Así como la abeja reina puede ser considerada núcleo vital de un panal de miel, y es en ella donde reside la razón de ser y existencia del todo, la Madre Reina, así en el poder político se observa la misma estructural subordinación, y tal cual parece estar construido.
Por su parte el tan íntimo “Yo” también invierte a manos llenas para autoprotegerse en mecanismos de defensa. Igual se juegan el ajedrez, la vida, casi que todo. Visto así, resulta la totalidad y cada cosa tan fuertes y en verdad son tan frágiles. Los dinosaurios, el amor, la salud, la amistad, la dentadura, la memoria. Dependemos del centro y frente a él, el arduo y fabuloso camino por la libertad.
Cuál será a todas estas me pregunto, el centro del poder político en regímenes distintos, de naturaleza y ejercicio tan disímil, como lo son las democracias y las dictaduras. Será ese medio de la mitad del centro del poder el gobierno, ese tan plural en singular enunciado; residirá más bien y uninominalmente en el presidente de la República, quien como la abeja reina representa la razón de ser del Estado. Quedará más bien esa médula en el respeto por la Constitución; en el territorio, cáscara protectora; en la soberanía de la nación, su seguridad y su defensa; dónde pues.
Será más bien en el respeto por las instituciones; en la fuerza; en el equilibrio de los poderes públicos; en el ciudadano y sus derechos humanos; en las instalaciones militares o en las infraestructuras petroleras en casos como el venezolano; en los centros neurálgicos de la información y la comunicación; en el control de los servicios públicos; en el monopolio de la violencia legítima; en la soberanía popular. ¿Qué dejamos en el tintero? ¿Las elecciones? ¿Varía en definitiva ese centro entonces dependiendo del régimen político? ¿Estriba en especial Momentum; en las circunstancias? ¿Qué otra cosa nos falta por nombrar?
Se lo han preguntado durante tanto tiempo teóricos políticos y otros tan ambiciosos como ellos, pero más pragmáticos tal vez, a fin de comprender o defender y proteger un sistema de vida en particular. O también quienes, para descubrir las debilidades de un gobierno en concreto, con la intención de acabarlo o de salir de él de alguna manera, a la larga o a la tempranera, por la fuerza y a través de la conjura de varios, deciden asestar el golpe de gracia definitivo.
Autores y actores sobrarían en esta crónica donde no caben, pero viene a mi cabeza, de buenas a primeras: La técnica del Golpe de Estado (1931), de Curzio Malaparte, tan emparentado autor en tantas cosas con Nicolás Maquiavelo; o para no irnos tan lejos aquí mismo, en esta tierra de desgracias, las consejas en persona de Fidel Castro a su alumno más destacado y obediente, o igualmente las del argentino Norberto Ceresole, dicen antisemita, neonazi, peronista y fascista, que escribió un libro cuyas tesis aprendió desde antes, cual pomposo alumno y de memoria, el innombrable. Hablo de: Caudillo, ejército, pueblo: la Venezuela del comandante Chávez (1999).
Súmele usted las consejas patrias, domésticas y variopintas, de Rangeles-Miquilenas y etcéteras, vendidas en tantos outlets criollos y extranjeros, Danny Glover aquél, cuya lista se haría interminable por plurales o individuales sinvergüenzas, alcahuetas, vividores, corruptos, que lograron zapateros sus minas de oro, Ali Babá en país bananero, mar de su felicidad, y que criollitos o importados metieron el hombro y de qué forma para dar al traste con el castillo de naipes que construimos en aquella Venezuela que ya no existe, durante 40 años de la tan al fin y al cabo gentil, abierta, frágil y boba democracia nuestra.
Hoy el régimen saca los colmillos en Barinas, la intocable y virginal cuna del prócer, donde todas las cuentas y recuentas dan al candidato de la oposición, llámese tal o cual, y le niegan el triunfo y así roncan, “por qué no nos da la gana”.
Eso hablan en público, y no es cuento, por la calle de en medio, con sus acciones los señores feudales de hasta hoy, gane quien gane, en la comarca familiar y amurallada, con acciones militares y otras patrañas, poder de fuego fuera de control y de sitio, que vociferan, irrumpen e interrumpen, camuflados, enmascarados, en escenarios civiles constituidos, respaldados en y por la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, donde las autoridades del CNE parecen haber sido puestas en cintura, para que no se vayan a creer y entiendan quiénes son en verdad los que mandan en y sobre la republiqueta de cartón piedra en la que llueve permanentemente sobre mojado y nunca escampa.
El centro de la mitad del medio, siempre tan protegido y del que hablamos, se ha puesto en evidencia en Venezuela una vez más, defendido por la corrupción del poder político, que no es sino tan solo militar con sus compinches criollos y otras faunas, en su expresión pública más descarnada, armada y descarada, que se sintetiza en el irrespeto por la decisión del pueblo, de los que en Barinas y en el país votaron, y conste que yo no voté pero defiendo a capa y espada a los que así lo hicieron, por quienes no pueden aceptar que en su hacienda apropiada, el centro simbólico y amniótico de mitologías y narrativas, la gente les dijo basta ya por la mitad del medio de su centro.
Leandro Area Pereira