“Deseo dedicar este artículo a todos quienes algo celebran en esta época del año, cualquiera que sea su religión, y a quienes nada han celebrado o no celebrarán sea por imposibilidad, impedimento, o por convicciones personales”.
El pasado 18 de diciembre, un día no de los mejores, mi compañero y amigo, Edmundo Mirabal Márquez, me envió un mensaje a las 4:42 a. m. que decía “Luis, lee” y le seguía de inmediato el texto que te voy a transcribir más adelante.
Pero antes, deseo dedicar este artículo a todos quienes algo celebran en esta época del año, cualquiera que sea su religión, y a quienes nada han celebrado o no celebrarán sea por imposibilidad, impedimento, o por convicciones personales y, muy especialmente, a mis hermanos compañeros integrantes de la promoción 1974 del Colegio San Ignacio de Caracas y a nuestros padrinos: Carmen Cecilia González de Mayz –hoy en el Cielo- y a nuestro amado profesor Manuel Prada quien nos trata como sus hijos.
Siendo un texto anónimo celta alrededor del siglo V d. de C. cuya autoría no está comprobada, me tomé la libertad de modificar tres palabras para que su lectura te alcance a ti directamente a tu corazón. Las modificaciones no alteran en absoluto el espíritu, propósito, razón de ser, ni son importantes para la plenitud ni integridad del texto.
Este es el texto y, como Edmundo hizo conmigo en aquella oportunidad, te pido encarecidamente: Lee.
Que la tierra se vaya haciendo camino ante tus pasos, que el viento sople siempre a tus espaldas, que el sol brille cálido sobre tu cara, que la lluvia caiga suavemente sobre tus campos y, hasta tanto volvamos a encontrarnos, que D-os te lleve en la palma de su mano.
Que vivas por el tiempo que tú quieras, y que siempre quieras vivir plenamente. Que siempre olvides las cosas que te entristecieron, pero siempre recuerdes aquellas que te alegraron.
Que siempre olvides a los amigos falsos y siempre recuerdes a aquellos que permanecieron fieles. Que siempre olvides los problemas que ya pasaron, pero siempre recuerdes las bendiciones de cada día.
Que el día más triste de tu futuro no sea peor que el día más feliz de tu pasado. Que nunca caiga el techo encima de ti y que los amigos reunidos debajo de él nunca se vayan. Que siempre tengas palabras cálidas en un anochecer frío, luna llena en una noche oscura y que el camino siempre se abra a tu puerta.
Que vivas más de cien años con un año adicional para arrepentirte de lo que juzgues que así lo merece. Que el Señor te guarde en su mano, pero no apriete mucho su puño. Que tus vecinos te respeten, los problemas te abandonen, los ángeles te protejan, el cielo te acoja y que la fortuna de las Colinas Celtas te abrace.
Que las bendiciones de los justos te contemplen. Que tus bolsillos estén siempre pesados y ligero tu corazón. Que la buena suerte te persiga y que cada día y cada noche tengas muros contra el viento, un techo que te cubra de la lluvia, bebida junto al fuego, risas que te consuelen a ti y a aquellos a quienes amas y que se colme tu corazón con todo lo que desees.
Que D-os esté contigo y te bendiga, que veas a los hijos de tus hijos. Que el infortunio te sea breve y te deje rico en bendiciones. Que no conozcas nada más que felicidad desde este día en adelante.
Que D-os te conceda años de vida; de seguro Él sabe que la tierra no tiene suficientes Ángeles.
Y que así sea cada año y para siempre.
Y termino con un texto que recibí vía Internet que lamento no poder acreditar su autoría porque su contenido es espectacular y decía algo parecido a lo siguiente:
Quien pide perdón primero es el más valiente. Quien perdona es el más generoso. Y quien primero olvida, es el más feliz.
Dios guarde a V. E. muchos años.
Luis Alejandro Aguilar Pardo
@Nash_Axelrod