Las pasadas elecciones regionales y locales del 21 de noviembre demostraron que los adversarios del gobierno de Nicolás Maduro suman muchos más votos que los conseguidos por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y que fue solo por la falta de unidad en la oposición que el oficialismo logró la gran mayoría de gobernaciones y alcaldías en dichos comicios.
La intención de voto del chavismo ha ido mermando en los más recientes comicios regionales, fenómeno que corre paralelo al alejamiento, por parte de algunos factores que respaldaron la gestión de Hugo Chávez, de la gestión de su sucesor en el poder, cuyo partido, además, está viendo cómo se le escurre de las manos el voto duro del que una vez disfrutó.
En las elecciones de gobernadores de 2012 el Polo Patriótico, coalición de fuerzas que respaldaban a Hugo Chávez, consiguió 4.853.954 votos, 56,22% de los sufragios emitidos en la jornada electoral, y el PSUV como principal partido de gobierno, se hizo acreedor de 4.094.464, un 46% del total y un 84,3% de lo conseguido por la alianza, superando a la opositora MUD por 1.007.645 sufragios.
El Partido Comunista de Venezuela (PCV) fue la segunda fuerza dentro de la alianza chavista en esa ocasión, con un respaldo de 247.202 votos para un 2.82% del total de sufragios emitidos en la jornada y 5% de la alianza del chavismo.
Adversarios mostraron músculo unidos
La MUD monopolizó en esos comicios y los inmediatamente posteriores la votación de quienes rechazaban la gestión del chavismo, logrando en 2015 la mayoría calificada de los diputados a la Asamblea Nacional (AN-Parlamento), aunque las maniobras del gobierno bloquearon, de hecho, el accionar del Poder Legislativo dominado por la oposición.
En el caso de las elecciones regionales de 2012, el caudal de votos obtenidos por la coalición opositora llegó a 3.798.992, que significó el 44,78% de los sufragios.
La votación de la MUD se disgregó entre las tarjetas de los diferentes partidos que integraban la alianza para entonces, principalmente en los partidos Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, Acción Democrática y Voluntad Popular, que posteriormente conformaría el principal núcleo directivo de la alianza, el G4.
Para 2017, y a pesar de que existía un fuerte debate en el seno de la oposición entre los partidos que deseaban participar en el proceso y los que no, las cifras obtenidas por los dos bloques que protagonizaron la polarización política del país fue bastante similar.
El Polo Patriótico oficialista obtuvo 5.814.903 votos para un 55,07% (un poco más de votos obtenidos que en 2012, pero más de un punto porcentual menos); mientras la MUD arribó a 4.983.626, que comprendieron el 44,31% de los sufragios (poco más de un millón de votos más que en la justa anterior, pero menos de medio punto porcentual por debajo de lo obtenido en 2012.
Erosión de la votación chavista
Sin embargo, el panorama cambió totalmente en las elecciones del 21 de noviembre. El PSUV sacó 4.053.076 votos para un 45,86% de los sufragios emitidos en esa jornada, lo que les convierte ya no en mayoría sino en la primera minoría, pues es menos de la mitad de los votos.
La erosión de la votación del PSUV es evidente, no solo en haber pasado a ser la primera minoría, sino por la pérdida de un 1.761.827 votos con respecto a la elección de 2017.
En esta oportunidad, el PCV corrió fuera de la coalición chavista, luego que en 2020 denunciara que la gestión de Nicolás Maduro había puesto en práctica unas medidas de corte neoliberal, condenado de paso la dolarización del país y las privatizaciones que comenzaban a realizarse. El partido del gallo rojo consiguió 164.775 votos (1,86 del total).
Del lado de la oposición el proceso es más complejo. La MUD, dominada por el G4 obtuvo 2.139.543 votos, una caída abrupta de 3.675.360 votos que evidencia el resultado de la estrategia de no participar en elecciones, que aplicó a partir de 2018.
Mientras el G4 mantenía el calificativo de «oposición mayoritaria» para la MUD, la solidez del mismo se vio seriamente afectada a la luz de los resultados. La oposición alcanzó en total 4.429.137 votos, solo unos 400.000 por debajo de lo alcanzado en 2017, y la diferencia la obtuvieron otros bandos opositores.
Alianza Democrática, que aglutinó partidos como El Cambio (fundado por Javier Bertucci), Avanzada Progresista (de Henri Falcón), Acción Democrática, Copei y Voluntad Popular (partidos que fueron intervenidos por el TSJ e impuestos de una junta directiva ad hoc distinta a la de sus dirigentes legítimos) alcanzó 1.363.003 votos, siendo la tarjeta de AD la más votada del grupo, con 381.596 votos, lo que demuestra el peso que todavía tienen el instrumento y los símbolos de este partido, a pesar de haberse acercado, mediante la intervención judicial, al gobierno.
Fuerza Vecinal, que gobierna en tres municipios del este de Caracas, a saber: Baruta, Chacao y El Hatillo, alcanzó 432.657 votos; mientras que otros partidos, entre los que se cuentan la Alianza del Lápiz, de Antonio Ecarri Angola, sumaron 683.125 votos.
Esta realidad fue la que llevó al exgobernador del estado Miranda Henrique Capriles a plantear el 23 de noviembre la creación de un gran consejo federal para reagrupar a la oposición.
En definitiva, los partidos conformados al margen de la MUD lograron cerca de 2,5 millones de votos, más de 200.000 por encima de la MUD, con lo que la coalición opositora también se convierte en la primera minoría.
Por todo esto, los resultados de la elección del 21 de noviembre, a pesar de una primera lectura a favor del chavismo con el logro de la gran mayoría de gobernaciones y alcaldías, demuestra que el PSUV se vería seriamente comprometido en una elección de carácter nacional (referendo revocatorio o elección presidencial) que aglutine todos los sectores que adversan al gobierno (la votación del PCV, que ahora se opone a la gestión Nicolás Maduro, aportó 164.775 a los votos emitidos contra los candidatos del chavismo).
No en vano el primer vicepresidente del PSUV, Diosdado Cabello, advirtió el miércoles 24 de noviembre en su programa Con el Mazo Dando, que, a la vista de los resultados electorales, había que cambiar la forma de gobierno.
De igual manera demuestra lo necesario que es para la oposición lograr articularse en una nueva plataforma que refleje la nueva distribución de sus respectivos respaldos. Aglutinar la cantidad de votos dispersos se convierte en una tarea imperiosa con miras a unas próximas elecciones.
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