En el libro “Memorias de un venezolana de la decadencia” José Rafael Pocaterra cuenta que el tema de los presos políticos era algo tabú en tiempos de la dictadura de Juan Vicente Gómez. Al tirano le molestaba su referencia y mucho más le solicitaran la libertad de alguno. Al general “no le gustaba soltar sus presos”, relata Pocaterra en su famosa obra.
De manera cínica los policías y militares solían decir a los familiares de los presos que el general era muy bueno, pero los carceleros incurrían en abusos entre estos la tortura, vejámenes y aislamiento. Un descarado ejercicio de sainete, pues quien ordenaba los atropellos era el propio Gómez. Eso ocurre por igual en todas las dictaduras de izquierda o derecha.
Más de ocho décadas después de la desaparición del despótico gomecismo el panorama sigue siendo el mismo para los presos políticos. Sus derechos establecidos legalmente son pisoteados por el actual régimen neocomunista.
La condición de preso político deviene de la relación desigual y opresiva del detenido con el gobierno de turno y el Estado. Una verdadera paradoja es el establecimiento en la letra que el Estado velara por sus derechos y protección.
Pero en los hechos es todo lo contrario. La abominable tortura es práctica común en los organismos de seguridad del país. Ello seguramente inspirado y justificado en el terrible e inhumano pensamiento del dictador cubano Fidel Castro de que: “La revolución tiene que reprimir al hombre para salvarlo”. El más puro estalinismo caribeño. En nombre de esa despiadada ideología perdieron la vida el capitán Rafael Acosta Arévalo y el general Raúl Isaías Baduel. Dos héroes de la lucha por la democracia y libertad en el país.
Al purgatorio jurídico que sufre el preso se agregan las pésimas condiciones de prisión, entre éstas la falta de atención médica oportuna que ha conllevado a la muerte de varios. Los vejámenes comienzan desde el momento de la detención pasando por el bestial interrogatorio hasta la reclusión en alguna cárcel. El castigo lento les es aplicado para quebrarlos moral y físicamente. Es lo que hacía el tirano Gómez y que se repite en la actualidad. Así se ha hecho práctica frecuente el desconocimiento de numerosas boletas de libertad en violación de los derechos de los presos.
Con todo, estos días de navidad y año nuevo son propicios para el encuentro y reconciliación entre los hombres, En consecuencia el más indicado para para otorgar la libertad a los presos políticos. Era lo que solía ocurrir en los tiempos de la democracia liberal que imperó en el país antes de 1999. Son 261 presos políticos (civiles y militares) recluidos en cárceles del país que pasan por un verdadero martirio, entre estos el periodista larense, Ronald Carreño.
En un gobierno democrático no tienen cabida la existencia de presos políticos. Por ende procede la libertad de estos compatriotas privados de su libertad por luchar por ideales y principios humanos. Fue lo que hizo el expresidente Rafael Caldera con su política de pacificación que benefició a quienes se alzaron con las armas contra las instituciones democráticas de la Nación.
Freddy Torrealba Z.