Bolitas para adivinar. Bolitas para adivinar. Llévese su bolita para adivinar…
Pero, esto sabe a miércoles… Ooootra que adivinó…
Guasa Popular
La luz piensa que viaja más rápido que cualquier otra cosa, pero se equivoca
No importa lo rápido que viaje la luz, siempre se encuentra con que la oscuridad llegó primero
Terry Pratchett
Hago retroceder la muerte a fuerza de vivir,
…sufrir, equivocarme, arriesgar, dar y perder.
Anais Nin
- Tiempo constitucional de la carne dura.
Doña Petronila no hacía otra cosa que reír cada vez que escuchaba la broma de las bolitas para adivinar. Ella misma se lo evacuaba a sus amigas que estaban atiborradas de oír el apestoso chistecito excrementoso. De un visitante asiduo de la familia Sayago, donde era doméstica, escuchó la historieta que reflejaba muy bien la vida nacional de ayer y de hoy a decir de los que comen bosta porque no nos alcanza para nada más…mi abuela, decía Doña Petro, con el apodo de nombre recortado como una escopeta porque era chavista…el pobre con agua ajusta. El rico con lo que gusta…
En épocas cuando Venezuela exportaba carnes para Gran Bretaña, las muy escasas familias caraqueñas depauperadas que apenas podían comprarse por cuatro mil pesos una casita decente tenían que hacer prodigios para almorzar de vez en cuaresma una pieza de carne de res y ni hablar de una hallaca con los tres tipos de carne. Cualquier parecido con la actualidad no es solo ocurrencia. El resto de tiempo había que conformar, con el Bacalao Noruego y con carnes saladas de chivo y oveja provenientes de las áridas sabanas de Lara y Falcón y mucho plátano verde sancochado pues también decía la Doña Petro, que un vaso de agua después de un buen cuyaco, te infla, y quedas satisfecha.
El señor que cita la doña, el bachiller Velasco con s, de menor caché que con z, era como todo mundo y a decir verdad, pobre entre los pobres. Su señora apenas lograba servir en la mesa de vez en cuando un trozo de carne que ablandaba a palo limpio y sipotazos para hacer un bisté tan fino que en broma se decía que podía verse al través de la delgada fibra nervuda. Era lo que se conoce como milanesas de micrótomo o wierner schnitzel. Tajadas majadas a mazo para devolverlas delgadas como un papel, que luego de rebosadas y fritas eran auténticas suelas de sueco. La nota jocosa la ponía Don Petronio, el esposo de Doña Petro, cuando muerto´e risa y desdentado afirmaba que muy pocos tenían mandíbulas, músculos, o muelas como para masticar aquello. La mayoría se estacionaba en la fiambrera. El escritor de esta anécdota refrita, se detuvo a reír un rato. También tiene derechos.
Y al otro día la madre hacendosa de alguna familia famélica, hervía aquellos suecos acartonados con huesos que compraba a locha el kilo y con un real de verduras. Habemus sancocho´ e huesito. Yucas, ñames, ocumos y los benditos plátanos topochos, completaban el neo milagro. Y la carne que había sido en un momento bistec, ahora se asfixiaba anclada en el fondo de la cacerola, pero ahí no sucumbía, solo agonizaba.
Lo sabía Doña Petro unos días después y para no abusar retomaba aquella carne con pinta de mortecina para realizar la tercera hechicería. Ya las verduras machacadas fundaban las bases de un manjar vegetariano delicado que surgía coronado con salchichas vienesas, una salsa turbia -roja rojita, porqué será, hecha de tomates, pan viejo y su cucharadita de Bovril. Ahora serían los cartones de carne que se mantenían aún como la tiranía, devolverse al fuego para ver si era posible deshilacharlas como carne mechada puesta en la sartén con cebollas baratas de las fincas de San Mateo y no del extranjero. Todo aquello con auténticas arepas calientes de maíz pilado y el plátano, eran una bendición, en especial cuando estaban maduros, casi podridos. En dos platos, un almuerzo bendito para decirlo en criollo gourmet.
Las sonrisas volvían con Don Petronio ahogado por salivas quien decía que la carne mechada parecía un guisado de guaral de chorizo, de modo que el arte final era someter las cabuyas tiesas al molinillo y pasarlas dos o tres veces hasta volverlas una masa manejable. Junto con la carne iban a parar los restos de cebollas fritas, trozos de plátano y tomates con cochas y demás. Hasta un par de yemas podían favorecer con el pan viejo, formar la masa y emanando de esas manos que soñaría la Virgen para atender al niño Jesús en navidad, cocer esas gratas albóndigas acompañadas con funche rubio, coronando el período constitucional de la carne dura. Y eso ocurría cuando en la mesa rodeada de muertos de hambre se sentaba el pater familiae a ver las albóndigas, cual Gulasch húngaro, nadar en salsa roja rojita antes que su mujer viniera a dar explicaciones sentenciosas mientras miraba las bolitas de carne molida y repetía risueña… Yo te conozco…Yo te conozco…Otra que adivinó.
- Historias de Piedra e Histerias de Pava Macha.
Entretanto, los esposos con nombre de piedra o Petro, luego del manjar, se reunían en su mesa esférica en el huerto para famélicos, rodeados de fauna y flora tan exigua como sus haberes. Las anécdotas iban y volvían con hambre y el apetito había llegado a quedarse para alimentar el recuerdo de un vivir de pocas carnes. Y por decreto del dueño del patio, las taparas son de la mujer que tiene el palo adentro. Risas de Don Petronio y su combo de hambre. Se conocían en el sector como el Gran Combo del Palo Dentro. Más risas.
Alguno del entorno mencionó la historia de Crucito, o más bien, la tragedia del hijo del escultor Cruz Álvarez Pérez, autor de unas cuántas imágenes del Cristo Yacente de San Pablo, venerado en Caracas. Crucito fue paisajista con gran habilidad, capaz de pintar un cuadro en horas razonablemente hermoso a decir de entendidos. Estudió en la capital con Maury y Frías y luego pasó un tiempo en España. Cuando la inundación de Barlovento, fue a Río Chico a tomar notas. Esos días, usó trozos de tela de un retrato del Concejo Municipal del Benemérito Juan Vicente Gómez que la multitud había arrancado del sitio y destrozado. Cruz conservaba un montón de retazos del fondo de la tela. El rostro del lienzo, explicaba Petronio con risa grave, alguien lo habría guardado para enjuagarse el orificio de Ur-ano…
Ese día aciago los amigos lo visitaban en su taller en la esquina del Porvenir cuando uno se trajo aguardiente que mencionaban como querosén mientras Cruz pintaba y departía. Se comentaba entre bebedores que Crucito era amigo del célebre pintor Tomás Golding con el que pasó momentos duros y aventuras que debían ser contadas. Hay un cuadro en casa de Tomás Golding autografiado por el autor dedicado a Peppino y Carmen, mis padres.
Cruz había regresado de Barlovento junto a un joven amigo a quien había conocido en su visita a aquellas regiones. Éste venía huyendo por circunstancias que nadie preguntó. Alguien lo buscaba para matarlo. Uno de esos días bajaron hasta la bodega de la esquina él y dos panas. Se pararon ante el mostrador y bebieron par de rones. En tierra neoespartana se dice que quien bebe ron de mañana golpea a su mamá. Y hay un montón de ñeros costeños que desayunan con querosene de caballito frenado.
Uno de los compinches dejó pagos los rones de Cruz y el amigo fugitivo y salió a la calle. No había andado diez pasos cuando se oyeron disparos. El joven de Barlovento murió en el acto y Cruz más tarde por las heridas recibidas ese día. No faltó Petronio y sus risitas para mencionar que desde esa vez, no bebe en bodega, ni de espaldas a una puerta, y agrega que por eso no se retrata en grupo ni le pela diente a vieja y que la pava existe si se alude al neerlandés. Por eso citaba Petronila un viejo refrán Curazoleño…Holandés, paloma y gato, son animales ingratos…
La etiología del refrán, si se quiere decir así, está inscrita en las crónicas de las islas holandesas. Curazao, Aruba y Bonaire. En esas hubo abundante vegetación, especialmente manglares, que como sabemos, atrae las lluvias. Después de quedar despoblados por la tala de árboles el agua escaseó. Por eso los techos de viviendas se mantenían pulcros, barridos y aseados, para cuando tocaran los esporádicos chaparrones. El agua se almacenaba en tanque de agua potable lo que obligaba a la primera disposición que era indudablemente la higiene. Las palomas y los gatos poco consumidores de agua, pululaban en los tejados de uno a otro alero ensuciando los tejares. Para colmo de males tanto extranjeros como criollos, arrojaban toda clase de inmundicias por las ventanas de los áticos, cosa normal en tiempos antiguos, contaminando los depósitos de agua de lluvia, indispensables para la vida. Para el tiempo no se habían instalado aún plantas purificadoras de agua marina. Allá en las neerlandesas aplicaba el refrán invertido a los frecuentes criollos que visitaban las islas. Venezo-landros, palomas y gatos, son animales ingratos.
Lo que es requetefeo explicaba Petronila, es que no se ha perdido la costumbre en estos tiempos de revolución que de bonita no tiene un cuerno. Incluso se ha incrementado la mala costumbre en el país y ensuciamos calles, techos, cerros, y quebradas, dando lugar a que se desaten las epidemias de mayo porque la lluvia por estos lares va de mayo a octubre.
- Leyendas de ultratumba del brujo de la mulera.
Don Petronio desde la mesa redonda y con un cafecito recién colado por su mujer, empezó a echar los cuentos en tiempos del benemérito que todavía recordaba. Estuvo en la cárcel de la Rotunda entre el 28 y 29 de inicios del S.XX., una lágrima recorrió las arrugas de la mejilla. Creo que la bestialidad, dijo, la representaba la mal llamada Guardia Sagrada invento del cual se ufanaba el benemérito. La bestialidad de los imbéciles que conformaban dicha guardia los enceguecía. Su ignorancia daba al traste con su miedo por los presos con el poder que puede desarrollar el Verbo. Los cretinos intuían que las palabras eran más poderosas que sus machetes y sus revólveres monstruosos. Quince chácharos o chacaros, léase puercos o marranos, treinta o más soldados regulares y una sarta de espías, fisgones, sirvientes, y jala mecates, cuidaban y vigilaban a un grupo de muchachos entre 15y30 años, flacos, enfermos, desnutridos, desarmados o armados únicamente con el coraje y las ideas.
Algún preso desesperado, para ganar favores con escapulario ajeno, creó el infundio de las armas escondidas, tal vez para un alzamiento o un plan de escape. Para comprobarlo, los marranos del régimen, desbarataron los miserables equipajes como miserables que eran, desordenaron almohadas y colchonetas, abrieron zanjas buscando armas y realizando actos inenarrables aconsejados por el miedo.
No importa que fuera verdadera la infamia de los aparentes compañeros de presidio. No importa que algún hijoep… escupiera en su plato para que por asco nadie se ocurriera pedirle. No importa que algunos fumaran cigarrillos extranjeros mientras otros tenían que fumar colillas inmundas o trapos para atosigarse el torso con cualquier fumada. Pero lo que más nos amargaba, replicó Petronio, era el muérgano cobarde, aventajado por su autoridad, su machete infame, y su escupe-candela, venir a echarnos en cara toda nuestra debilidad por no decirle mezquindad humana. Que pudieran sacarnos los trapos al sol. Que pudieran abrir y descubrir nuestras pústulas íntimas ante el asombro y la vergüenza. Que envenenaran con crueldad nuestra propia y apresada mezquindad.
Don Petronio sería pobre pero no analfabeto. De hecho era un pobre enterado y con bagaje propio en la universidad de la vida y las anécdotas en la mesa redonda del día a día. Investigó preguntando a los amigos de la época que aun vivían. Casi podía afirmar que J.V. Gómez era primitivo con baja educación pero sin tener esa maldad refinada y no era cierto que aprendiera esas sutilezas de la crueldad en las páginas de El Príncipe de Maquiavelo, quien no se refirió en su obra a los aspectos de represión, sino al disimulo, a la astucia, a la falsedad, en todo lo cual el Tirano de La Mulera podría dictarle cátedra al maestro italiano. Pero lo realmente desconsolador, agregó Don P, es que todas estas maldades que pudieron insertar en nuestros corazones, consiguió cercenar y dividir una unión que parecía indispensable, y ahora se hace patente en la fragmentación tanto de la oposición como en el oficialismo. La división retardó la liberación de Venezuela en ese entonces y la ha retrasado en la quinta república. Con una voz quebrada finalizó ese día abatido de tristeza, diciendo… …A un niño de apenas 16 años, a quien se le mostró la desvestida vergüenza de sus ideales, jamás logrará remendar su espíritu desecho. Por eso no perdono. Moriré sin poder perdonar esa ofensa universal inexcusable. Esa es la guasa de mi herida eterna, rasgada y sangrante.
Marcantonio Faillace Carreño