De la navidad ya no dejan nada; toda la ternura significativa del nacimiento del niño Jesús bendito, la han venido disminuyéndolo de todo lo que se celebraba que ya prácticamente ha quedado olvidado.
El 24 de diciembre del año uno del primer siglo de la natividad del Señor, fue un día solemne y así se entendía en todos los corazones sanos de la humanidad. En un medio natural de un establo, lugar para el pastaje de los bueyes, de los corderos y de las mulas, La Virgen María y San José crearon un ambiente de cuna para que el niño naciera en aquel pesebre que era aquel lugar. Fue un hecho natural con transcendencia, que hasta de regiones lejanas llegaron tres reyes magos, que guiados por la estrella de Belén fueron conducidos hasta aquel lugar. Desde entonces la gente de todas las épocas ha venido reproduciendo en diciembre el pesebre; pero ya el pesebre ha desaparecido; y lentamente con el correr del tiempo se va desvaneciendo la tradición.
La industria y el comercio consideraron que la navidad podía explotarse. La industria apeló al pino para sustituir el pesebre y el comercio vendía las ramas de los árboles de pinos canadienses; la industria produjo sistemas de luces de colores que prenden y apagan en segundos para iluminar los pinos, y fabricó brillantes bambalinas de todos los colores y todos los tamaños que refulgen con la iluminación. La publicidad y las promociones se encargaron de vender la idea del arbolito y ahora todos compran la rama de pino y la adornan con luces y bambalinas, sin tener la menor idea de por qué lo hacen. Diciembre es el mes más industrial y comercial del año.
La humanidad ha olvidado celebrar el nacimiento del niño Dios confeccionando pesebres; ¿Qué celebra colocando ramas de pino iluminadas con sus bambalinas? La mente no está para pensar. Se celebra el comercio y la industria de las ramas de pino, de las lucecitas intermitentes de colores, y el brillo de las bambalinas.
Carlos Mujica
@carlosmujica928