Por Violeta Villar / www.lawebdelasalud.com
Panamá es el segundo país, después de México, con mayor registro de picaduras de escorpión en la región: alrededor de 4,500 casos por año, que en la proporción de la población panameña refleja una incidencia aproximada de 50 casos por 100,000 habitantes, una cifra elevada.
Para salvar una vida, desde el momento de la picadura, cuando se trata de especies mortales, el tiempo corre en contra: en dos horas el desenlace puede ser fatal.
A esta realidad se suma que Panamá importa el suero antiescorpiónico, razón suficiente para celebrar la primera investigación que permitirá al país patentar y producir su propio antiveneno, una vez se genere la infraestructura y el soporte adecuado.
La profesora Hildaura Acosta de Patiño, especialista en Farmacología y Toxicología, directora del Centro de Investigación e Información de Medicamentos y Tóxicos (CIIMET) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá (UP) y una apasionada a tiempo completo, conversa junto con el profesor Marcos H. Salazar, licenciado en Química, candidato a Doctor en el Programa de Doctorado en Ciencias Biomédicas (PDCB) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), docente de la Facultad de Ciencias Naturales, Exactas y Tecnología (FACINET-UP) e investigador en el CIIMET, sobre las investigaciones en el desarrollo de un suero antiescorpiónico.
Los estudios del profesor Salazar en materia de bioquímica de los venenos de escorpiones y serpientes (líneas de investigación del CIIMET), y en particular su formación en el Doctorado de la UNAM en el Instituto de Biotecnología (IBT-UNAM), dan como resultado la metodología y el conocimiento para el desarrollo de la patente hacia el primer antiveneno antiescorpiónico de Panamá.
Expresión heteróloga de cuatro neurotoxinas recombinantes de escorpiones panameños del género Tityus y Centruroides para producción de antiveneno, es la investigación liderada por el profesor Salazar, ya publicada como artículo en la Revista Toxicon, y que documenta el valor de esta investigación con sello panameño, que tuvo como objetivo la “producción de anticuerpos capaces de neutralizar el efecto letal del veneno de tres especies de escorpiones de Panamá”.
Además de la Dra. Hildaura Acosta de Patiño y del investigador Marcos H. Salazar, participan en este artículo, los investigadores Dr. Gerardo Corzo, Dra. Herlinda Clement, Dr. Fernando Zamudio, Dr. Lourival Possani, por el Instituto de Biotecnología (IBT-UNAM), la Dra. Ligia Corrales-García, del Departamento de Alimentos de la Facultad de Ciencias Farmacéuticas y Alimentarias de la Universidad de Antioquia, Colombia y John Cleghorn, Jairo Sánchez del CIIMET, Universidad de Panamá.
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Cabe destacar que el CIIMET se fundó en 1988 y tiene dos áreas: una que administra y coordina la Facultad de Farmacia (sección medicamentos) y la otra, en la Facultad de Medicina, que involucra medicamentos, otras sustancias tóxicas y animales que pueden causar envenenamientos (sección toxicológica).
La directora del CIIMET explica que la institución ha estado desarrollando diversos programas en el área de toxicología, maestrías y programas de especialización, en apoyo al recurso humano que trabaja en las instalaciones de salud y los servicios médicos, así como en respaldo en la toma de decisiones en el área de la farmacoterapia, de gestión clínica del medicamento y la farmacoeconomía.
Este centro es cercano: Las personas, y en particular el personal de salud, pueden usar los recursos “que tenemos a disposición para que se puedan orientar sobre un medicamento, si ha ocurrido algún problema de salud, reacciones adversas o intoxicación.
Tenemos un vínculo estrecho con el ciudadano, el personal de salud de sala y de cuidados críticos, con las autoridades sanitarias, de ambiente y de agricultura”, señaló.
La Dra. Hildaura Acosta de Patiño, valoró el apoyo del rector de la UP, Dr. Eduardo Flores Castro, y del Dr. Jaime Javier Gutiérrez, vicerrector de Investigación y Posgrado, para que la UP pueda contar con un Laboratorio de Toxicología Clínica, que fortalecerá los esfuerzos del CIIMET hacia el apoyo a los clínicos que atienden una urgencia toxicológica en la determinación de diversos tóxicos en fluidos biológicos, ya que hasta el presente en nuestro país no se cuenta con este importante servicio analítico.
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Unos vecinos peligrosos
Colectar los ejemplares de escorpiones e identificarlos, fue un paso previo en esta investigación por lograr un antiveneno propio.
Esta primera etapa contó con el apoyo de invitados internacionales como el Dr. Rafael Otero, de Colombia, y el Dr. Adolfo Borges de Venezuela, gracias a las Convocatorias de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SENACYT), desde el año 2006.
También se contó con el apoyo del Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud (ICGES) a través del Dr. Roberto Miranda, así como de las Dras. Fan Hui y Denise Cándido del Instituto Butantan (Brasil) y Dra. Yamileth Angulo, Mgtr. Aarón Gómez, el Dr. José María Gutiérrez y el Dr. Bruno Lomonte del Instituto Clodomiro Picado (Costa Rica).
Se crea la infraestructura para mantener los animales en cautiverio, extraer sus venenos y estudiarlos para determinar qué tan tóxicos eran, saber en cuáles zonas se encontraban y trabajar en los hospitales de las regiones más afectadas.
En Panamá existen “al menos dieciséis especies de escorpiones, de las cuales los géneros Tityus y Centruroides tienen 9 de las especies más peligrosas (Borges et al., 2012; Miranda y de Armas, 2020)”, documenta la investigación publicada.
“Los escorpiones del género Tityus son conocidos por producir manifestaciones clínicas graves; por ejemplo, edema agudo de pulmón, pancreatitis o arritmias cardíacas, e incluso la muerte (Salazar et al., 2018).
Las especies Tityus pachyurus, T. festae, T. asthenes, T. championi y T. cerroazul se consideran de importancia médica porque se han asociado con casos de muerte (Ministeriode Salud, 2017).
La especie Tityus pachyurus fue descrita en 1897 por Reginald Pocok, y se considera la especie asociada con más casos de mortalidad en Panamá. Tiene una amplia distribución en el país a excepción de la provincia de Darién.
La especie Tityus cerroazul fue descrita en 1986 por Wilson Laurenҫo, su nombre proviene de la región de Cerro Azul en Panamá (Laurenҫo, 1986). El veneno de Tityus cerroazul tiene la DL50 más baja en comparación con otros venenos de Tityus; por lo que podría considerarse una de las especies más peligrosas de Panamá (Salazar et al., 2018). Tiene una amplia distribución en las áreas boscosas de Panamá, y también ha sido reportada en Costa Rica (Víquez et al., 2005)”.
Tityus cerroazul es el escorpión más venenoso y tóxico, por lo cual resulta urgente generar un antídoto específico porque los disponibles no tienen suficiente efectividad, reto que asume el investigador Marcos H. Salazar.
De igual modo, el género Centruroides en Panamá causa altos índices de morbilidad, aunque no se han reportado casos de muertes (Ministerio de Salud, 2017).
“La picadura de C. granosus, C. panamensis, C. bicolor y C. limbatus provoca una intoxicación leve, presentando generalmente sólo síntomas locales en el sitio de la picadura (dolor local o parestesia)”.
Dentro del género Centruroides, se destaca la especie Centruroides bicolor por signos clínicos moderados; por ejemplo náuseas, vómitos o taquicardia (Ministerio de Salud, 2017).Centruroides bicolor fue descrito por Pocock en 1898, y su presencia también ha sido reportada en Costa Rica (Borges, 2015). En Panamá suele encontrarse en las provincias de Chiriquí y Veraguas”.
Dos horas para salvar una vida
Los investigadores documentan que “la administración temprana del antiveneno (dos horas después del accidente) es considerada la única terapia aceptada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el tratamiento de los envenenamientos por picadura de escorpión (OMS, 2016)”.
“La ventana es muy estrecha”, reconoce la profesora Hildaura Acosta de Patiño, quien señala que es complejo lograr la administración temprana del antiveneno, si la persona debe ser trasladada a un centro de salud desde el lugar donde ocurrió la picadura.
Por lo general las provincias de mayor incidencia de casos son Coclé, Darién, Colón, Bocas del Toro, Chiriquí y comarcas indígenas en zonas distantes a un centro de salud.
En relación con los antivenenos de escorpión, Panamá los debe adquirir de aquellos países que producen sueros específicos para la picadura del escorpión nacional.
“Actualmente en América, México produce antiveneno contra la picadura causada por el género Centruroides (Chippaux y Goyffon, 2008), Brasil contra el género Tityus (Candido y Lucas, 2004) así como Argentina (de Roodt et al., 2003) y Venezuela (D’Suze et al., 2015).
Panamá había adquirido antiveneno venezolano (que lo fabrica usando como inmunógeno el veneno de Tityus discrepans); sin embargo, datos de la Universidad de Panamá (UP) en colaboración con el Ministerio de Salud, así como otros informes, han demostrado una eficacia limitada de dicho antiveneno contra especies de Tityus de Panamá (Barona et al., 2004; Borges et al., 2012)”, como ya se explicó.
En el año 2006, documenta la directora del CIIMET, se genera alerta por la elevada tasa de mordeduras de serpiente.
Ocurre que en 2007 se presentan tres muertes sucesivas de niños, quienes fallecen por picadura de escorpión. Por lo general, el mayor número de envenenamientos corresponde a jóvenes menores de 15 años.
“Si ya en 2006 las autoridades de la Universidad de Panamá habían tomado conciencia de la importancia de evaluar qué ocurría con las mordeduras de serpiente, en el 2007 se le suma el tema de las picaduras de escorpión”.
Esta realidad impulsa a la Dra. Betty Ann de Catsambanis, vicerrectora de Investigación y Postgrado de la UP en ese momento, a la creación de una comisión técnico y científica interinstitucional para el abordaje integral de la situación.
Recordar que también en esa fecha la situación en Venezuela se hace compleja y no era sencillo conseguir el antiveneno, debido a una disposición legal del gobierno venezolano que prohibió exportar estos sueros.
Panamá se queda sin el antiveneno, a lo cual se sumaba que las personas no estaban familiarizadas con el procedimiento a seguir en caso de resultar picadas con el escorpión.
De 200 a 300 casos antes del 2006, el registro de picaduras sube a aproximadamente a 4,500 casos en 2016, cifra que se mantiene en la actualidad y hace urgente la prevención, la orientación y un antiescorpiónico propio.
Investigar para lograr la soberanía del tratamiento
En la publicación Expresión heteróloga de cuatro neurotoxinas recombinantes de escorpiones panameños del género Tityus y Centruroides para producción de antiveneno, se describe cómo este panorama motivó a evaluar “el uso de neurotoxinas recombinantes de los escorpiones de mayor importancia médica en Panamá para evaluarlos como inmunógenos y producir un antiveneno poliespecífico”, que es la base de la investigación del científico Marcos H. Salazar.
En general, en este esfuerzo “por desarrollar un antiveneno para Panamá, se elucidó la estructura primaria de cuatro neurotoxinas (neurotoxinas que afectan al canal de sodio dependiente de voltaje) y se expresaron de manera heteróloga. Tres neurotoxinas son del género Tityus y una del género Centruroides.
Fueron evaluadas como inmunógenos para la producción de anticuerpos capaces de neutralizar los venenos de las especies de escorpión más importantes del género Tityus y Centruroides de Panamá”.
De manera importante, los anticuerpos obtenidos “bajo el esquema de inmunización informado muestran una mejor neutralización que otros antivenenos comerciales informados que se usan para neutralizar especies similares de venenos de escorpión en condiciones similares” y abren el camino a contar con un antiveneno propio, sin necesidad de importar.
La tarea ahora es lograr que la industria farmacéutica se interese en este trabajo de investigación/desarrollo de la patente que resultó de un proceso de co-titularidad con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Universidad de Panamá.
Los profesores Hildaura Acosta de Patiño y Marcos H. Salazar, reflexionan que el paso siguiente es un diálogo con las autoridades del Ministerio de Salud (MINSA) y de la Presidencia de la República, para validar si como parte del Hub Farmacéutico o del Centro Regional de Innovación de Vacunas y Biofármacos (CRIVB), se puede incluir esta etapa de escalamiento y comenzar a producir este antiveneno en el país, para que más vidas puedan ser salvadas gracias a una ciencia que aporta soluciones desde la academia.
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