Ni la racionalidad ni el pensamiento le han servido a la mente de Einstein para descubrir y para conocer el Universo. En sus notas autobiográficas dice Einstein: “Ahí fuera estaba ese inmenso mundo que existe independientemente de los hombres y que se alza ante nosotros como un eterno y gran enigma, al menos parcialmente accesible a la inspección y al pensamiento humano. La contemplación de este mundo actuaba como una liberación,…” Las cosas que percibimos comúnmente todos los días, crean en nosotros una indiferencia rayana en el olvido. La luna siempre está allí, pero no tememos que pueda caerse; tememos por la piedra que se arroja al espacio. El mundo de Einstein es el mundo de todos, pero todos ignoramos que el Universo es un espacio que la energía neutra que lo llena producida por las estrellas lo mantiene ingrávido. No hay gravedad en el espacio del Universo. Es por la contemplación y el silencio como Einstein lo va descubriendo todo. Insisto en la contemplación y el silencio porque fue mediante estos términos que el Universo se le reveló. La contemplación y el silencio revelaron a Einstein sus conocimientos acerca del mundo. Como dice él que llega la intuición: la intuición llega mediante un salto de conciencia.
Lo que se le revelaba, lo que podía descubrir mediante los saltos de conciencia de la intuición, por poco que fuera de este mundo era siempre suficiente. Para Einstein el intelecto, ni la realidad, ni el pensamiento le han servido bien poco. El salto de conciencia de la intuición ha sido siempre muy positivo en su observación del mundo. “Pienso noventa y nueve veces y no encuentro nada, dejo de pensar nadando en el silencio, la verdad viene a mí.” Este pensamiento suyo es una acertada opinión que justifica su modo de actuar en el enigmático mundo. “No he entendido las leyes fundamentales del Universo por mi mente racional.” De modo que no fue la racionalidad la que sirvió a Einstein.
Carlos Mujica
