Apenas vivió 13 años esta hermosa y encantadora niña estadounidense a la que siempre guardaré en mi memoria, y espero que en las de ustedes, mis estimados lectores. Había nacido en el estado de Maine en 1972 y falleció en trágico accidente de aviación en 1985. Su feliz vida de escolar cambió radicalmente cuando en 1983 y en plena y aterradora “guerra fría”, la cortina de hierro, la militarización del espacio, escribió una pequeña carta a Yuri Andropov, líder supremo de la entonces superpotencia mundial, la hoy extinta Unión Soviética. Para sorpresa universal, el inmensamente poderoso hombre del Kremlin respondió a su carta, invitándola amablemente visitar al país de los soviets. Su fama repentina e inesperada se hizo entonces planetaria.
Fue como enviarle un pétalo a un acorazado. Andropov era conocido como de la línea dura del régimen comunista y seguidor de la llamada “Doctrina Breznev”, su antecesor en el mando de la URSS. En 1956 fue de los miembros del politburó que aprobó el uso de la fuerza durante el levantamiento húngaro. De manera semejante actúa cuando los sucesos de la “Primavera de Praga”, en la Checoeslovaquia de 1968 y que termina con la invasión y el aplastamiento del hermoso experimento de socialismo en libertad. Fue jefe de la temida KBG, la policía política del régimen, pero se opuso a la invasión de Polonia, donde se formaba el movimiento Solidaridad liderado por Lech Walesa, es justo recordar.
La carta de la niña Samantha al curtido y entonces gravemente enfermo líder soviético dice así:
Estimado Sr. Andropov:
Me llamo Samantha Smith. Tengo diez años de edad. Felicitaciones por su nuevo trabajo. Estuve preocupada pensando en la posibilidad de que Rusia y los Estados Unidos se involucren en una guerra nuclear. ¿Votará por la guerra o no? Si no, por favor cuénteme cómo ayudará a evitar una guerra. Esta pregunta no la tiene que responder, pero me gustaría saber por qué quieren conquistar el mundo o al menos nuestro país. Dios hizo el mundo para que viviéramos juntos en paz y no para pelear.
Atentamente,
Samantha Smith.
La respuesta de Andropov es mucho más larga, se nota que el líder recibió cierta asesoría al responder a la niña:
Estimada Samantha:
Parece —lo infiero por tu carta— que eres una niña valiente y honesta, parecida a Becky, la amiga de Tom Sawyer en el famoso libro de tu compatriota Mark Twain. Este libro es muy conocido y querido por todos los niños en nuestro país.
Más adelante le dice que en efecto sí están evitando los soviéticos una guerra en cualquier parte de la Tierra, un legado de Vladimir Lenin. Le recuerda a la niña (y al pueblo estadounidense) que la Unión Soviética fue invadida por la Alemania nazi a un costo humano y material verdaderamente descomunal, y que en esos años Estados Unidos y la Unión Soviética fueron aliados para derrotar a los nazis.
En otro párrafo de su carta dice el anciano líder soviético, que moriría en 1984, que: “En los Estados Unidos y en nuestro país hay armas nucleares —armas terribles que pueden matar millones de personas en un instante—. Pero no queremos que sean jamás usadas.”
Después de esta respuesta de Andropov, publicada en el diario oficial Pravda, la fama de Samantha no se hizo esperar, se convirtió repentinamente en una rutilante estrella de los llamados mass media anteriores a la revolución digital de internet. Visita a la Unión Soviética y Japón, se convierte en una embajadora de la paz en aquellos tensos días de la guerra fría en que un suicida ataque nuclear se veía como posible. Hace giras con su padre, profesor de literatura, por los Estados Unidos, hasta que en un fatídico día 25 de agosto de 1985 consigue la muerte junto a su progenitor y la tripulación en un vuelo. Se especuló seguidamente que la CIA o la KBG eran los responsables de aquel terrible accidente, lo que no fue nunca comprobado.
Al funeral de Samantha concurrieron unas mil personas, entre las que se contaba Vladimir Kulagin, de la Embajada soviética en Washington, quien leyó un mensaje personal de condolencias enviado por el nuevo líder soviético: Mijaíl Gorbachov. No hubo en el funeral representantes del gobierno estadounidense de Ronald Reagan. Samantha y su padre fueron enterrados cerca de Houlton, estado de Maine, su ciudad natal.
De esta cruel e inesperada manera acabó la vida de esta encantadora niña, que de no haberse atravesado tan terrible e incomprensible destino, estaría próxima a cumplir 50 años en 2022. Desde Carora, en el vientre profundo del semiárido larense venezolano, hago un homenaje póstumo con estas letras a tan encantadora y bella muchachita estadounidense que la nostalgia y la ternura han hecho nicho perdurable en mi corazón. El 29 de junio próximo haré un homenaje a su memoria y espero que mis lectores hagan lo propio con su ejemplo y recuerdo.
Luis Eduardo Cortés Riera