¡Ojalá se les enseñara marxismo a los estudiantes de bachillerato! Los profesores tendrían que explicarles a los muchachos que en los regímenes comunistas existe el más salvaje de todos los capitalismos: el capitalismo de estado. Éste se adueña de todos los espacios y secuestra no sólo la propiedad privada, sino también la de los medios de producción, que debería pertenecer a los ciudadanos.
Tendrían que explicarles que en 1917 una revolución puso fin a una monarquía absolutista, la de los Romanov en Rusia, para dar paso a otro absolutismo más esclavista, más tiránico y más depredador que el régimen de los zares. Primero Lenin y luego Stalin, uno de los peores carniceros de la historia. Tal vez nunca se sabrá el número de muertos, pero los indicios hablan de decenas de millones. Les explicarán a los estudiantes que los iconos que trataron de destruir, resurgieron a la caída del régimen con más fuerza que nunca y que hasta los miembros de la familia real asesinada son venerados como santos por un gran sector de los rusos. Y que hoy en día Vladimir Putin intenta reconstruir ese fracaso histórico teñido de sangre por todas partes que fue la Unión Soviética.
Tendrían que explicarles que el paralelo 38 divide dos estados, Corea del Sur y Corea del Norte. Que el primero, capitalista, es una de las primeras economías del mundo. Que sus habitantes gozan de un alto índice de ingreso per cápita, la educación es una de las mejores del mundo y poseen un sólido sistema democrático. Que del segundo, sin embargo, más de 500.000 refugiados han huido desde 2000 y 4 millones de muertos es el saldo de la hambruna a raíz de la caída del régimen soviético. Un país pobre, rico en recursos naturales, víctima de un régimen autoritario que comenzó con Kim Il-sung, continuó con su hijo Kim Jong-il, investido de todos los poderes por la Asamblea Nacional y donde hoy su nieto, Kim Jong-un, un monstruo peor que su padre y su abuelo, manda a matar a quien le da la gana, por cualquier nimiedad. Corea del Norte es el país más aislado del mundo.
Tendrían que explicarles también que Mao Zedong construyó su régimen sobre el terror y que el exceso de trabajo y la hambruna que hubo entre 1958 y 1961 produjeron la muerte documentada de 38 millones de personas y muchos millones más que jamás pudieron contabilizarse. Que la violencia de Mao y sus acólitos, sucesora directa de la violencia estalinista de la mal llamada Revolución Cultural, dejó como saldo muchos más millones de muertos.
Tendrían que hablarles de los jemeres rojos (Khmer Rouge), un ejército de revolucionarios comandados por una de las figuras más monstruosas que haya producido la humanidad: Saloth Sar, mejor conocido como Pol Pot. El odio fue el motor de su vida y obra. La llamada Kampuchea Democrática marcaba el “año cero”. Todo el pasado capitalista, hasta el más mínimo vestigio, debía ser eliminado. Se quemaron industrias hasta que no quedó piedra sobre piedra. Todos los medios de transporte fueron también destruidos. La carreta de bueyes o mulas fue decretada como el medio de transporte nacional. Se quemaron escuelas, bibliotecas, laboratorios, se prohibieron todos los medicamentos, pues los “remedios” residían nada menos que en la sabiduría popular. Los ciudadanos perfectos eran los campesinos, pues no habían sido contaminados. Y bajo la orden de Pol Pot, de acabar con “todos los elementos subversivos” se ejecutó indiscriminadamente, previa toda clase de horrendas torturas que los hacían confesar cualquier cosa, a toda la clase media y culta, profesionales de todas las ramas. Llegaron hasta a asesinar a quienes usaban lentes “porque los lentes eran síntomas de intelectualidad”. La liberación para aquellos infelices era el tiro de gracia que acababa con sus vidas. “El que protesta es un enemigo, el que se opone, un cadáver” era el lema de Pol Pot.
Tendrían que contarles sobre los fusilados y los presos, sobre los que se fueron de Cuba y los que quedaron sin libertades en su propio país. Y por supuesto, hablarles de cómo una revolución inspirada en la cubana, acabó con nuestro país.
Tendrían que hablarles de Marx, un misógino, maltratador de su mujer y sus hijos, que nunca trabajó sino en escribir sus teorías imposibles, llenas de odio y violencia, ha producido la mayor cantidad de muertos que haya conocido la Humanidad, para, como decimos aquí “curarles el sarampión de chiquitos”.
Carolina Jaimes Branger
@cjaimesb