En la vida a cada uno de nosotros corresponde sembrar la semilla, para después recoger los frutos de todas nuestras acciones y deseos, sean buenos o sean malos.
Todo en la vida tiene su recompensa o su castigo. Respecto a la mujer en cuestión de violencia contra ella, hasta el momento no hay organismo internacional que logre en el mundo hacer sentir su voz para que se respeten sus derechos, sobre todo cuando se trata de países en los que la mujer no tiene protección, es humillada, irrespetada, sometida, despreciada, explotada y sin apoyo para que se le haga justicia.
El tema de la violencia sexual hacia la mujer, del maltrato físico, mental, moral e irrespeto a sus derechos, libertad y condición humana no ha sido aún resuelto, con la triste realidad de que en muchos países pasa desapercibido como algo sin importancia, como si la mujer fuera el trapo en el que cualquiera puede limpiarse la suciedad de sus manos…
A través del tiempo se han multiplicado los azotadores que arremeten contra los derechos del hombre, de sus libertades y sus posesiones. Atila rey de los Hunos, era tan cruel en sus invasiones a propiedades ajenas que no le bastaba con robar y someter a sus dueños, sino que arrasaba sin compasión las tierras ajenas, razón por la que este hombre fue llamado “el azote de Dios”. Con la muerte de este monstruo se terminó la barbarie, asolación y muerte del terrible imperio de los Hunos en Europa.
Stalin fue uno de los azotes más sanguinarios de que se tenga noticia. Lenin se apoderó del poder y como si fuera su dueño aplicó la lucha de clases. Su espantoso gobierno obligó a huir a sus perseguidos, asilarse y protegerse. A los que se quedaron les aplico la cárcel y el fusilamiento. Hitler copiaba al rey Itzel de los “Nibelungos” para exigir lealtad, pleitesía y obediencia ilimitada.
En el “Macbeth” de Shakespeare y en “El patriarca” de García Márquez se ven claramente los efectos de la traición, del odio, de la ambición de poder, de la soledad, de la intolerancia, los enfrentamientos, la represión y el sufrimiento…
Vislumbrados por promesas nunca cumplidas, los pueblos ignorantes terminan en la ruina, presos o muertos.
Por muy perdidos que estemos en este triste campo de la barbarie, arriba está el que todo lo puede, para recordarnos que la esperanza de la vida una y otra vez regresa con el sol…
Amanda N. de Victoria