Los Libros de autoayuda, sean de corte gerencial, mercadeo, autoestima u órbita espiritual, nunca fueron de mi predilección por razones de formación muy temprana en psicología y antropología, la lectura de la Biblia, “El Quijote” y por si fuera poco cuanta poesía cayera en mis manos; llevado por una avidez que fomentaban mi Tía y mi Madre. Es la razón por la que títulos como ”Mondongo para la Mente”, “?Cómo vender azúcar a las abejas?” o la “Quinta Patada”, nunca solicitaron mi atención; no obstante por curiosidad y tareas de diplomados tuve que enterarme del cuento de los lácteos.
Dicho lo anterior, paso a mi breve reflexión sobre los problemas del queso fresco, el curado y otros; incluiré un breve relato acerca del catire Molinari, quién a diferencia de Oli, Corri, Kif y Kof ni siquiera llegó a tener ni una vez porción alguna de apetitoso queso. Congelado en un pasado remoto, nunca se enteró que en la vida se sucedían cambios y las personas normales los afrontaban : indecisos algunos, con mayor empeño otros cargados del temor al fracaso los más y hasta con valor unos pocos. El Catire anduvo colectando migas y sobras mohosas, porque de los buenos quesos no le llegó ni el aroma. Congelado en el tiempo se negó a vivir. Rumió una rutina vegetativa pensando cada día, que no podía ser de otro modo, porque Ana Carlina, su maestra en un remoto y gélido 4to grado, le escondió el queso “persecula seculorum”. Simple y llanamente -repetía incesante el Catire – Ana Carlina me jorobo la vida.
Los quesos, que en Venezuela debieran ser cambures, a no ser por la fuerte hegemonía que sobre nuestro país ejercen las culturas foráneas, en especial las anglosajonas, se mueven y cambian de sitio y lugar, se agotan, enmohecen, desaparecen y hasta el que se deja en la mesa se lo comen los malandros.
Comencemos por ver si la pregunta del cuento, encontró respuesta satisfactoria. Lo cierto es que no fue respondida por estar mal formulada. Kif y Kof creyeron por mucho tiempo que el queso fue robado. Después de muchas dudas, titubeos y pasos fallidos, Kof comprende que nadie se lo robó; solo se agotó. Pero en vez de enfrentar sus dudas y afrontar las vicisitudes en búsqueda de su queso supuestamente robado descubre que éstos pueden sufrir y enfrentar decenas de problemas : se agotan, se pudren, se desmoronan; o te lo quita y dejas de disfrutarlo, un competidor más astuto, más agresivo, mejor preparado y capacitado, quien se apodera del porcentaje de mercado rentable que fue tuyo por años pero no supiste mantener ante la competencia de un depredador triunfador — diría la gerencia anglosajona—máseficiente -.
La parábola del queso es aplicable a muchos casos, su simplicidad le otorga aceptación en la gerencia moderna y en el mundo de la competitividad profesional de cualquier género. La cultura anglosajona tiene un elevado poder de seducción entre nosotros. Es la famosa colonización mental tan criticada por sociólogos y políticos de toda pelambre. Su carácter y marcada influencia en las dimensiones del “management” es muy lógico. La gerencia moderna es su invento, sus reglas y evolución, el dinamismo de sus procesos de actualización y la velocidad con que se optimiza, son propios de una cultura colectiva afincada de raíz en la praxis y el empirismo, convertidos en vitrinas constantes de observación y análisis. Ningún romanticismo anida en las concepciones operativas gringas. Los sumos pontífices del mercado y la productividad surgen en aquel lado del mundo e imponen sus criterios bajo la óptica del rendimiento máximo y la competitividad sólo al alcance de los mejores, el “triunfador”. Y ese candidato a triunfar que aspira ser el mejor, el publicista número uno de las formas de obtener el más exquisito de los quesos, a todo tren y en plan de triunfo cambia sin miramientos en toda ocasión que sea necesario, hacia lo mas amplio, más alto, más profundo, más MAS.
Pero una idiosincrasia caribe-salsosa permitiría que tales formas de pensamiento se entronicen eficazmente en nuestras actitudes? Por ahí se pregona a voz en cuello, solidaridad, participación, humanismo integral, armonía ambiental, desarrollo sustentable, respeto a la biodiversidad. A los creyentes de buena fé aunque sea en una pizca de tales discursos les recuerdo que para quienes se preocupan por los mejores quesos, eso es sólo retórica, romanticismo trasnochado y monsergas. Money, money, time is money. Acaso exagero?
Quiénes se han negado a firmar el protocolo de Kyoto y el tratado de Río de Janeiro? ¿De qué forma resolvemos las paradojas y contradicciones?
Manolito, el de la tienda de ultramarinos de la tira cómica Mafalda (Quino, caricaturista argentino) pregonaba con cínica sonrisa de futuro depredador de los mejores quesos :
-“No hay dudas, para amasar fortunas, hay que hacer harina de los demás… “
A cuántos hay que pisar y moler para tener a disposición el mejor queso? O se puede acceder a los pecorinos sardos, el reggiano y los roqueforts, con melindres de niña buena y miramientos de ecuanimidad ética?
Molinari congelado probando migas mohosas
El cuento del catire Molinari es bello y cruel, extenso y simple aunque chocante. Va de resumen.
Le conocí el día en que por vez primera le escuche decir “Ana Carlina mejo’-robó otra vez”.
Fue en una época en que dos vidas se encontraron y una quedó congelada. Yo cursaba 2do grado en el Padre López Aveledo, uno de los cuatro o cinco colegios de los años 40 en Maracay el pasado siglo, época de maestras sempiternas en un solo y único grado toda su vida. No existía el kínder. Te enseñaban a garabatear las primeras letras en casa a fuerza del mantilla y coscorrones y en las escuelas formales no te iba mejor. Freud no existía por aquellos lares y la Fuenmayor en 3er. grado se afincaba en tu humanidad con una regla, sin compasión alguna y la aprobación de todo el mundo.
Desde mi primer día en el Padre López, oí hablar de Molinari y después constantemente.
Al catire Molinari lo dejó Ana Carlina … A Molinari lo llevaron a la dirección … Ana Carlina llevó a Molinari por las orejas al patio … a Molinari lo van a expulsar …
Molinari estaba en 4to grado con Ana Carlina cuando yo entré a estudiar con un ángel, la maestra Jiména luciría como una verdulera al lado del querube que nos daba el 2do. llegué al 3ero con la Gorda Fuenmayor y Molinari seguía en 4to. con Ana Carlina. Pasé mi año karmatico y salvé la vida pasando al 4to. Molinari seguía con Ana Carlina y repetía inces: Ana Carlina me tiene jorobado. Me cambiaron de colegio y le perdí la pista a Molinari. No volví a saber del catire y lo extravié en las nebulosas del tiempo transcurrido. Cuando un azar nos cruzó de nuevo un instante, en mi haber tenía tres profesiones, 15 oficios diferentes y la gente me calificaba de todo lo que se le ocurría. Nada me acercaba en mi agitada vida de entonces, al frente de la redacción de un diario de provincias, a un pueblerino Maracay de los años mil novecientos Medina.
Es un día cualquiera, regreso a casa en horas temprana de la tarde a tomar una rápida colación para regresar a la redacción. De pronto un fantasma desciende de un Ford 350, estacionado en la vía derecha contraria a mi sentido de marcha. Un logo del mercado de pastas identifica el comercio al que se dedica el camionero. La aparición salta por la puerta del chófer hacia la vía. Viene de 30 años del pasado que convirtieron al imberbe en hombre, pero no es tan joven como lo indica la cronología aún leve. El pelo rubio ostenta más canas de las necesarias al peso de su almanaque. El porte y la gestualidad conservan algo de nervio. Brazos y manos revelan cierto atropellamiento juvenil en el accionar. La sonrisa espontánea al inicio se petrifica en mueca después de marcarse en las mejillas ligeramente ajadas.
Me detengo en el acto al lado contrario de la vía, casi salto a estrechar su mano, alegre, sorprendido y no menos de haberle reconocido, alguien de tan mala memoria fisionómica como he sido … pero no podía ser diferente, aquel ser estaba anclado, mejor, congelado en un lugar particular del tiempo, librando una eterna batalla perdida contras sus fantasmas de preadolescente.
Era él. El catire problema del 4to grado del Padre López Aveledo, el dolor de cabeza perenne de aquella india canela, pelo ala de cuervo y eléctrica mirada, cuya presencia y gestos rememoreo en flashback después del gritar al fantasma:
— ¡MOLINARIII!!! … caracho vale, cómo estás? que es de tu vida? …
Y quedé sin habla, murmurando sandeces. Su respuesta esfumó mi alegría. Mi euforia picó violenta al down al oírle farfullar :
“Chico … tu sabes, Ana Carlina me jorobó”
Sí, 30 años después, que hacían del inmenso mundo de nuestra infancia algo irreconocible en el pequeño globo de las transmisiones en vivo vía satélite, y sin embargo Ana Carlina, desde las aulas de un recuerdo petrificado en la memoria para esclavizarle la vida e impedirle el acceso al más simple y barato de los quesos, lo ataba congelado a una pesadilla y seguía jodiendo* a Molinari.
Pedro J. Lozada