas tendencias de la plástica de vanguardia, entre estas el abstraccionismo que abrazan los integrantes del Taller de Arte Libre, entre algunos de sus integrantes destacan: Alejandro Otero, Carlos Cruz Diez, Jesús soto, Oswaldo Vigas y Mateo Manaure.
Reúne unas características especiales que la hacen un modelo arquitectónico y artístico que llevó a la UNESCO a declararla Patrimonio de la Humanidad. En su interior funciona una diversidad de espacios para el disfrute del arte y cultura, entre otros:
- Edificaciones arquitectónicas.
- Artes visuales: pinturas y esculturas
- Sala de conciertos
- Biblioteca central
Una síntesis apretada del conjunto de actividades desarrolladas por la UCV en la esfera de la cultura son entre otras las siguientes: Su editorial EUCV ha publicado miles de libros a lo largo de su fructífera existencia motivados por un amplio criterio. En la música el Orfeón universitario uno de cuyos directores fue el barquisimetano Vinicio Adames. El Teatro universitario famoso por la variedad de obras puestas en escena desde los años 60.
Así como otros eventos artísticos y culturales han tenido por escenario sus parajes siendo propicio para la exposición, divulgación y debate de las más variadas ideas políticas, sociales y filosóficas. Es el caso del Movimiento de Renovación Universitaria del año 1969. También aquellas sesiones de la música salsa en 1976 cuando el género era mal visto en ciertos círculos sociales. En fin, eventos científicos y culturales con la mayor apertura ideológica y política por ser el nicho de la sabiduría del hombre.
Son tres centurias de cultura humana desarrollada en sus facultades, escuelas, direcciones y otras instancias de donde emanan “moral y luces”. Ello es como decir: civilidad, ciudadanía, libertad y democracia que ha destruido el socialismo del siglo XXI.
Freddy Torrealba Z.