La Guajira, estado Zulia, es una región que está en emergencia agravada debido a la pandemia de COVID-19, además que sobrevive en medio de una pobreza multidimensional y la desatención de las autoridades.
De acuerdo con un reportaje realizado por la Comisión para los Derechos Humanos del Estado Zulia (Codhez) junto a El Pitazo, la educación, alimentación y transporte de La Guajira están en total abandono.
Asimismo, el servicio eléctrico y de agua potable es calificado como un lujo por los habitantes de esta región zuliana.
Kewin González, quien vive junto a sus padres, hermanos y sobrinos en una casa de la Gran Misión Vivienda Venezuela, no tiene luz, agua potable ni gas doméstico.
González cuenta que su casa está en la población de Caño Paijana, en la parroquia Sinamaica y que es una de las 14 comunidades indígenas con una población de 1.660 habitantes que componen este eje foráneo.
“Camino 40 minutos al día para llegar a un pozo artesanal que tenemos a 600 metros de la casa. Me levanto tempranito y preparo al burro que tenemos con dos garrafas. Hago dos viajes para poder traer cien litros de agua que usamos para bañarnos y tomar”, contó.
Agudizada la falta de agua
Al igual que la familia de Kewin González, otras 15 familias que conforman el caserío repiten la faena. El agua a la que tienen acceso no es potable ni está tratada.
Con respecto al agua, los habitantes de la zona comentan que hace poco más de dos años que los camiones cisterna no prestan el servicio de distribución de agua de forma continua, por lo que las familias ubican la vena de agua dulce en las tuberías principales que atraviesan la zona y construyen un pozo artesanal.
“Cuando hay calor toca aguantar porque no hay nada que hacer. Para poner el transformador pidieron postes y guayas pero no los han traído. Ya estamos acostumbrados a dormir con calor, a vivir a oscuras. Tomar agua fría es un lujo, a veces compramos un pedazo de hielo”, dijo Greilis González, hermana de Kerwin.
Caminar para estudiar
Greilis González dijo que sus hermanos más pequeños van caminando a la escuela Los Puertecitos que es la más cercana. En otros tiempos funcionaba un servicio de transporte público para las familias del eje foráneo, pero con la crisis de combustible y la carencia de recursos para sostener un vehículo, ahora esto no es posible en este eje foráneo de La Guajira.
“Los niños comenzaron a caminar este año una hora de ida y otra de vuelta para ir a la escuela. Como no hay luz, no hay educación virtual”, contó.
Por su parte, Heberto Ferrer, director de la Unidad Educativa Nacional Los Puertecitos, explicó que la falta de electricidad, agua potable y alimentación deterioran la calidad educativa pese a los esfuerzos de padres, representantes y profesores.
“Aquí no están dadas las condiciones para cumplir con una educación de calidad. No tenemos salas sanitarias, los niños van al aire libre. El agua que tenemos es porque la autogestionamos con la colaboración que dan algunos representantes para la inscripción de los niños y con eso compramos agua”, dijo Ferrer.
Estudiar con el estómago vacío
El reportaje de Codhez y El Pitazo señala que en el sector Virgen del Carmen, en Paraguaipoa, hay una infraestructura de una base de misiones que fue rescatada por la comunidad hace cuatro años. Allí, hoy funciona el Maternal Centro de Educación Inicial Virgen del Carmen, que atiende a 52 niños de uno a cuatro años.
Isabel Correa, quien tiene una niña de cuatro años estudiando ahí, dice que su hija va allí al menos dos veces a la semana porque no tiene comida.
“Hay madres que no tenemos para alimentar a nuestros hijos antes de venir a la escuela. La alimentación es lo más importante, por eso queremos que nos ayuden con recursos para poder salir adelante con nuestros hijos”, dijo.
Para comer hay que caminar
Los programas de alimentación que promueve el Estado tampoco llegan a este eje foráneo de La Guajira. “Aquí hay Mercal, pero la bolsa viene a veces, no es fijo, es cuando ellos quieren”, dijo Kerwin González.
Durante la última semana de enero de 2022, después de dos meses, los habitantes de Caño Paijana caminaron 12 kilómetros para llegar al pueblo de Sinamaica donde les vendieron la bolsa que les corresponde por familia.
“Aquella vez pagamos 10 mil pesos por la bolsa de Mercal; trajo dos kilos de harina, cinco kilos de arroz , un kilo de pasta, una salsa, una mayonesa y un café. Eso nos rinde cinco días, después tenemos que comprar más comida. Esa bolsa cuesta en efectivo 20,00 bolívares o cinco dólares, pero aquí no se ve el bolívar, todo es en pesos colombianos”, aclaró González.
DDHH en violación sistemática
José David González, coordinador general del Comité de Derechos Humanos de la Guajira, advirtió que la inobservancia y desatención a las necesidades de la población wayuu derivan en una violación sistemática de los derechos fundamentales en el territorio indígena.
“Todos los atropellos que ha sufrido el pueblo wayuu cambian de manera radical nuestra cotidianidad y movilidad”, dijo el defensor de los derechos humanos.
Leer más: www.runrun.es