Al margen de posiciones unilaterales sobre las formas de lucha y organización sociopolíticas lo ocurrido el domingo 9 de enero en Barinas pone otra vez en el tapete el candente tema de las formas de lucha y organización.
Primeramente el dilema de votar o no votar está subordinado a las condiciones concretas de una coyuntura. Si existen condiciones se vota de lo contrario funciona la abstención, voto nulo y la opción más radical del boicot siempre en el propósito estratégico de un saldo organizado del proceso.
Pese a la dura realidad de la desaparición de las condiciones de la democracia liberal para el ejercicio democrático del voto, lo ocurrido en Barinas demuestra que no se puede descartar a priori esta forma de lucha. Es que el mismo funciona cuando se le une a ciertas condiciones objetivas y subjetivas. Una de estas es el de asumir el derecho al voto como un reto a vencer y no un simple fetichismo al estilo del ciego que pierde la perspectiva de los hechos reales de la política para consumirse en el límite o freno.
Se sabe de antemano que un régimen profundamente autoritario de corte estalinista y neocomunista como el del socialismo del siglo XXI, no hace elecciones para perderlas y si pierde arrebata a lo Juan charrasqueado como ocurrió en Barinas el pasado 9 de noviembre. Ello más la deformación hasta la aberración que ha hecho del derecho al voto en que poco importa quién vota para perder su esencia de elegir.
Por esa causa es entendible la desconfianza de algunos sectores oposicionistas cuando alertan y se marginan por considerar que el régimen ha concentrado en sus manos todo el poder del aparato del estado. De suyo lo que constituye un nuevo y antidemocrático sistema negador de la tradicional democracia liberal que les permitió hacerse del poder en 1998. Esas son realidades innegables a considerar pero que deben afrontarse con sentido de transformación para la acumulación de fuerzas.
Así pues, lo sucedido en Barinas demuestra que se puede acceder al poder por la vía del voto sujeto por supuesto a hacerlo bien para poner al régimen al desnudo en su carácter antidemocrático. Para lograrlo hay que erigirse en mayoría democrática por medio del voto. Precisamente, lo que más le duele y detestan los políticos totalitarios de izquierda o derecha. Ciertamente, que es lento pero es el camino pacífico y cívico para la recuperación de la democracia y libertad en Venezuela minimizada por el chavismo madurismo. Un camino lleno de espinas y no de rosas.
No se enfrenta a mochos o ingenuos de la política sino a mafias de variado tipo. Elementos sin escrúpulos capaces de las peores barbaridades por el control del poder, duchos en la maniobra política. Es el reto a enfrentar por sus riesgos para lo cual hay que desechar las ilusiones. No por casualidad días antes de los comicios de Barinas se le oyó a uno de los jerarcas del régimen amenazar con castigo a la dirigencia opositora con el afiche en mano del ¡Se busca! La repugnante e inconstitucional práctica de las inhabilitaciones otra vez en el camino.
La estrategia es la de lograr el poder desde adentro. Se trata de salir del infierno bailando a conciencia una que otra pieza con el Diablo. Eso y nada más. Por supuesto que los desafíos a vencer no son nada fáciles. Así en la estrategia de recuperación es prioritario el tema de la unidad para definir objetivos. El momento de cerrar filas en torno a la tarea común de derrotar al enemigo principal: las mafias de cuello blanco, verde, rojo y sucio que le han arrebatado la libertad a la nación. Vale decir, la ineludible unidad para triunfar.
Barinas reivindica el poder y protagonismo histórico de la masa movilizada mediante el ejercicio del voto. El poder reside en la masa desplegada correctamente por una dirigencia lucida, honesta y resuelta que entiende y practica la política como servicio a la ciudadanía. Lo contrario al negociado de privilegios como ha ocurrido con la familia López.
Freddy Torrealba Z.
