Estos días siempre han sido especiales, pero vale la pena recordar las circunstancias en las que vino Jesús al mundo. No fue fácil. José y María tuvieron que huir hacia Egipto para evitar que se cumpliera la orden dictada para eliminar a todos los primogénitos por si acaso uno de ellos era el redentor anunciado por los profetas. Las circunstancias del nacimiento condicionaron desde el principio la vida de Jesús. También su pasión y muerte. Más allá de las diferencias políticas e ideológicas que puedan existir en el mundo de hoy, el tiempo es bueno para la reflexión profunda de lo que somos y hacia dónde vamos.
Esto es válido especialmente para los venezolanos que vivimos dentro de nuestro territorio y para quienes se han visto en la necesidad de emigrar por el continente y el mundo en busca de mejores oportunidades de vida. Venezuela está en su gente. La lucha para la liberación definitiva es en nombre de todos ellos y de un vecindario muy preocupado por la nefasta influencia que la situación actual del país tiene en sus propias realidades, confusas y preocupantes.
Invito a todos nuestros compatriotas a aprovechar estos días para recargar cuerpo y espíritu y avanzar, con renovados bríos, hacia el objetivo central de la lucha. El cese de la usurpación, la salida de Maduro, como requisito insalvable para la refundación del país en base a la libertad y a los principios fundamentales de la democracia.
Dejemos de lado todo lo que pueda apartarnos de estos propósitos. El electoralismo fuera de tiempo, la candidaturitis aguda que mantiene enfermos a unos cuantos dirigentes nacionales, regionales y locales y concentremos todo el esfuerzo en lo verdaderamente necesario. El adversario está al frente. No nos equivoquemos perdiendo el tiempo en luchas y polémicas innecesarias que sólo favorecen al régimen que tenemos el deber de combatir.
Cada día fortalezco mi convicción de que el ciudadano común de Venezuela es superior a quienes han pretendido liderizarlo. Así lo demuestra el 80% de rechazo que tiene el régimen, pero alimentado también con una fuerte dosis de incertidumbre y cierto contenido de desesperanza en la espera de líderes auténticos en los cuales depositar su confianza. Existen y el país los seguirá cuando despejemos el panorama político y social que actualmente existe. No será por obra exclusiva del Espíritu Santo. Recordemos que Dios está en cada uno de nosotros, hechos a su imagen y semejanza. Nos acompañará en la lucha que se avecina.
Más de dos décadas de esta tragedia es suficiente tiempo para ponerle punto final. No estamos solos. Dentro y fuera, el vecindario en particular y la comunidad internacional en general están en expectativa vigilante de cuanto sucede. El régimen atraviesa su peor momento. Atención a lo que sucede en su interior.
Oswaldo Álvarez Paz
@osalpaz
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