“La ética es saber la diferencia entre lo que tienes derecho de hacer y…
lo que es lo que es correcto hacer.”
Potter Stewart (23-01-1915 / 7-12-1985)
Abogado y juez estadounidense, Potter Stewart se desempeñó como juez asociado de la Corte Suprema de los Estados Unidos de 1958 a 1981. Durante su mandato, realizó importantes contribuciones, entre otras áreas, reforma de la justicia penal, derechos civiles, acceso a los tribunales y jurisprudencia de la Cuarta Enmienda.
Después de graduarse de la Facultad de Derecho de Yale en 1941, Stewart sirvió en la Segunda Guerra Mundial como miembro de la Reserva de la Marina de los Estados Unidos. Después de la guerra, ejerció la abogacía y sirvió en el ayuntamiento de Cincinnati. En 1954, el presidente Dwight D. Eisenhower nombró a Stewart para un cargo de juez en la Corte de Apelaciones de los Estados Unidos para el Sexto Circuito. En 1958, Eisenhower nominó a Stewart para suceder al juez asociado retirado Harold Hitz Burton, y Stewart ganó la confirmación del Senado al año siguiente. Con frecuencia estuvo en minoría durante el Warren Court, pero emergió como un voto de giro centrista en el Burger Court. Stewart se retiró en 1981.
Fuente: Wikipedia.
Los valores morales en la vida tienen gran importancia desde el punto de vista del desarrollo personal, social y espiritual. Los valores, la moral y la ética están inextricablemente unidos.
Los valores son lo que aprendemos desde la infancia; son las “cosas” que adquirimos de nuestros padres y nuestro entorno inmediato, especialmente en el comedor del hogar, reunidos en familia, antes y después de los desayunos, almuerzos y cenas, durante las tertulias familiares las tertulias familiares.
Los valores son el poder motivador detrás de una acción decidida.
Desafortunadamente muchos de nosotros podemos tener dificultades para seguir valores como la veracidad, la honestidad y/o el perdón en nuestras vidas porque no hemos percibido las sutiles ganancias que nos llegan al seguir estos valores.
O tal vez somos descuidados para darnos cuenta de la importancia de los valores en la vida. La ética por otro lado es cómo nos comportamos frente a situaciones difíciles que ponen a prueba nuestra fibra moral. La ética es el código o los principios de los que depende el carácter de la persona.
Somos proclives a ver la brizna de paja en el ojo ajeno y a ignorar la viga de acero que llevamos en los nuestros. Nos convertimos en jueces y verdugos de nuestros prójimos procediendo según lo que estimamos como nuestra verdad y, sentenciamos apresuradamente, en la mayoría de los casos sin darle el derecho a la defensa.
En política, generalmente, se es propenso a buscar defectos en el adversario, como si fuese el enemigo, a creer rápidamente cualquier cosa negativa que se diga del oponente y se sale a vociferar injurias, calumnias y mentiras sin medir las consecuencias o daños colaterales que se causan a las personas, es actitud que al final casi siempre es negativa, se toma fácilmente, en lugar de buscar realidades, actitudes, aptitudes y/o características que justifiquen el triunfo deseado, habitualmente conlleva a aplicar el olvidado “Principio de Peter”.
¿Por qué mentir, difamar o injuriar si se poseen cualidades reales como para lograr el éxito?
¿Por qué actuar asumiendo que nuestra verdad es absoluta sin saber cuál es la del acusado?
La ética y el carácter están estrechamente relacionados. Los valores morales son esenciales para que la ética se desarrolle a una edad temprana y pueden ser instrumentos para construir el carácter.
Fuente: https://www.exitoysuperacionpersonal.com
Al tratar sobre la ética he de enfatizar que, sobre todo en mis actividades públicas, desde siempre, he manifestado que no crean en mis postulados, porque yo los digo, pues soy un ser humano que tiene el deber de ejercer el derecho de errar; habitualmente, la audiencia a quien me dirijo está compuesta por personas mayores de edad y, por tanto, tienen el poder de discernir para decidir por sí mismos.
¿Qué si he cometido errores?
Por supuesto que sí, nunca he pretendido ser Dios, es el único ser perfecto e impoluto, trato de reconocerlos y enmendarlos a medida que me convenzo de ellos, pero como gremialista defensor de los Derechos Humanos constitucionales y legales de las humildes familias caficultoras, de mis conciudadanos en general y como persona natural, he sufrido los rigores de la adversa suerte (como diría William Shakespeare), de juicios y opiniones emanados de personas a quienes jamás he visto o intercambiado palabra alguna pero, han actuado bajo informaciones falsas o desviadas, tal vez para justificarse; por eso, parafraseando a su obra extraordinaria, Otelo, y sin pretender ser la tinta derramada por su afamada pluma, os pido:
“Cuando mención hagáis de mis acciones…
Hablad de mí tal cual soy…
Sin disculparme…
Sin agravar malévolos mi culpa…”
Maximiliano Pérez Apóstol