Un concepto muy conocido por todos dice que “orar es el acto de hablar con Dios como un amigo”. Y es lo que todo cristiano, pase por lo que está pasando, debe hacer. Pero hay ocasiones donde la oración debe ir más allá de una simple conversación con Dios, sobre todo cuando nos atacan pruebas fuertes que debemos afrontar. Cuando el enemigo te busca con ahínco para destruirte. Es la enseñanza que el salmista David nos dejó cuando era perseguido para ser asesinado. Dice. «Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. «Sal. 42: 1. Estoy absolutamente convencido que en las pruebas más fuertes por las cuales estemos pasando esa debe ser la actitud de todo creyente.
La palabra bramar viene del hebreo “arag” que significa anhelar. Y el ciervo, era un animal noble, temeroso y tímido que convivía en aquellos parajes áridos y calurosos por donde David huía y se escondía para no ser asesinado por Saúl. El agua, obviamente era extremadamente escasa. Sobre todo en tiempos de verano, y el ambiente, por momentos, rayaba en la desesperación. Sucedía entonces, que la poca agua que se podía conseguir, el tímido ciervo no se atrevía a acercarse a ella, por cuanto los animales salvajes que permanentemente le acechaban no lo dejaban. Ahora, Uds. se podrán imaginar al pobre animal parado en una colina, con la corriente de agua en frente de sus ojos y no poder acercarse a beberla. El sonido gutural que debió salir a través de lo más hondo de su garganta, anhelando aquella agua, debió ser impresionante.
Así compara David la necesidad de Dios en su vida. Si nosotros agudizamos nuestro intelecto y meditamos en este texto. Si imaginamos la angustia de David y su inclinación profunda por buscar de Dios y pedimos de él esa misma actitud, Dios puede ayudarnos a anhelar como el salmista anhelaba la compañía divina. De verdad me impresionan los sentimientos de David por amar y depender ciento por ciento de Dios. Debe ser hermoso guardar ese sentimiento tan profundo que tenía este hombre por su Creador, Redentor y Salvador. Por lo cual nosotros, en estos tiempos tan difíciles que estamos viviendo, esa debe ser la misma actitud. Debemos caminar hacia al allá, pedir, buscar, llamar.
Otras expresiones del Rey cuando se comunicaba con Dios son estas. «Yo he anhelado tus mandamientos». «He deseado tu salvación». «Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo.» «Quebrantada está mi alma de desear tus juicios en todo «tiempo». Este es el espíritu de la oración y de lucha que tenía el salmista y debe ser la nuestra hoy día también.
Por ello, es triste encontrarnos con situaciones donde nosotros mismos somos los protagonistas al menospreciar el acto de orar. No darle la importancia que tiene para la vida diaria. Sin embargo, no importa que la oración sea corta si la actitud es la adecuada. Que pueda llevar ese “bramar” que salía del corazón de David. Hay que estar claro, una larga, ruidosa, gritada y elocuente oración, sino sale de un corazón verdaderamente necesitado, de nada servirá delante de Dios.
“Cuidad celosamente vuestras horas de oración y autoexamen… Él solo puede dirigir correctamente nuestros pensamientos. Él solo puede darnos actitudes nobles y modelar nuestros caracteres a la semejanza divina. Si nos acercamos a él en oración ferviente, llenará nuestros corazones de santos y elevados propósitos y de fervientes y profundos anhelos de pureza y limpieza de pensamiento”. Libro. EN LOS LUGARES CELESTIALES. Elena de White.
¡Hasta la próxima semana Dios mediante por la WEB!
William Amaro Gutiérrez