#OPINIÓN Gaveta azul: Las dimensiones del tiempo y su integración al espacio #10Ene

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Hablar de las dimensiones del tiempo y su integración al espacio nos coloca en situación de narrar el mundo con una nueva síntaxis, por tanto diremos  de una vez que las dimensiones del tiempo no se integran al espacio, son parte indivisible  del mismo, pero  la narraciòn preexistente estableció una compartimentación falsa, necesaria para comprender la realidad con moldes mentales vigentes desde la mecánica clásica, que poca o ninguna reelaboración habían recibido hasta la propuesta de Einstein.  

Abordemos el problema desde  una novedosa formulación científica. Un experimento de Luis W. Alvarez (Nobel de Física1968), observò subpartículas sin dimensión espacial y existencia solo en terminos temporales. En el acelerador donde se llevó a cabo el experimento se observaron solo direccciòn, velocidad y duracion, las tres dimensiones del tiempo, lo que significa plena correspondencia con el espacio;  su otra cara, como la materia  es de la energía. 

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Las tres dimensiones del Espacio y tres dimensiones del Tiempo hacen el Continuo Hexadimensional Espacio-Tiempo.

Esta conformación hexadimensional requiere un mejor análisis, pero vale señalar que dio origen a  las teorías  decidimensionales  y de mayores dimensiones. En un primer caso, diez dimensiones: El conjunto hexadimensional apreciado por los aceleradores en el entorno de las micropartículas; más las cuatro dimensiones (Einstein- Relatividad) manifestadas en el mesocosmos. El segundo caso presume once dimensiones; propuesta semejante a la anterior con la variante de siete dimensiones en el mundo de las micropartículas.

Esta visión “fracturada” de la realidad aprecia las “microdimensiones”  del mundo sub-atómico, y niega su aceptación plena segregando el mesocosmos y enfatizando que es un continuo por agregación, en  cuatro dimensiones,  ignorando cómo se articulan dos continuidades tan diferentes  y dónde y cómo se funde o escinde –según la dirección tomada–  el escalón de interfase entre ambos sectores.  Es necesario repensar esta estructuración de continuidades fenoménicas distintas, en marcos dimensionales diferentes, sin explicar la desaparición de dos dimensiones  (velocidad y duración) presentes en el otro sustrato. Lo sustantivo del error es la falta de consenso sobre la hexadimensionalidad en lo cotidiano. El mesocosmos, cuatro dimensiones, lo “vemos” y sentimos,  se escapan dos dimensiones a nuestro sensorio. En el microcosmos los aceleradores. “ven, captan y cuantifican” todo el hexacontinuo.  El observador entiende la apreciación como dos aspectos distintos de una misma reslidad y los integra añadiendo  “una” realidad, a  la “otra”.

Contribuye al error nuestra condición unidimensional respecto al tiempo, del que sólo percibimos  la sección que corta la fluencia de la realidad y nos otoga el “momento”, un punto llamado presente. Jamás vemos la supuesta línea del tiempo,  una proyección de presencia en el marco de un suceder continuo.  

Recapitulemos para observar como se manifiesta la tridimensionalidad temporal y cómo definimos sus dimensiones. La  primera es la DIRECCIÓN; que siempre creemos  recta, si bien hay testimonios suficientes para suponer circularidades y  otros rumbos. Un desarrollo en espiral ha sido también considerado. En todo caso la Dirección del  tiempo esta dada por la posible acción, elusión u omisión, actualizada cada  “momento” de manera incesante, y cuya sucesión nos da la percepción de continuidad propia del tiempo en tanto que categoría absoluta a nuestros sentidos; o como también se le señala:  El tiempo fenoménico.

La segunda dimensión es la Velocidad. Es el plano de las posibles actualizaciones aparecidas a título de opciones  en cada momento presente: dado, vivido y afrontado. 

Por último: El conjunto de no-actualizaciones desechadas y las posibles opciones  eventualmente generables en cada probable actualización no realizada ni seguida, pero infinitamente presentes,  crea la Tercera Dimensión del tiempo, su DURACIÓN.  La eternidad posible.

Esta configuracción permite elucidar el problema de los absolutismos del espacio y el tiempo, al  considerarlos  independientes. En principio el continuo es inseparable, indivisible, pero solo  lo percibimos fragmentado. La presencia del momento, escición  inmediata (espacio), el fluir que deviene y transcurre (tiempo). Única forma posible –aunque parcial– de captar la compleja  realidad total del  “Continente”, que  nuestras limitaciones sensorialles nos niegan. 

Elaborar un nuevo molde de pensamiento para redescubrir y aceptar una realidad formal distinta a lo que creíamos, va más allá del lenguaje, pero éste no  puede marginarse si buscamos fijar una visión diferente de lo real, manejando conceptos con los mismos elementos constitutivos de lo cuestionado, observados desde otro ángulo y con la pretensión de  mayor profundidad del escrutinio semántico. De hecho seguimos usando los vocablos “tiempo”  y  “espacio” pero definirán estructuras distintas al tiempo y espacio absolutos de la mecánica clásica; diferentes al Espacio-tiempo tetradimensional de la relatividad –un tiempo unidimensional “añadido”  al espacio–  y aún disímiles al tiempo y espacio posteinstenianos de universos enmarcados por grupos dimensionales fracturados en dos partes. 

Otro asunto es pronunciarnos sobre las probabilidades latentes en el Hexacontinuo, donde se causan y suceden un flujo de concreciones que incluyen la quinta y sexta dimensión. Este plano dimensional puede ofrecer manifestaciones, sino apreciables sensorialmente,  al menos  latentes  a título de corrientes energéticas propias y quizás exclusivas de tales dimensiones. Aunnque no es motivo de este trabajo la búsqueda, análisis y  caracterización de esos particulares; debemos citar las posibilidades de su existencia y acciones operantes en su  ámbito, que a título de sub-estructura basal soportarían algunos raros u “oscuros” aspectos de la realidad; calificados de  “misteriosos, paranormales, milagrosos; o inexplicables”. 

Ejemplo significativo de fenómeno en apariencia inexplicable son las llamadas “conexiones no locales”. El concepto data de las primeras formulaciones de la física cuántica y  originó  una célebre polémica entre Einstein y Niels Bohr, citada por Fritjof Capra (“El Tao de la Física”) refiriendo la oposición de Einstein a la forma de interpretar Bohr la teoría cuántica, discusión que dio lugar a la famosa metáfora:“Dios no juega a los dados”. Las conexiones no locales son contrarias a la creencia de una realidad de elementos separados e independientes. Capra, al analizar la polémica Bohr-Einstein y los  argumentos de ambos cientíhicos para defender sus tesis, concluye explicando como un teorema de John Bell  –treinta años después–  basado en un experimento del propio Einstein, inclinó la  balanza  hacia la tesis  Bohr. Luego, comenta el resultado diciendo:   

           “… el teorema de Bell demuestra que el universo está fundamentalmente interconectado, que es interdependiente e inseparable.  Tal y como el sabio budista Nagarjuna afirmó, hace cientos de años, las cosas derivan su ser  y  naturaleza  de la dependencia mutua  y  no son nada en si mismas.”

La configuración hexadimensional otorga un marco teórico que explica la interdependencia de las partes sin las contradicciones de las concepciones clásicas –Einstein  no se desprende totalmente de Newton–  o de un espacio al que  se añade un tiempo unidimensional.

Aclarados  los problemas entre la concepción usada para una narración con  las formas de lenguaje disponibles, es obvio que salvo sutilezas a intentar mediante recursos de construcción, estilo y neologismos; seguiremos empleando los términos anteriores bajo un nuevo enfoque.

Ahora, el tiempo culmina en manifestación macro del espacio, su prolongación integrada, no un añadido. Recordemos la analogía del agua en forma de gota, río u oceáno.  La gota es agua, como  el río, o el oceáno; pero hay varias diferencias más allá de las proporciones y magnitudes, derivadas de cómo  opera y actúa el mismo elemento dado el volumen y  límites cuantitativos en que se manifieste.  Igual sucede con el espacio y el tiempo.  Dos maneras de llamar a una misma entidad en razón de la distinta forma de apreciar sus magnitudes. 

El mundo es una descripción y como tal configura y condiciona la representación que de él nos hacemos.  

En última instancia el tiempo conforma el frente de avanzada del espacio abriendo campo a su manifestación en calidad  de “Contenedor”.  Pero a la percepción humana es una barrera que separa (más bien divide) lo que captamos del entorno fenoménico. A lo inmediato y mensurable para nuestra relativa objetivación lo denominamos espacio.  Cuando tal objetivación necesita la intermediación dialéctica del fluir, o el salto continuo del sucederse para ser percibido; se nos constituye  en tiempo

Esta hipótesis establece que no es posible discriminar ni determinar con exactitud, dónde, o en que momento,  espacio y tiempo intercambian valoración externa de  manifestación inmediata. Algo más que no sabemos es si tal umbral podría expresarse numéricamente y decirnos cuando el espacio salta y trasciende a la manifestación de Tiempo.  Me atrevo a  pedir una licencia  poética y decir:

“Los espacios son las gotas que fluyen

para conformar el río del tiempo”.

    … O  en  paráfrasis  a  la  inversa;

 “El tiempo es un río de gotas de espacio

fluyendo hacia  el océano de la eternidad”…

Nota.- El texto del artículo fue tomado de mi libro “La Resolución del Continuo” 

Editorial Galipán. Caracas 2011 195 pp.

Pedro J. Lozada

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