#OPINIÓN Las compañeras de Juan Pescao (Parte III) #15Nov

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«El líder verdadero siempre es guiado» 

Rabindranath Tagore

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«El tiempo de engañar a los hombres se acabó» 

Don Pedro

«Quienes cruzan el mar cambian de cielo, pero no de alma» 

Horacio

  • Entre Cayos te veas

J.P. desde la costa entendía que las mariñeras eran aliadas valiosas en tiempos de paz pero incómodas en tiempos de guerra. Y vivíamos en tiempos de conflicto. J.P. ya se había enterado de la situación actual. Que habían saltado el protocolo de autonomía de pesca artesanal, que se habían enfrentado a un grupo de tiburones, dos de sus concubinas, y que de chiripas la están contando. También estaba desagradado con lo del mecenas atraído por la pechonalidad de Marina, a lo que debía J.P. hacerse el musiú, pues igual que Yáñez Pinzón no tenía derecho a reclamo territorial, pero sí el de supervisar que una de sus parcelas de macho muerto, no las reclame el viento del macho rico con tos seca.

A las tres horas de navegación, llegaron a un arrecife cercano al Cayo de Agua, el único de los que tenía pozos de agua dulce. Pequi echó el ancla al fondo ubicándola en la arena circundante. Se arreglaron para el buceo fotográfico a la hora que el sol castigaba sin piedad. Crema factor 30 en toda la piel, traje de neopreno chequeado, visor antifog limpio, chapaletas largas, y arpón listo para algún atrevido Tiburcio que asomara malos modales en el paraíso del archipiélago. Aunque no se ha reportado o documentado ataques de peces bravos en la laguna central, lo de estar prevenido y precavido, valía doble. Cosa que nos probaría la vida luego, pues Mujer precavida, vale por dos, hombres.

En las aguas donde las enormes reservas de fauna y flora se meneaban evidentes ante nuestras miradas pasmadas, esperaban 280 especies de peces, 200 especies de crustáceos, 140 especies de moluscos, 61 especies de coral, 60 especies de esponjas, y 45 de erizos y estrellas de mar. Escoger entre tantas variables, era como escoger estrellas del firmamento y para complemento, abundaban los delfines, las ballenas, las mantarrayas y las tortugas. 

Fotografiamos los representativos, la tortuga verde (Chelonia mydas), el botuto o caracol reina (Strombus gigas), y la langosta espinosa (Panulirus argus). En el archipiélago anidan cuatro tipos de tortugas de la lista de especies amenazadas, a las que dimos atención especial la tortuga cabezona o caguama (Caretta caretta), la tortuga verde o blanca (Chelonia mydas), la tortuga laúd o cardón (Dermochelys coriacea) y a la carey (Eretmochelys imbricata). También retratamos peces de arrecife, y algunas de las 92 especies de aves, de Los Roques, que es un punto de encuentro de aproximadamente cincuenta especies de aves migratorias de América del Norte. Pelícano pardo (Pelecanus occidentalis), 2 especies de pájaros bobo, patas coloradas (Sula sula) y el piquero café (Sula leucogaster), la gaviota guanaguanare (Larus atricilla) y flamencos rosados (Phoenicopterus ruber). Debido a las condiciones ambientales extremas y la falta de agua dulce escasean animales terrestres. Se limita a iguanas, lagartijas, arañas, insectos, y al murciélago pescador (Noctilio leporinus), único mamífero terrestre autóctono. La tarea documentada en buena lid, fue siempre con clima rudo. 

Escoger cuáles especies fotografiar de tantas, fue todo un reto. Pero la empresa prometida se cumplió antes de acabar las horas vespertinas. Seguimos desde la laguna central al Gran Roque para hospedarnos en la posada de la tocaya de Olga, Bequevé y esperar el día siguiente para acabar de darle coto al resto de las actividades pautadas. La cosa no salió como hubieran deseado, sólo que no lo sabían. Las mariñeras habían sido escogidas por el destino para la dificultad. A estas alturas, no era la necesidad la madre de todas las ciencias, sino la dificultad. A mala hora recordaron al Simón, al hombre de las dificultades.

  • Los Bárbaros de mar

La posada Bequevé tiene su página web. Bequeve.com y clasificación por la guía de Valentina Quintero quien se ha encargado de promover las bondades del hospedaje en su programa televisivo, Dos de viaje. La sazón de Carmen, como conocían a la cocinera roqueña, dueña de la mesa y los platos únicos de desayunos, almuerzos y cenas Bequevé, eran famosas. El perico revuelto, las arepas piladas, la empanada de cazón y las caraotas recalentadas con queso frito, eran marcas de calidad superior en la comunidad insular, peninsular, e internacional. Los turistas se volvían locos, y la gran mayoría de gringos y europeos que llegaban, repetían hasta tres veces, y a nadie extrañaba el hecho. Para los navegados como dicen al viajero doña Carmen no era de este universo, y en parte tenían razón. En broma, una ñera reflexionaba el dicho… en el país de los ciegos, el tuerto es rey. Pero los reyes saben de fotografía y retrato, aunque no vean más allá de sus narices. Luego del desayuno opíparo y felicitar a doña Carmen se fueron a lo mismo. Repitieron el mantra del mar para el buen viaje, y partieron a la brega con el viento a favor y el favor de la providencia.

Hablando de Europa, el mecenas oculto era un profesor de botánica de origen madrileño al que había tocado venirse al Oriente del país a clasificar y realizar estudios de etnografía y caracterización de la flora local. Observó a Marina cuando estaba adquiriendo peces en Playa Parguito y fotografiando mangles, y ella se bañaba en la orilla de la playa con las compañeras de parto y sus hijos. Aquel día, a distancia, lo dejó tosiendo la hermosa Guaquerí con senos sensuales, afilados, y rígidos que habían embrujado a J.P., tanto como al dichoso doctor, quien miraba atónito los melones como frutas del jardín de Afrodita

Las mariñeras, a través del mecenas, conocieron historias interesantes del imperio español en época del Rey Juan IV de Portugal, el primer emperador en la historia que se había movido con toda su corte desde Europa a una de sus colonias, Brasil con toda la élite del país, una décima parte de la población. Si algo debe saberse es que las hembras ñeras de ridícula cultura involuntaria son inteligentes y captan como antenas parabólicas, quizás sea el pescado, pero tienen las memorias frescas de elefantes o elefantas como dirían los políticos jala mecates del gobierno in-Maduro en la república venezolana, sin la calificación de Bolivariana y en plena campaña comicial, quién sabe cuan plena de engaños e intrigas.

La madre de J.P., quien tuvo un hijo natural con Juan Pescara había puesto al niño su nombre quien a su vez había recibido su nombre del Rey Juan IV de Portugal, el Clemente, el primer emperador oficial de Brasil, aunque antes de arribar a la colonia, asumió la regencia de Portugal cuando la reina María I fue declarada incapaz de gobernar. En Macho Muerto los ñeros bromistas e intrigantes apodaron a J.P. como la canción del salsero Larry Harlow, Camina Juan Pescado y por apellidarse Pescara, que asociaban a la faena de pesca.  

Marina sabía del mecenas por mensajes que acarreaban enviados del patrono. Tras la investigación del emperador don Juan, que motivó el nombre del célebre hombre de la caña brava, se encontraron con las  historias de los Borbones y los Braganza. Éstas se fueron relatando en el curso de la trayectoria programada… En la época que se decidió la boda de la infanta Carlota con Juan IV de Portugal, los Borbones y Braganza buscaban fortalecer la península ibérica, constantemente amenazada por las rivalidades de las potencias de la época, Francia y Gran Bretaña. La boda fue urdida por el rey español Carlos III y María I de Portugal, que a la postre, murió demente. Carlota, sentida con sus padres por ser indiferentes con ella, se negó a esa ley de vida en la corte, que los hijos de la realeza rara vez les prestaban atención sus padres. Las princesas, casaban por deber y ya. Y para el colmo del parecer de las ñeras, era considerado un honor. Ahora entendían por qué el matrimonio es entendido como base de la familia y la sociedad, pero también del martirio del maridaje, la otra cara del padecimiento del desposado, sin discriminar en el género.

La empresa tocó en su primera parada. Cerca del Cayo Sal al Oeste, donde se escogió un bajío cercano cristalino con una transparencia de más de 10 metros. De nuevo se ubicó par de nasas para pesca de supervivencia y el almuerzo, y se dispusieron a trabajar en el agua. A eso de las 10 de la mañana tenían horas tomando fotografías a merced del sol, que brillaba como mil focos de aparcamiento. A la hora de almuerzo cocinaron en una parrilla improvisada sobre la arena de la playa. En la fogata colocaron a hervir langostas y en la reja, a modo de grillé, un pargo dentón de 3 kilos que arponeó la Chica. Con sal, limón y mayonesa, se dieron un banquete playero a cuerpo de reyes, que suscitó la continuación de la historia intercalada de los Braganza.

La archiduquesa Leopoldina de Austria, fue objeto de enroque, donde se le cambió el príncipe de Sajonia por Pedro, luego que Antonio el hermano mayor había muerto objeto de la maldición de los Braganza, como posible marido de la duquesa Leopoldina. Apasionada por las ciencias naturales y libros de viaje para lectura, fue educada sumisa para jugar el ajedrez de la política internacional. Su hermana María Luisa fue obligada a casarse con Napoleón, el gran enemigo de la familia, y del imperio austríaco. Años atrás, Napoleón se había divorciado de Josefina, para buscar un heredero, y obligó al austríaco Francisco II, a darle una de sus hijas. Esa humillación marcó a Leopoldina, porque la hermana que tanto quería estaba obligada a vivir con el hombre que habían aprendido a odiar desde pequeñas, lo que sintió como una tragedia. Olivia, con risa cómplice comentó, con razón J.P. es tan putero, ninguna lo obligamos a casarse porque temía a dos cosas en la vida, nadar, y echarse al agua. La carcajada espantó a unos pelicanos que descansaban en la playa ingiriendo sardinas.

Chica, quiso saber cuál era la maldición de los Braganza. La leyenda nacida siglos antes inició cuando un rey de Portugal atacó a patadas a un monje franciscano que pedía limosna. En represalia, el fraile juró que jamás un varón primogénito Braganza, viviría lo suficiente para llegar al trono. Y esa maldición se repetía generación a generación, con una precisión quirúrgica. Treinta años antes, tampoco don Juan estaba destinado a reinar, era a su hermano José que le correspondía por primogénito pero murió a los veinticinco años. La maldición dijo presente. La ñera Chica arrugó la cara, más pensando en la arrechera del fraile, que en la desaparición de los primogénitos.

Luego de la fogata volvieron al bote a la etapa de regresar a Bequevé y entregar la habitación, para ducharse de agua dulce y volver a la isla de Margarita. Pero sucedió algo inesperado. Justo antes de prender el motor fuera de borda, otra embarcación se acercó sin protocolo y las trató de abordar. Las ñeras al percatarse que trataba de piratas de mar, intentaron fugarse. Desde el bote bucanero de eslora similar los 4 encapuchados con pasamontaña y 1 mujer con tapaboca lideraban el asalto armado. Un disparo al aire bastó para poner el tablero de contratiempos a moverse. Chica disparó el arpón instintivamente y alcanzó darle al motor de los piratas, que se apagó para suerte de las ñeras, que temblaban más chorreadas que palo de gallinero. 

Pequi concentró su miedo en dejar plantados a los piratas, arrancando de un solo tirón. La suerte estuvo compartida. Uno de los asaltantes se agarró de la borda y sostenía con fuerza un costado del 3 puños. Otro disparo, rozó el brazo de Olivia que cayó al agua herida. Chica cargó la flecha y disparó a la mujer que cayó también por la borda del otro peñero. Balas contra flechas. Indios contra vaqueras. La disputa no se decidía por ninguna de las partes. Con el agua ensangrentada por los heridos, no tardaron los parientes Martínez, su aparición inesperada e inoportuna. Ahora eran 2 enemigos para cada bando. Ñeras a un lado, piratas por otro y el tercero en el brete, los Tiburcio, quienes llevaban ventaja en el agua.

Los predadores rodearon a la mujer que pedía aterrada auxilio a gritos a sus colegas. Otro tomó el arma de la mujer y disparaba a los tiburones pero fue en vano, la mujer desapareció en un charco de sangre hasta el fondo del arrecife en pedazos que tragaban con avidez los escualos en un paroxismo predador. Los bandidos rescataron al otro amigo y huyeron con el motor humeando averiado por el disparo. Entre tanto, el peligro inminente recaía en la novia de Popeye, quien flotaba inconsciente gracias al chaleco anaranjado. En un rapto de desesperación, Marina se lanzó sin mucho pensarlo, tras el cuerpo de Olivia. La tomó por el chaleco y nadó desesperada hasta el borde del peñero con la flaca a la zaga. De nuevo las compinches las izaron al bote troleadas, y la resbalosa no reaccionaba. Las ñeras se pusieron a sentir el pulso de la amiga y parecía fuerte. Poco a poco el peñero fue alejándose y perdieron de vista a los piratas que habían salido con las tablas en la cabeza por mera estrella. Está claro que la fortuna de las mari-ñeras, contrastaba con la maldición de los Braganza.  

Llegaron temblando a la ranchería donde fueron rescatadas por gente de las autoridades locales y roqueños amigos de Bequevé, de la señora Olga y de Doña Carmen. Olivia por fin despertó, estaba desorientada, sedada con analgésico y antiinflamatorio intravenoso. No podía creer haber recibido una bala real. Fue un rozón, pero lo sentía moralmente como un balazo ad honorem, con perforación y salida corporal limpia.

Pasó rato recuperándose y pospusieron la salida para el día entrante, a mutuo acuerdo por obvias razones de contingencia. El personal de la posada estaba encantado y aterrado por la noticia de piratería marina, que de un tiempo para acá, estaba siendo frecuente en la zona. Varios turistas fueron atracados e incluso asesinados para robarle los dólares  y echarlos a la mar para que los coman los predadores, a veces vivos. En el país la depredación empieza con los gobiernos y sus gobernados como peces en un arrecife rodeados de Tiburcio Martínez que no deja competencia para otro emperador de la cadena alimenticia del océano como lo es el tiburón, y sus 360 especies conocidas, distribuidas en 8 órdenes y con otros 7 órdenes extintos. 

La noche no tardó en atraer la oscuridad con una luna llena que brilló como un fantasma y ese día fue la luz al final del túnel. No había más que relajarse en el estar a continuar con la Archiduquesa Leopoldina y sus relatos de afición por la naturaleza, la ciencia y la cultura. Hay en la bibliografía sus esfuerzos para traer su propio personal y comité científico al nuevo continente. Así la futura reina embarcó el 15 de agosto de 1817, a bordo del don Joao, un 74 cañones de los cuales se habían retirado 70 para permitir un nutrido séquito surtido por damas de compañía, mayordomos, seis aristócratas húngaros y seis guardias austríacos, un bibliotecario, un consejero religioso y un capellán. Una orquesta encargada de distraerla, ensayaba en cubierta, mientras eran estibadas 42 cajas de la altura de un hombre cada una que contenían, aparte del ajuar, su biblioteca, colecciones, y regalos para su familia política. 

Al llegar a Livorno de noche, vio el mar por primera vez. Luego miró los navíos iluminados, reflejándose en las aguas de la bahía calmada. Tembló de emoción. No obstante, iba acompañada. En otro barco, el Austria, viajaba un grupo de científicos, protagonistas de la que se convertiría en la expedición científica más famosa de la época, liderada por el botánico bávaro Von Martius con 23 años, su colega Von Spix, un experto en mineralogía, un zoólogo, un entomólogo y varios artistas, incluido el pintor Thomas Ender

La boda de Leopoldina sirvió de pretexto para que se iniciase una de las mayores aventuras científicas del S. XIX., durante la cual, éstos expedicionarios recorrerían más de 10.000 kilómetros por el interior de Brasil, descubriendo tribus, catalogando especies desconocidas de animales y plantas, trazando mapas y descubriendo minerales. Don Juan podía estar satisfecho con su nuera porque no solo aportaba el prestigio de la dinastía, sino promovía la cultura de Europa al corazón mismo de Sudamérica.  

Cuando levantó viento y llegó el momento de zarpar, el ancla quedó enrocada en el fondo y los marineros tuvieron que realizar maniobras complicadas para izarla, con un mar encrespado. Al sacarla del mar, vieron que venía enganchada a un ancla de piedra de los etruscos. Al ser supersticioso, aquél percance fue entendido como pájaro de mal agüero. La superchería se extendía al día del casamiento por poderes un día 13 de mayo, día del cumpleaños de Don Juan, la Archiduquesa consideró un día aciago, dado lo supersticioso que era Leopoldina, ya que su madre había muerto un día 13, y un 13, Austria había perdido una gran batalla. Aun así el día 13 se mantuvo firme. El casamiento por poder tuvo lugar en la Capilla Imperial del Palacio de Viena. De la Archiduquesa con don Pedro, príncipe heredero del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve representado por el archiduque Carlos, el hermano del emperador y primer vencedor de Napoleón. Las cartas se echaron y para Leopoldina daba comienzo el viaje de su vida.

A todas éstas, Olga, Chica, Pequi y Marina, no salían del asombro, pendientes de Olivia que yacía roncando en una hamaca cómoda, al lado de ellas. Y pensando en la excursión, que ni de lejos se parecía a la científica expedición de la Archiduquesa. Pero servía como para darse una idea de dónde estaban paradas y lo lejos de ser una experiencia de esa extensión. Al mismo tiempo la astucia y la suerte habían ayudado a vencer al peligro mortal, lo que permitió recordar la victoria de Don Juan, que había perdido su país momentáneamente, pero había salvado el imperio. De él, Napoleón diría… Fue el único que me engañó. Las ñeras engañaron a la muerte con igual destreza que el suegro de Leopoldina. Y de ellas se diría que la buena leche no la tenían corta, aunque también sabían que no siempre la providencia protege a los inocentes. Por eso no eran supersticiosas para nada, pero igual reconocían que si bien no hay brujas, de que vuelan, vuelan.          

  • Epílogo     

De vuelta en sus respectivas casas. El mundo de las nuevas damas, había cambiado a partir de la excusión, que si no podía llamarse científica, tenía un gran valor experimental. Las ñeras, ya no eran tan ñeras en su ingenuidad. Habían entendido a través de experiencias in situ, y el espacio natural, su propia naturaleza efímera, frágil, capaz de grandes hazañas, pero definitivamente mortal, a veces apoyadas por el azar y por esa porción aun no cuantificable de la intervención providencial de la divinidad. Los más convencidos religiosos liberales le llamaban el Sereno y otros más dogmáticos le conocían como Dios, Jesús, el Cristo redentor. Las ñeras prefirieron la descripción de los dioses griegos y sus pares romanos, por su cercanía a los procesos de la religión, antes y después de Cristo.

En estos momentos que a las ñeras les toca decisiones esenciales de todo tipo, ninguna puso de lado lo sufrido, por no decir, lo vivido in extremis. Nadie puede negarle la valerosa estupidez de arriesgar la vida al causar la muerte de un tiburón y de una mujer pirata mordida por escualos, y todo en menos de 48 horas. No hay forma de entender como tuvieron tanta suerte. Dicen que fue suerte de principiantes, buena leche, suertudas con estrella, destino que evitó una tragedia mortal sin retorno. La noticia fue cubierta por la prensa nacional y se hizo viral. J.P. no salía del asombro y el susto por lo que pudo haber pasado. Estaría a cargo de 25 bestias indómitas en época reproductiva El suicidio sería necesario dada la circunstancia además que nobleza obliga. Pero gracias a dios la verdad dotaba de una inesperada y grata sensación de libertad. Por eso decidieron que la libertad las obligaba a sufragar para que eso que aprendieron a la brava, la gente y los chamos lo aprendan en el aula, ya decía Edmund Burke, la educación es la menos costosa de las defensas de un país

Pd. Toda este cuento de ficción, se basa en hechos reales y cualquier parecido con la realidad, no es para nada, mera coincidencia

Marcantonio Faillace Carreño

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