Fraguó una invasión a Venezuela desde Estados Unidos #30Oct

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Una vez iniciado el gobierno de José Tadeo Monagas en 1849, el general José Antonio Páez, se opuso y se alzó en armas aduciendo que se había violentado la Constitución al asaltar el Congreso Nacional. Fue derrotado en Los Araguatos por las fuerzas del general Santiago Mariño, y reducido a prisión, en donde estuvo un tiempo hasta su expatriación con destino a Estados Unidos.

Aquella mañana del 23 de mayo de 1850, un poco apesadumbrado, el general Páez abordó el vapor “El Libertador”, sí, un nombre irónico, y más para Páez. Así se concretó la expatriación por decreto del presidente Monagas, el mismo a quién el centauro llanero ayudaría con sus fuerzas y su prestigio para que escalara el poder.

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Páez llegó al Puerto de Nueva York en julio de 1850, como exiliado político, y las crónicas apuntan que «…fue tan bien recibido en todos los sitios en donde estuvo que incluso llegó, en febrero de 1851, a visitar en la Casa Blanca al presidente Millard Fillmore».

El servicio de espionaje de Monagas dejó entrever que Páez estaba preparando, tanto en Nueva York como en Baltimore, una nueva incursión con dos vapores «para hostilizar el comercio inglés, pero cuyo verdadero objetivo era invadir nuevamente Venezuela», por lo que dispusieron vigilar al León de Payara.

Para tal fin, en septiembre de 1854, Monagas designó como encargado de negocios en Washington a Ramón Azpurúa, un hombre de amplio perfil político que había sido electo en 1842 como diputado desarrollando una intensa actividad parlamentaria hasta 1847. Su misión, aparte de ser la sombra de Páez, era proveer de buques a la Marina de Guerra.

Azpurúa era un hombre culto y perspicaz. Conforme a las instrucciones de su gobierno informó a la Casa Blanca sobre las acciones emprendidas por el general Páez en suelo norteamericano, solicitando medidas oportunas.

La misión era atacar a Venezuela

A partir de la advertencia del diplomático venezolano derivadas de noticias confusas de los espías de Monagas, produjo inquietud entre las relaciones de ambos países, pues en Caracas manejaban la teoría que en el puerto de Nueva York estaba listo el barco Benjamin Franklin, de propiedad privada y que estaba poderosamente armado para una acción naval, noticia que se había hecho pública en septiembre de 1854.

Esta embarcación estaba destinada al Gobierno de México, pero Azpurúa, exigió al Gobierno de Washington se embargara el navío alegando que su verdadera misión era atacar a Venezuela.

Asimismo, Azpurúa giró instrucciones al cónsul de Venezuela en Saint Thomas, que solicitara la detención del Catherine Augusta, barco que había partido de Nueva York a finales de agosto de ese año cincuenta y cuatro.

Washington atendió inmediatamente el llamado del Encargado de Negocios de Venezuela e inspeccionó rigurosamente el Benjamin Franklin, y al no hallar pruebas incriminatorias, autorizó levaran anclas. La nave zarpó el 19 de septiembre, pero una vez estando ambos navíos en Saint Thomas, las autoridades portuarias impidieron continuar el viaje y ordenaron el regreso a Nueva York. 

«Una amenaza constante e inmediata»

Tanto el Benjamin Franklin como el Catherine Augusta, permanecieron en el puerto de Saint Thomas, hasta que en diciembre de 1854, fueron contratados por una empresa inglesa para el transporte de pasajeros y servicio de correo.

Por su parte, en agosto de 1854, el diplomático venezolano explicó en detalle al Gobierno norteamericano, «la situación de alarma personal que enfrentaba, por los esfuerzos de Páez y sus compañeros para obtener la posibilidad de ir a Venezuela con elementos de guerra y recursos», y su temor «de que los acontecimientos de Venezuela hagan cambiar aquí la posición de Páez».

Y mientras eso ocurría, en noviembre de ese mismo año, Monagas envió correspondencia al ministro residente de Estados Unidos en Caracas, quejándose que «su gobierno hubiese dejado partir de Nueva York el Benjamin Franklin con elementos de guerra pertenecientes al General Páez», y que esa embarcación, junto a la Catherine Augusta, «se han aproximado al territorio nacional y son una amenaza constante e inmediata a la tranquilidad de la República». La misiva fue enviada pese a que ya el gobierno de Monagas estaba enterado que en la inspección al Benjamin Franklin en Nueva York, no se encontraron evidencias que corroboraran alguna relación de Páez con el barco, además el Catherine Augusta estaba imposibilitado de navegar por daños severos por lo que permanecía atracado en Saint Thomas.

La respuesta de Washington no se hizo esperar, respondiendo al gobierno del general José Tadeo Monagas, que a petición del Encargado de Negocios de Venezuela, todos los recursos exigidos se cumplieron, y que Estados Unidos nada tenía que ver con un barco detenido y otro en mal estado, ambos fuera de jurisdicción norteamericana. 

En cuanto a Páez, los hechos no permiten concluir que el centauro llanero hubiera fraguado una invasión a Venezuela con los barcos detenidos en Saint Thomas.

En diciembre de 1857, el gobierno de José Tadeo Monagas fue derrocado por un golpe de Estado liderado por el general Julián Castro quien llama a una Convención en donde surge un nuevo sistema político que presiden Manuel Felipe Tovar y Pedro Gual. 

Páez acude al llamado de la Convención de Valencia, y retorna a Venezuela, llegando en diciembre de 1858 a Cumaná para dirigirse en barco a Puerto Cabello y luego a Valencia.

Con una ovación prolongada de estruendosos aplausos, el 6 de enero de 1859, Páez fue recibido por la Convención. Los honores que se le prodigaron fueron contundentes y su nombre volverá a palpitar. Desde aquel día, inevitablemente comenzará una cruenta y sangrienta etapa para Venezuela.  

New York Port

Luis Alberto Perozo Padua

Periodista y escritor

[email protected]

TW / IG @LuisPerozoPadua

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