El Consejo Consultivo de la Ciudad de Barquisimeto me ha hecho el honor de designarme consejero honorario. Lo acepto emocionado y lo agradezco inmensamente. Gracias a los consejeros por todo lo que hacen por la Ciudad de Nosotros y gracias por su generosidad al invitarme a ser parte de esta hermosa iniciativa ciudadana que conozco, aprecio y sigo con tanto orgullo barquisimetano como interés venezolano desde el primer día.
La compañía, admirada con respeto y afecto por quien escribe, eleva el honor a alturas siderales. Mi padrino de promoción lisandrista Rafael Cadenas, Ana Emilia Mauriello, Alberto Castillo, “Paquita” Ravasio y mis fraternos Mariano Briceño Yépez amigo desde la temprana juventud, Carlos Mascareño compañero de quimeras y andanzas por los rincones de la geografía venezolana y dígame Luisa Pernalete, mi amiga desde su kínder con Machecha en la Inmaculada.
Barquisimeto es la tierra de mis primeros pasos, decisivos en el rumbo que tomó mi vida. Aquí comenzó la forja de mis vocaciones en el servicio público, la docencia y la escritura. Aquí fueron mis primeros aprendizajes, mis primeras experiencias, mis primeros compromisos. Mis primeras amistades, mis primeros amores y desamores. Mis primeros contactos con la realidad y sus exigencias, con sus logros y frustraciones.
Ser barquisimetano es mi manera de ser venezolano. Y no sólo hablo del paisanaje que impregna una cultura y un talante abierto, esa que llamaba Macías Mujica “la hospitalidad creadora”. También por el paisaje. Por imperativo del paisaje, como barquisimetano, tengo conciencia de que aunque amanezca encapotado, siempre sale el sol y que no es necesariamente un problema, no nos entristece que oscurezca cuando el sol se pone. Porque vivimos nuestros atardeceres, sabemos que puede haber un milagro diario.
Por la misma razón del paisaje, también entiendo que hay un lado árido, agreste y uno verde, fértil que en los dos hay belleza y que son parte natural de la vida.
Como barquisimetano, mi sueño es que Barquisimeto realice su vocación natural de espacio abierto, propicio para el encuentro y que sea una ciudad para vivir. Para vivir, no sólo para sobrevivir, porque sobrevivir no basta. La vida es la realización plena de cada uno en lo personal, lo familiar y lo comunitario. Tener oportunidades de desarrollo que es el paso de un nivel menos humano a un nivel más humano de vida.
Siempre podemos servir más y servir mejor. Los cambios que Barquisimeto necesita para desarrollar su vocación en cuanto a servicios, comunicaciones, seguridad, equidad, ameritan un entorno nacional favorable en lo que toca al Estado democrático y social de Derecho para aprovechar cada vez mejor las oportunidades y afrontar los retos globales, pero tengamos cuidado con posponer cualquier aspiración de mejora para cuando todo mejore. No esperemos el cambio para adelantar los cambios que puedan lograrse. Al contrario, vayamos construyendo el cambio a través de los cambios. Pacientemente, tenazmente, inteligentemente.
Barquisimeto puede ser una ciudad mejor para vivir y lo será. Depende de que todos pongamos la parte que nos corresponde y ah mundo, ojalá un poquito más.
Ramón Guillermo Aveledo