Los gobernantes de todo el mundo, pasado el estupor inicial por la orden del presidente ruso Vladimir Putin de enviar tropas a las regiones separatistas del este de Ucrania, se concentraban en producir una reacción lo más enérgica posible.
Alemania dio el primer paso importante al detener el proceso de certificación del gasoducto ruso Nord Stream 2, una transacción rentable largamente deseada por Moscú, pero que según Estados Unidos profundiza la dependencia europea del hidrocarburo ruso.
El resto de la Unión Europea puso algunas de sus cartas sobre la mesa al anunciar sanciones a funcionarios rusos, bancos que financian las fuerzas armadas rusas y limitar el acceso de Moscú a los mercados financieros y de capitales europeos.
El primer ministro británico, Boris Johnson, anunció el martes que Gran Bretaña estaba imponiendo sanciones a cinco bancos y tres personas adineradas en Rusia por los últimos pasos militares rusos en Ucrania. Johnson precisó a los legisladores que las sanciones afectarían a Rossiya Bank, IS Bank, General Bank, Promsvyazbank y Black Sea Bank.
Agregó que a tres oligarcas rusos con intereses en el sector de la energía y la infraestructura —Gennady Timchenko, Boris Rotenberg e Igor Rotenberg— se les congelarán sus activos y se les prohibirá viajar a Reino Unido. Los tres ya han sido sancionados por Estados Unidos.
Johnson acusó al presidente ruso, Vladimir Putin, de “establecer el pretexto para una ofensiva a gran escala” contra Ucrania y dijo que, si eso ocurría, se aplicarían “sanciones más fuertes”.
Occidente destacó que los avances audaces de Putin en Ucrania violan innumerables acuerdos internacionales y que, al fracasar las palabras de la diplomacia, ha llegado la hora de pasar a la acción.
Las potencias occidentales han resuelto desde hace tiempo que el destino de Ucrania no merece una guerra caliente y el enfrentamiento militar directo con Rusia y la posibilidad de una guerra mundial, por lo que la única opción para concretar su furia son las opciones.
“No hay límites a lo bajo que están dispuestos a caer, no hay mentiras demasiado descaradas, no hay líneas rojas que no estén dispuestos a cruzar”: así resumió la primera ministra lituana Ingrida Simonyte el disgusto que se siente en América del Norte, Europa y las democracias fronterizas con Rusia como Japón y Corea del Sur.
Sin embargo, Putin siguió confundiendo al mundo con una estrategia que no deja en claro los alcances de una invasión que provocaría la aplicación de las sanciones más graves.
Rusia dice que estaba enviando “fuerzas de paz” al este de Ucrania, pero el comisionado de política exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, enfatizó que “tropas” rusas se encontraban en territorio soberano ucraniano.
“Yo no diría que es una invasión en toda regla, pero hay tropas rusas en tierra ucraniana”, dijo Borrell.
Los sucesos más recientes forzaron al bloque de 27 naciones a declarar un alerta y los ministros del Exterior de la UE se reunirán en las próximas horas para decidir la magnitud de un conjunto de sanciones iniciales. Éstas incluyen las presentadas previamente por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen y el titular del Consejo Europeo, Charles Michel.
Probablemente será mucho menos que el paquete “masivo” que amenazan aplicar la UE y Washington en caso de una invasión militar de territorio nacional controlado por Kiev.