Pilato quiso precisar si Jesús de verdad pretendía ser Rey de los judíos, cosa inaceptable por el Imperio Romano, cuyo único rey era el César. “Tú lo has dicho”, respondió Jesús, “sí soy Rey … pero mi Reino no es de aquí, no es de este mundo” (Jn. 18, 33-37).
¿Qué querría decir Jesús con eso de que su reino no era de este mundo? Los reinos en la tierra han estado limitados a un cierto espacio y suelen durar un cierto tiempo; no son ilimitados ni en tiempo, ni en espacio.
El reinado de Cristo será diferente a los reinados de la tierra. Su reinado será como es Dios: eterno e infinito, sin límite de tiempo ni de espacio. Su reinado nunca se acabará y su reino nunca será destruido.
Y ese reinado ya comenzó, pero será establecido definitivamente y para siempre en la Parusía (su segunda venida en gloria). Es lo que celebramos en la Fiesta de Jesucristo, Rey del Universo.
Y cuando llegue ese Reino de Cristo, ya no habrá más reinos de este mundo. Sólo existirá el poder de Dios. Y todos seremos sus súbditos. Pero ¡qué clase de súbditos!
Los salvados seremos verdaderos hijos de Dios, y si somos hijos, seremos también herederos y reinaremos con Él. (ref. Ap. 1, 5-8 y Rom. 8, 15-17).
Y… ¿cómo será ese momento?
“Vi a alguien semejante a un hijo de hombre, que venía entre las nubes del cielo” (Dn. 7, 13-14). “Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad” (Mc. 13, 26). “Miren: El viene entre las nubes, y todos lo verán” (Ap. 1, 5-8). Y en ese momento Cristo establecerá su reinado para siempre, aquel reinado que Él mismo refirió a Pilato: “mi Reino no es de este mundo”.
Pero Él también nos dijo cómo podemos ser parte de su Reino: “Busquen primero el reino de Dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura” (Mt. 6, 33). “No es el que dice ¡Señor! ¡Señor! el que entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt. 7, 21). “Les aseguro que si no cambian y vuelven a ser como niños, no podrán entrar al Reino de los Cielos” (Mt. 18, 3).
También el Apóstol San Juan nos da en el Apocalipsis algunas referencias del reinado de Cristo. Él es “el Alfa y el Omega”, principio y fin de todo. Recordemos que a Moisés Dios se le reveló como “Yo soy el que soy” (Ex. 3, 14). Y a San Juan, el discípulo amado, se le revela como “el que es, el que era y el que ha de venir, el Señor del universo” (Ap. 1, 8).
Dios siempre ha sido, es y será. Y vendrá de nuevo. Sí. Volverá para mostrar que es “el Señor del universo”, que “gobernará por siempre a su pueblo y su Reino no tendrá fin” (Lc. 1, 33).
Isabel Vidal de Tenreiro
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