¡Colombianos!
Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía.
He trabajado con desinterés abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento.
Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado: mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.
Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia; todos deben trabajar por el bien inestimable de la unión: los pueblos, obedeciendo al actual Gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando sus espadas en defensa de las garantías sociales.
¡Colombianos!
Mis últimos votos son por la felicidad de la Patria. ¡Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro!
Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco.
Hacienda de San Pedro, en Santa Marta, a 10 de diciembre de 1830.
Con toda la admiración y el respeto que desde siempre he sentido por el más grande ser humano del cual he tenido conocimiento, porque, para mí, Jesús fue Dios e Hijo de Dios, les transcribo este relato tomado de un trabajo de investigación efectuado por Ramiro Diez y Reina Violeta Diez, narrado en sus voces para el programa “Tal Día como Hoy,” de Radio Sucesos. Me lo envió desde Chile, mi hermano de la vida, Fernando Oropeza. Para mí era desconocido, Cito:
Durante el siglo XVI en un pueblecito de Vizcaya, en España, un molinero tuvo un conflicto con el Obispo, quien le exigía un alto pago del diezmo y de otros impuestos, el molinero argumento que ya pagaba suficiente, en respuesta, el Obispo lo amenazó con la posible excomunión, y un día lo atacó con hombres armados, en el incidente, aquel molinero, disparó contra sus atacantes, entre los cuales se encontraba el mismo Obispo, resultado, el Obispo murió y para salvar su vida, aquel molinero escapó con su familia al vecino país de Francia y perdió el producto de todo el trabajo acumulado a lo largo de su vida.
Ochenta años más tarde aquella familia vasca asentada en Francia decidió regresar para reclamar lo que les pertenecía, pero, por supuesto, encontraron otra familia apoderada de la tierra y del molino. Pero todo se resolvió de manera sabia y feliz, uno de los hijos nacidos en Francia se casó con la hija del nuevo dueño, aquella familia que había escapado y que ahora regresaba de Francia era de apellido Bolívar.
Con los años, ya en España, ocuparon cargos públicos y en su momento aquellos Bolívar fueron designados para viajar al nuevo mundo, los primeros Bolívar ocuparon cargos importantes en la isla “La Española,” hoy compartida por Haití y República Dominicana, luego emigraron a Venezuela donde nació el primer Bolívar venezolano, llamado: Juan Vicente Bolívar y Ponte.
Juan Vicente Bolívar llegó a ser uno de los hombres más ricos del continente, y aspiró a un título nobiliario para él y para sus hijos, pero el gobierno español le negó ese deseo porque lo miraban con desconfianza por su amistad con un tal Francisco de Miranda, que hablaba de libertad para nuestras tierras.
Juan Vicente Bolívar nunca alcanzó el título nobiliario, ni tampoco saboreo la independencia de nuestros países, pero tuvo un honor mayor, aunque nunca se pudo enterar de tanta grandeza…
Juan Vicente Bolívar y Ponte, que estaba naciendo un día como hoy, un 15 de octubre de 1726, fue el padre del Libertador Simón Bolívar y aunque no conoció su gloria porque murió antes de que su hijo cumpliera tres años, aquel niño le cumplió su sueño de libertad. (FdeC).
Me pareció pertinente compartir esta información sobre el padre, del padre de la Patria y de su ascendencia ahora que estamos en un periodo donde están convocando a elecciones y la memoria del más insigne venezolano es manipulada y mancillada por mentiras y falsas promesas realizadas en su nombre obviando aquella la última frase de su proclama…
“Mis últimos votos son por la felicidad de la Patria.
¡Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro!”
Maximiliano Pérez Apóstol