En la cultura de habla castellana la ciencia ficción es un género literario muy poco cultivado y se le considera hasta como marginal. No hemos tenido entre nosotros un equivalente del francés Julio Verne (1828-1905) o del británico H. C. Wells (1866-1946). Hemos disfrutado desde la niñez y adolescencia a estos dos autores, pero hay otros casi desconocidos por nosotros los latinoamericanos.
Me estoy refiriendo a Hugo Gernsback (1884-1967), un emigrante luxemburgués que pisa tierra de los Estados Unidos en 1904. Fue un pionero escritor de ciencia ficción y en nuevas tecnologías. En 1908 funda la primera revista de electrónica Modern Electrics. En 1913 fundó Amazing Stories, una revista similar en la cual empezó a incluir historias de ciencia ficción, incluyendo su propia novela, Ralph 124C41, una lectura que seguramente han hecho con deleite y admiración Isaac Asimov y Steven Spielberg. Se le considera el “padre de la ciencia ficción moderna”, pero es un género que tiene antecedentes muy remotos en Mary Shelley, autora de Frankenstein, el moderno Prometeo, novela publicada en 1818. Pero quien escribe va mucho más atrás, pues considero que la primera novela de ciencia ficción la escribe en el siglo XVII el astrónomo alemán Johannes Kepler: El Somnium, considerada por Carl Sagan y Asimov primera novela de ciencia ficción moderna y sobre lo cual escribí una crónica para el diario El Impulso, de Venezuela, en marzo de 2018.
Pero como género de masas nace indiscutiblemente la ciencia ficción en los Estados Unidos a principios del siglo que nos quedó atrás. Ese país estaba entonces a la vanguardia con Alemania de los avances científico técnicos. Se admite que la fecha está alrededor del emblemático año 1920, poco antes del crack de la bolsa de New York de 1929. Su base narrativa deviene de las ciencias de la física, química, biología y la sociología. Nunca se va a lo metafísico o sobrenatural, crea una nueva realidad desde el conocimiento científico de su autor. No le podemos pedir armas atómicas a las ficciones de Julio Verne.
Lo que sí es cierto es que el término «ciencia ficción» fue acuñado y le dio uso consistente Hugo Gernsback cuando lo incorporó a la portada de una de las revistas de narrativa especulativa más conocidas de los años 1920: Amazing Stories. Antes de ese año se llamaba a tales relatos de otra manera: viajes fantásticos, novelas científicas, relatos de mundos perdidos, en síntesis una proto ciencia ficción. Las revistas pulp Weird Tales y Munsey´s Magazine serán unas de ellas.
Este año emblemático de 1926 ve nacer el pulp (revistas basura, revistas baratas de pulpa reciclada) conteniendo ciencia ficción, unas encuadernaciones rústicas, de bajo costo, de gusto del gran público, hogaño hasta se habla de una literatura pulp para gente de bajos recursos o semianalfabetas. En Francia eran llamadas Biblioteca Azul y en Alemania Volksbüchlein. La película de Quentin Tarantino Pulp Fiction (1994) se refiere a estas cartillas baratas.
Tenían los pulps como ejes temáticos los westerns, detectives, aventuras de piratas, historias de terror. La Revista Argosy, editada en 1882, se considera la primera pulp estadounidense.
No obstante, el desarrollo de la ciencia ficción estadounidense como género literario específico hay que buscarlo hasta 1926, año, como ya dijimos, en el que Hugo Gernsback funda Amazing Stories, creándose la primera revista dedicada exclusivamente a las historias de ciencia ficción. Fue él quien eligió el término scientifiction para describir a este género incipiente, el nombre de Gernsback y el vocablo al que dio origen han quedado unidos para la posteridad. Nace de tal manera los comics de ciencia ficción.
Las historias que se publicaban en esta y otras muy exitosas revistas pulp (Weird Tales o Cuentos extraños, Black Mask o Máscara negra), no gozaban del aval de la crítica seria, que en su mayoría las consideraban sensacionalismo literario, sin embargo fue en estas revistas, que mezclaban a partes iguales la fantasía científica con el terror, donde empezaron a brillar algunos de los grandes nombres del género, como Howard Phillips Lovecraft, Friz Leiber, Robert Bloch, Robert E. Howard, verdaderos genios del terror y la ciencia ficción. Todo ello atrajo a muchos lectores a las historias de especulación científica propiamente dicha.
Echemos un vistazo a la portada del primer número de la revista Amazing Stories, aparecida en New York, Estados Unidos, en abril de 1926 (La última aparecerá en 2005) bajo la casa editorial Experimenter Publishing. Aparece el nombre de su creador y editor: Hugo Gernsback, al precio de 25 centavos de dólar cada ejemplar. Ofrece historias del autor britanico de La guerra de los mundos, H. C. Wells; Jules Verne, quizasDe la Tierra a la Luna; y Edgar Allen (sic) Poe, que podría ser Revelación mesmérica (doctrina de Franz Mesmer que sostiene que imanes y animales curan enfermedades)
En primer plano de la portada descuellan la inscripcion Amazing Stories colocadas como en líneas de fuga,como si volaran; más abajo el muy colorido planeta Saturno y sus imponentes anillos, astro que se halla muy cercano a lo que se supone sea la Tierra, nuestro planeta. Sobre dos prominencias casi piramidales de hielo, provocadas por el enorme campo gravitatorio de Saturno, y violando la lógica, se hallan dos embarcaciones de propulsion mixta, viento y vapor, que no exhiben nacionalidad alguna. Del bote de la izquierda descienden, auxiliados de cuerdas unos exploradores. Otros avanzan hacia nosotros los lectores en patines sobre hielo y parecen disfrutarlo. Dejan marcas visibles en la superficie de un lago congelado. Usan ropas protectoras que parecen de pieles de animales, lo que los hace parecer un tanto primitivos. No aparecen allí animales como aves, osos polares o pinguinos. Ninguna vegetación.
Al pie de la revista aparecen varias palabras sobre fondo azul: Experimenting Publiser Company (la casa editora), New York como sede de la Editorial), Publishers (roto) New, Science & Invention, Amazing Stories, Radio Internacional (una emisora propiedad de Gernsback).
Este primer ejemplar tiene una dedicatoria manuscrita de H. Gernsback a un amigo, tiene por fecha 1° de agosto de 1965, lo cual le da un valor adicional a este primer número de Amazing que debe costar una fortuna entre los coleccionistas.
Sorprende que haya sido un emigrante de un pequeño país, Luxemburgo, de lengua germánica, quien le haya dado nombre a este genero literario que ha ido con gran éxito al cine y la televisión. Perdidos en el espacio, El túnel del tiempo, Blade Runner y La guerra de las galaxias tienen en Gernsback al genio que le da nombre definitivo y un gran impulso a esta literatura.
La historieta o cómic de ciencia ficción constituye uno de los géneros más importantes en los que puede dividirse la producción historietística. Según los españoles Ricardo Aguilera y Lorenzo Díaz, éstas popularizaron el género y fijaron su imagen en la retina de millones de lectores. Antes que cualquier otro medio ofrecieron las escenas más acertadas de la navegación interestelar, de los alunizajes, de las bombas atómicas o de las sociedades hiperindustrializadas. Una muy fértil imaginación.
Luis Eduardo Cortés Riera