Esta ave planeadora y carroñera se caracteriza por tener la cabeza y cuello rojos desprovistos de plumas.
Su plumaje es principalmente negro, pero tiene tonalidades pardas que son apreciables. Cuando abre las alas o cuando está bajo el sol intenso. Y a pesar de tener una apariencia semejante a la de los buitres del “Viejo Mundo”, no están estrechamente emparentados, aunque forman parte del mismo orden.
Prefiere áreas abiertas como los llanos o poco arboladas, frecuenta poco los asentamientos humanos. Tiene pocos depredadores y su esperanza de vida es algo por encima de 16 años en un ambiente silvestre, mientras que en cautiverio puede llegar a tener más de 30 años en casos excepcionales.
Aprovecha las columnas de aire caliente para volar alto haciendo círculos. Localiza los cadáveres con su aguda visión y su sentido del olfato, volando a una altura suficientemente baja para detectar los gases producidos por los inicios del proceso de descomposición de los animales muertos.
Su carácter carroñero ayuda a controlar enfermedades, porque al alimentarse elimina la acumulación de cadáveres de animales, su fuente primordial de sustento. Aunque se concentra y mezcla en grandes grupos con otros carroñeros, busca lo que va a devorar de manera individual.
Las poblaciones de esta especie ocupan continentalmente grandes áreas por lo que se conocen unos individuos residentes y otros migratorios, en los cuales se observa la presencia o no de una mancha blanca en la nuca, que ayuda a diferenciarlos en las migraciones de principios de año.
Esta ave está protegida internacionalmente con leyes y convenios entre varios países.