Los problemas derivados de la COVID-19, el temor al contagio y a sus consecuencias para la salud o en el plano laboral y familiar, están causando unos niveles de ansiedad y estrés que hacen que la calidad del sueño sea deficiente y se estén presentando numerosos casos de insomnio.
El insomnio crónico es de por sí el trastorno del sueño que se da con mayor frecuencia en la población y se presenta de dos formas; bien como una dificultad para mantener el sueño una vez que se ha logrado conciliar, o bien como un problema al inicio que se manifiesta en problemas para lograr conciliar el sueño en menos de 30 minutos.
Aumento de la sensibilidad hacia la salud mental
La pandemia está afectando a la salud mental en general, y se ha detectado que ya hay millones de personas con un cuadro depresivo provocado por las consecuencias de una situación acumulada de confinamiento, miedo, pérdidas personales y económicas y una marcada incertidumbre sobre cuánto durará esta situación.
Cuando se habla de salud mental se engloban diferentes vertientes como las adicciones, las alteraciones del comportamiento y alimentarias. Por supuesto, también se incluyen las del sueño por las consecuencias que esto tiene en la calidad de vida de las personas. Cada año hay un porcentaje mayor de la sociedad adulta que presenta problemas continuos para conciliar el sueño, y esto repercute en su vida diaria y ahora se está presentando en mayor porcentaje por la ansiedad y el estrés que provoca la pandemia.
Diferentes factores no ayudan a que se descansen las 8 horas y media que se aconsejan por lo general (si bien es cierto que hay personas que, sencillamente, necesitan menos horas de sueño para rendir de forma adecuada). Es tan común esa falta de sueño que la sociedad la está normalizando erróneamente, y hemos de tener en cuenta que ese panorama oculta que hay una realidad relacionada con el insomnio, y es muy importante que se trate cuanto antes con médicos especialistas.
Cuando se trata de un caso leve temporal, sí que es posible paliar la situación con el consumo de medicamentos, e incluso productos naturales que favorecen el descanso nocturno, pero cuando se detecta que hay un problema mayor que no se soluciona con el consumo de estos fármacos porque están resultando insuficientes, se hace necesario otro tipo de tratamiento profesional.
Y es que, como en tantos otros aspectos, la pandemia ha pasado factura a los ciudadanos, aumentando considerablemente la sensación en muchas personas de abatimiento o decaimiento, presentando problemas para dormir, mayores niveles de ansiedad y dificultades para concentrarse en las tareas por diversos factores entre los que destaca la ansiedad que provocan el aislamiento social obligatorio y la incertidumbre.
Las señales de ansiedad
Pensamientos como el que muera un ser querido, el miedo al contagio y sus efectos, a perder el trabajo o quedarse sin ingresos han sido los que han provocado esos niveles de ansiedad, que finalmente afectan inevitablemente también a la calidad del sueño y esa falta de descanso puede llegar a enfermarnos.
Se recomienda que las personas con una situación emocional con estas características y síntomas acudan a un centro especializado para recibir una atención personalizada y adaptada a sus necesidades de sueño reparador. El sueño de calidad debe ser visto no como un lujo, sino como una necesidad para mantenerse sano, y si se presentan dificultades para el sueño reparador es mejor tratarlo y lograr disfrutar de ese necesario descanso.
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