La Sociedad Civil, así con mayúscula, entendida como el conjunto de fuerzas sociales diferentes, más no indiferentes, a aquellas que animan a los partidos políticos, son fundamentales para enrumbar al país hacia una democracia productiva que sustituya al régimen hambreador que ha destruido al país.
Sólo algunas cifras que aun cuando todos barruntamos es bueno precisarlas y recordarlas: la Organización de Naciones Unidas ubica a Venezuela entre los países con mayor necesidad humanitaria del mundo; la tasa de desnutrición en Venezuela aumentó del 2,5 en 2010-2012, a 27,4 en 2018-2020 ¡de 2,5 a 27,4 en seis años!; Haití y Venezuela son los países de la región donde más personas pasan hambre y la cifra va en aumento, superando ese país al nuestro en el salario mínimo, por lo que es el menor del mundo.
Lo anterior es sólo lo referido a la alimentación, pero la prestación infame de los servicios públicos va por el mismo execrable camino: un tercio de la población sufre cortes eléctricos diariamente; la Federación Médica Venezolana denunció el cierre técnico de hospitales (en el icónico Hospital Pérez Carreño renunciaron todos los médico del departamento de terapia intensiva); 8 de cada 10 venezolanos deben hacer cola para surtir gasolina; el Metro de Caracas, antes representación de una ciudad como si fuera del primer mundo, actualmente es un servicio pésimo, inseguro y de riesgoso uso. Pero lo que indica claramente lo perverso del régimen es lo que sucede en la educación, palanca fundamental para el desarrollo de un país: mientras el sueldo máximo de los profesores universitarios de la región está sobre los mil dólares llegando a 5, 6 o 7 mil y el de Haití alcanza a 1.402, el de Venezuela es de ¡11 dólares al mes! Si no se pone la vista en la educación y en la generación de conocimiento para un futuro, la suerte en ciernes del país será infausta
¿Cómo es posible que eso haya sucedido en un país de economía sólida cuando el actual régimen chavista a mala hora tomó el rumbo del país? Sólo se ha podido hacer tan descomunal y sistemática destrucción, a través de la ruina de las fuerzas productivas que estaban en manos de factores de la Sociedad Civil. Tal catástrofe se causó mediante el subterfugio de una ideología trasnochada que ha fracasado en todo país en donde se ha aplicado, por lo que se pasaron esas fuentes de riqueza a las manos de un Estado inepto y deshonesto y por otro lado se descapitalizó al Estado a través de la corrupción, por lo cual su impensable ruina se hizo una realidad y lo hizo incapaz de enfrentar sus responsabilidades, produciéndose los cuadros de pobreza y desprotección ciudadana antes detatallados.
Como ya se hace imposible pensar en una nueva generación que releve a las actuales en función de la producción de conocimientos debido a la criminal actitud del régimen de llevar a los centros de educación al mayor decaimiento, no nos queda otro camino si no optar por reunir las fuerzas productivas que valientemente han resistido el ataque del oficialismo, para generar el conocimiento adecuado dirigido a sacar al país de la situación en la cual está postrado.
Esta es la misión que toca cumplir, y para hacerlo el reto es hacer un esfuerzo organizativo y defender de manera integral y conjunta los nichos económicos y sociales donde está concentrado este conocimiento, riqueza que la nomenclatura del régimen no ha logrado destruir y sobre la cual reposa la esperanza de rescatar al país que perdimos.
Jorge Rosell y Jorge Euclides Ramírez
