En un país cuyo presidente en cadena por los medios de comunicación social da el mal ejemplo al justificar que los pobres roben, es de esperarse el surgimiento de delincuentes que lo emulen. Es el caso de Carlos Luis Revette, alias “el Koki” ultimado recientemente por las fuerzas de seguridad del régimen que le cayeron a montón. Es otro sacrificado por éste en momentos cuando el mismo requiere de una limpieza para aparentar cierta decencia ante la ONU y la CPI.
Éste encontró en el actual sistema el terreno fértil para su accionar. Pues el mismo lo tuvo como su aliado en la implementación de las llamadas “zonas de paz” a cambio de no actuar o hacerlo en otra parte. De una revolución que nació corrupta no podía esperarse algo diferente. Este es un país en manos de hampones o mafias de: cuello blanco, verde, rojo y sucio. Y, precisamente en 2 decenios de revolución bolivariana lo que más ha crecido en la nación es la delincuencia en lugar de la economía y la educación.
Al Koki se le podría considerar el nuevo tipo de delincuente parido por el socialismo del siglo XXI. Muy diferente a los existentes durante los 40 años de la cuarta república que los tuvo a su manera. En nada se parece a los hampones del pasado sin ese sentido de estrategia global para acometer sus delitos. Víctor “Traca Traca” Medina de El Manteco se quedó corto ante este Koki. Aunque aquel era muy audaz pues intentó cometer solo, en la década de 1960, un atraco al banco Caribe en la avenida 20 para ser abatido por la policía.
Con sus dotes de cacique de barrio se forja e impone en la conformación de un novedoso tipo de banda delictiva. Todo ello a tono con los cambios producidos en el mundo donde la tendencia permanente es a la excelencia organizacional en los más variados órdenes. Lo hace a conciencia de su natural carisma que inspiraba respeto y miedo entre los suyos y al exterior de la sociedad.
Plantearse la unificación de bandas delictivas significa tener visión aunque empírica y distorsionada de la gerencia moderna en un mundo globalizado. Se trata de la visión cartelizada del delito para actuar con mayor eficacia y acierto. Ello se lo planteó este lumpen caído al enfrentar a los cuerpos poli-militares.
Lograr evadir a los cuerpos policiales por el lapso de más de 7 años solo lo hace un elemento habilidoso y ducho practicante de ciertos principios de la guerra, que aprende de su cotidiana y azarosa vida delictiva. Eso lo convirtió en el delincuente más buscado por los organismos de seguridad.
Por lo que en sus andanzas puso en jaque a varias policías amparado en la superioridad de su armamento y cojones que caracterizan al lumpen social cuando exponen la vida. El soporte de la violencia combinado con cierta inteligencia. Pues hoy en Caracas hay zonas a donde no pueden acceder policías y militares. El poder del armamento de los malandros se los impide controlando amplios territorios a su real antojo.
Darse el lujo de amenazar con quitarle la vida al presidente de la república es obra de quien se sabe con el poder de las armas que posee más la necesaria osadía. Algo muy propio de un país como la actual Venezuela donde pulula el hampa de variados tipos. Se sabe de por lo menos unas 300 bandas delictivas que actúan a sus anchas en el territorio nacional vinculadas a policías y militares.
El Koki es el reflejo de varias imágenes de un país destruido por un desgobierno: el accionar de las mafias, la miseria de la mayoría de sus pobladores, ausencia de la ley, la crisis de valores y principios, falta de pluralidad político ideológica, el derrumbe de la educación, la pérdida de amor al trabajo y la fuerza indiscutible del lumpen social en unión con el lumpen político. El Koki murió en su ley: la de la violencia, la única que conocía.
Freddy Torrealba Z.