Auge y declive del escuadrón tuitero del estado venezolano en tiempos de COVID-19, es un compendio de los autores Cristina González y Rodolfo Rico en el cual se tocan y analizan algunos tópicos de la situación que arropa a los venezolanos en la actualidad, en el contexto del uso y manipulación por parte del régimen de las redes sociales y los medios electrónicos, así como su afectación por la situación generada por el coronavirus y la consecuente pandemia, obra auspiciada por Espaja.com, Transparencia Venezuela, Medianálisis y Probox.
De entrada los autores aluden a la situación de vorágine que se vive en Venezuela, ante la crisis económica que nos sacude desde hace ya bastante tiempo y que ha traído como consecuencia inmediata una emergencia humanitaria compleja, agravada por la pandemia del coronavirus en el marco de un gobierno antidemocrático.
Esto, continúa el prólogo o entrada, ocurre en un país que se ha ido desconectando no solo en lo que a navegación web y telecomunicaciones se refiere, «sino en formación de tejido social y comunitario potenciado por la precarización del ecosistema de medios de comunicación, que abre el espacio para que la desinformación actúe, interesadamente o no».
En un país donde el ecosistema de medios de comunicación y el acceso a fuentes informativas es tan precario, se abona el terreno para que la desinformación se imponga.
El Instituto de Prensa y Sociedad registró que al menos 67 medios de comunicación impresos han desaparecido en Venezuela desde el año 2014 en Venezuela, 28 de los cuales cerraron de manera definitiva, «una erosión que comenzó en 2007 con la salida del aire de Radio Caracas Televisión y que se confirmó en 2009 con el cierre de 49 emisoras de radio en el país, así como la censura a medios internacionales y páginas web locales a partir de 2014, prácticas que se han hecho habituales», dice el prólogo.
Según se explica, en Venezuela el tejido social alrededor de la información fue sustituido por las conexiones virtuales de las redes sociales, que fueron ganando espacio por su inmediatez, libertad y horizontalidad; «mientras que en sociedades se convirtieron en ventanas para la reacción a las noticias«.
En otro extracto se lee que en Venezuela alrededor de 70% de la población confía en la social media y aplicaciones de mensajería para obtener información sobre la política nacional, según datos de una encuesta realizada por More Consulting en mayo de 2017.
«De allí que el oficialismo haya tomado las redes sociales como el campo perfecto para desinformar», según Iria Puyosa. No es casual que allí se quieran impulsar mensajes de articulación política».
En el marco de este compendio y para finalizar la nota, es importante aclarar que EsPaja.com, es un proyecto de periodismo de verificación de datos y fact-checking impulsado por Transparencia Venezuela con apoyo de la Unión Europea, se ha propuesto desde su nacimiento en 2019 combatir la desinformación.
Para ello es necesario no solo pasar por el tamiz de la duda las afirmaciones de personalidades públicas, funcionarios o no, y “cazar” las informaciones potencialmente falsas que se distribuyen masivamente entre venezolanos, sino también explorar el fondo del asunto.
Esta investigación aborda los alcances del dominio oficial sobre la conversación en redes sociales, particularmente en Twitter, al margen de las reglas permitidas por la plataforma; así como el impacto de tal acción coordinada.
De igual forma, logra adentrarse en las entrañas de la organización que aprovecha dineros públicos para impulsar narrativas interesadas, esas que defienden a figuras cuestionadas como Álex Saab, convirtiéndolo en emblema de la lucha anti imperialista y obviando las manchas de su historia económica; o que ayudaron a construir una narrativa heroica de la acción gubernamental frente a la emergencia por COVID-19.
