“Hacer con soltura lo que es difícil a los demás, he ahí la señal del talento; hacer lo que es imposible al talento, he ahí el signo del genio”
HENRI-FRÉDÉRIC AMIE
Se abusa mucho de la palabra genio.
Solemos decir siempre, un excelente abogado o médico o gerente, acaparador o un conductor, etc., y vienen inmediatamente considerados como genios.
No, en realidad un genio no es una persona más inteligente o más hábil de los demás, pero sí que piensa en forma diferente y hace cosas que los demás nunca podrían hacer. Algunos sobresalen en un solo campo, como por ejemplo en la música, como Mozart o Beethoven, otros en diversos campos como Miguel Ángel, que era escultor, pintor y arquitecto. O Leonardo Da Vinci, que se planteaba problemas inimaginables en su época, o Galileo, que revolucionó la física y la astronomía.
Y los genios militares hacen movimientos que los otros nunca verían en la mente porque miran donde todos miran. Napoleón en Tolone con un vistazo vio que moviendo la artillería en un lugar distinto, la flota inglesa sería derrotada. Cesar a Farsalo lanzó un ataque desde un punto casi imprevisible que el ejército enemigo huyó presa del pánico. Con frecuencia todos ellos tienen incluso una gran versatilidad. Napoleón reformó los Códigos y el Urbanismo. César era un excelente Ingeniero y un gran Escritor. Alejandro fue un fundador de ciudades.
Pero no siempre esta extraordinaria capacidad se dirige a una personalidad armoniosa. Los grandes realizan acciones desconcertantes, exageradas o errores graves. Alejandro bebía de manera inmoderada, Napoleón se dejó atrapar en Moscú. Cesar despidió a sus escoltas justo poco antes de ser asesinado. Y los tres tenían excitaciones nerviosas aterradoras que resultaron en crisis epilépticas.
Pero es un error asociar genialidad y temeridad. La temeridad es más frecuente en los mediocres que se entregan a los excesos, exageran para diferenciarse de los demás, para parecer originales. Los verdaderos genios, en cambio, son capaces de proyectos a largo plazo, son extremadamente rigurosos y cuidan hasta el más mínimo detalle porque no soportan lo que no es perfecto.
Otra característica del genio es que siempre logra ver la solución más sencilla, más directa, aquella que, posteriormente, otros encontrarán obvia. Pero eso es obvio, lo ven más tarde, antes de considerarlo inalcanzable, absurdo. El juicio que, sobre todo, los colegas y los empleados dan de la genialidad es, por lo tanto, casi siempre erróneo: primero lo consideran demasiado imaginativo, luego banal. Y ni siquiera el reconocimiento abierto los hace objetivos porque si primero se rieron de él, entonces después lo envidian.
Definitivamente, como emprendedores debemos estar atentos a los genios que podemos tener en nuestras empresas para ofrecerles un ambiente donde su genialidad se desarrolle y florezca adecuadamente. En muchas empresas, sobre todo en Los Estados Unidos de América, existen unos espacios de trabajo que llaman Thinking Room o Salas de Pensamiento, donde son ubicados estos genios para que desarrollen su trabajo sin mucha molestia externa y sean más productivos para la empresa. Muchos de estos genios han modificado incluso estructuras completas en las empresas donde han estado, haciéndolas más productivas y eficientes.
Italo Olivo
www.iolivo.com