La polémica en torno a la vacunación contra el covid-19 y sus diversas mutaciones, argumentando la obligatoria necesidad de su aplicación como uno de los cuidados preventivos más seguros contra la pandemia, y quienes se niegan a ser vacunados, abanderados con justificaciones poco razonables y dudosas, tiene más de un siglo de haber comenzado. Data de los días de la creación del proceso de inmunización inducida, provocado al inocular en forma atenuada el agente productor de una enfermedad –la llamada “vacuna”—resultado de la investigación realizada por el científico francés Louis Pasteur.
La inmunización inducida, sistematizada por Pasteur, recibió duras críticas de otro destacado hombre de ciencias de Francia, el doctor Claude Bernard quien veía y presentía una serie de riesgos operativos en el proceso creado por Pasteur y abogaba por la respuesta natural del organismo.
El criterio básico del cuestionamiento de Bernard era que los microbios pululan en todo los ambientes: En el agua, el aire, los objetos, y no provocan daños en todas las personas. El organismo sano es inmune al microbio. Su concepción la resumía en una breve sentencia: “Los microbios no son nada. El terreno, la inmunidad natural, lo es todo”.
El criterio puesto en juego por Pasteur para insistir en la vacunación, era muy lógico. En un organismo realmente sano no es posible el asalto microbiano (el terreno es estéril, caso en el que Bernard tiene razón). Su error –pensaría Pasteur– es que no todos están sanos integralmente y no hay medios ni tiempo para saberlo, la alternativa es vacunar, que salvaguarda a los propensos a contagio, sin hacerle daño alguno a los sanos.
¿Existen indicadores confiables del grado de fortaleza e inmunidad orgánica?.
En efecto, existen. Son tres los llamados valores frónicos indicadores del perfecto estado de salud cuando están en su justo punto de armonía. El primero a considerar es el balance acidez-alcalinidad de los fluidos del cuerpo. Valga anotar que no hay acuerdo unánime en torno al valor exacto. La escala de medición va del 1 al 15. Mientras< más bajo el número, más ácido. El valor 7 es neutro y a partir de esta cota numérica se acusan estados alcalinos. Una mínima tendencia alcalina se considera ideal en cuanto a la salud corporal.
Y, cuánto es una tendencia mínima?. La gran mayoría se inclina por un valor entre 7,3 y 7,5.
Un segundo valor de la fortaleza inmunológica lo da la resistividad del organismo a la circulación de las corrientes di-eléctricas del cuerpo. Se mide en ohmios. El número ideal es 200 (Ω).
El último indicador de la perfecta salud es el que refleja el balance Redox (“reducción-oxidación”). Este número señala el estado electrolítico del organismo. Importante recordar que la mujer es más reductora que el hombre, cuya tendencia es a la oxidación.
Un estado perfecto de salud obedece al justo balance de los tres valores en su punto óptimo. Existe una opinión generalizada de los especialistas respecto al tema, señalando el sector etario entre los 8 o 9 y los 11 o 12 doce años como la etapa en que el cuerpo humano, en forma natural, alcanza su mayor potencial salutífero-inmunológico.
Apartemos del caso a los dos científicos franceses, el creador del proceso Louis Pasteur y su antagonista Claude Bernard avanzando ahora unos pocos decenios. Las contradicciones se olvidaron, dejando apenas el dato anecdótico y en todo el Siglo XX la vacuna reina sin mácula como el más sólido y eficaz muro preventivo contra decenas de males. Su probada y comprobada eficiencia la convierte en una panacea universalmente aceptada y sin chistar por el 99% coma sopotocientas milésimas de la población mundial.
Muestra incuestionable de la confianza y fe en la inmunizacón inducida, fue el desborde emocional y los millones de oraciones agradeciendo a las vírgenes del cielo la vacuna contra la poliomielitis. El glorioso acontecimiento no cesó de recibir elogios, alabanzas y repiques de las grandes catedrales.
La mayoría de aquellos acontecimientos se deslizan a la anécdota muy rápido, aunque no con el vertiginoso ritmo al que se desvaneció en un alto porcentaje de la población mundial el elevado margen de confiabilidad obtenido por el tratamiento con vacunas de decenas de enfermedades, algunas como la viruela erradicada en forma total. Es indudable que la masiva deserción es el resultado de una manipulación política, manejada con refinada crueldad y despliegue cínico, al punto que no sería de extrañar un movimiento en pro de castigo a los culpables. Más claro, tales conductas y cualquier otra actitud que administre la salud con criterios políticos deben ser calificadas crímenes de “Lesa Humanidad”.
Es hora y motivo de intervención de la OMS (Organización Mundial de la Salud) contra semejante barbaridades de conductas y manipulaciones con intereses políticos de soporte, cubriendo las manos de la economía dolosa de los laboratorios de alto prestigio. que usan una gama de trucos “legales” en el manejo de sus registros contables, elevando sus ganancias a cifras obscenas, además que sirven también para burlar al fisco. Manejan su administración mediante la práctica de dividir la firma general en varias pequeñas empresas. En conjunto el grupo realiza el trabajo de la gran firma y la evolución de un aspecto cualquiera del producto final, lo adscriben a una o dos de las empresas a las que deben “pagar costos de investigación, uso de patentes y licencias, etc”. Pagos y costos de mentiritas, la mayoría son apenas registros contables, válidos y aceptados como auténticas erogaciones de dinero, justificatorio de la elevación del precio del producto en dos órdenes, pues además del mayor pvp acordado, disminuyen la presentación. Todo un negoción. Se intercambian vidas humanas deterioradas, por euros, dólares y franco suizos contantes y sonantes… El cochino y de ñapa, cruel dinero…
Pasemos esa fea página de la desmedida ambición y vamos al encuentro de personas diferentes, amables y diligentes con el necesitado de una mano amiga, dispuestos a servir por el placer y la satisfacción de ser útiles.
Se sabe que la inmunización inducida es un proceso que se da en forma natural en personas que por razones profesionales tienen contacto frecuente en micro-dosis o apenas trazas de sustancias venenosas, a lo que su cuerpo responde generando anticuerpos que combaten y liquidan al agente invasor antes que pueda hacer daño. En la medida en que el contacto microbiano persiste por razones del tipo de trabajo, tarea o investigación en ciernes, la persona prosigue absorbiendo nano-dosis o solo trazas del agente venenoso, generando en consecuencia más anticuerpos, reforzando su sistema inmunológico hasta el punto de alcanzar inmunidad total contra esa cepa microbiana e incluso otros venenos del mismo tipo.
El Estado Lara, nuestra amada región, fue testigo de un caso extremo de salvación de una vida, gracias a la inmunidad natural de un militar norteamericano contra el veneno ofídico coralino y el hermoso y práctico sentido solidario –miles de veces manifiesto – de los grupos radio-aficionados.
Resumo la narración de los hechos, que en su momento recibieron la precisa y amena redacción de Salvador Macías (qepd).
Por una vía rural camina fatigado e intentando ir más de prisa, un labriego de la zona. Carga en sus brazos a un niño desmayado por los efectos de una mordida de coral. La buena fortuna interviene al alcanzarlo un vehículo que le recoge presuroso al ver la situación. Además es un radio-aficionado y de inmediato lanza al aire la noticia de la situación. Se encadenan otros radios y se enteran de la carencia del suero antiofídico coralino en los serpentarios a recurrir…pero otro radioaficionado en Florida, aviador de alto rango militar está a la escucha y enterado del caso interviene de inmediato. Es uno de esos contadísimos seres autoinmunes, cuya sangre es un antídoto. El alto oficial piloto de caza-bombarderos coordina de inmediato con sus colegas radio-aficionados en cadena, su intervención para salvar la vida del infante víctima de la coral. El caza bombardero supersónico llegó dos horas después al aeropuerto de Barquisimeto donde estaban listos para su contribución a salvar la vida del afortunado chiquillo.
Una jugarreta del destino en la que un grupo de seres humanos, de las más diversas condiciones sociales, económicas y profesionales, mostró uno de esos rasgos que nos hacen sentir orgullosos de pertenecer a la misma especie.
Pedro J. Lozada