La venta de leña en la calle, en plena época decembrina, se da en el actual contexto de rebusque económico y escasez de insumos energéticos en la región.
El negocio de la leña tiene tradición en el Táchira, sostenido especialmente por gente del campo, que cuenta con la materia prima a la mano; pero, también, otros han intentado en estos últimos años entrar, pues su demanda ha ido más allá del mes de diciembre, especialmente en los días en que se daba la triste coincidencia de las fallas en el suministro eléctrico y la escasez del gas doméstico.
Luz Marina Carreño, desde muy pequeña acompañaba a su mamá en las labores de llevar pesados fardos de un lado a otro. Hoy la acompañan su hermana y su hija, abasteciéndose de una gran cantidad que le permita terminar el año con cierta capacidad adquisitiva, pues no aspira a grandes ingresos este año. Un fardo con siete astillas lo ofrece a 3.500 pesos, pero puede haber rebaja, si llevan más.
—Uno vende lo que puede, y se hace para los zapatos de mi hija y para las hallacas de estas fiestas, porque no se hace mucho, no, ¡qué va!; pero, gracias a Dios, uno está alentado para trabajar, y mi hermana también me ayuda para acarrear toda esta leña –grandes montículos forma a su alrededor; les pedimos el favor a los vigilantes que atienden los negocios que tenemos cerca, y para traerla nos colaboró un señor en un camión— dijo Carreño.
Si antes esta residente de Loma de Pío y unos cuantos más se dedicaban a la venta de leña, en la actualidad la competencia relativamente ha aumentado, y si no ha sido más es porque la deforestación, producto de la escasez del gas, ha incidido en dificultar la consecución de la mercancía.
—Yo recojo lo que puedo cada vez que hacen podas, cuando limpian los postes de luz o tumban algún arbolito, cuando hacen mantenimiento en las calles y las aceras. Lo acumulo durante todo el año, para sacarlo precisamente en estas fechas. Mucha gente cree que es fácil conseguir leña, pero a veces ni se consigue— agregó Carreño.
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