Estoy de nuevo aquí para contarles que fui al Valle del Turbio y hallé seco todo lo que hasta hace unos años era verde y hermoso, la gran melena de la caña estaba ausente, seca, igual que la grata hermosura de los girasoles que tanto encantaban la vista y embellecían el paisaje barquisimetano. Me dio mucha tristeza ver cuán dañina puede ser la mano malvada del verdugo que ha acabado con casi todo lo que tenía vida y era lindo.
Salí de aquella zona desértica con la esperanza de que en el cáliz de todo aquello hubieran quedado guardados los néctares de las flores que arrasó la mano aleve y criminal. Ni el verde paisaje ni los nidos ni los arrullos hallé en medio de la devastación del Turbio. Solo pude imaginar que para quienes tuvimos el placer de tener una tierra hermosa, quedaron en el corazón sepultados aquellos sueños que ya nadie sueña…
De nuevo aquí recordando las brisas mañaneras que como aves pasajeras regresan y se van calladitas, que avanzan y se pierden en la gran inmensidad. De nuevo aquí imaginando aquel paisaje verde en el que el lujurioso e insaciable colibrí atravesaba el espacio vibrando, buscando robar a cada flor de la espesura, la delicia de sus ricas ambrosías.
De nuevo aquí recordando las palabras de Carl Jung quien escribió que “La visión sólo llega a ser clara cuando uno puede mirarse el corazón, porque el que mira hacia fuera sueña, el que mira hacia dentro despierta” De nuevo aquí viendo que no hay nada en la penumbra, que cualquier brillo que se vea puede ser un ángel, nunca un demonio.
Anoche estuve de nuevo aquí viendo cómo el viento desvestía las flores, los sueños, los recuerdos y momentos de poemas que las ráfagas y viento foráneo arrasaron y de un zarpazo decapitaron hasta las mismas alegrías… De nuevo aquí viendo como el aire ya no quiere ser aire, y el alma ya no quiere espíritu, porque si para unos hay frío en su ocaso, para otros en el más crudo invierno los acompaña la cobija del fuego más abrasador…
Amanda N. de Victoria
