Hablar del hijo primogénito es normal. Pero, en la cultura hebrea era distinto, el anhelo de los padres era que su primer hijo fuera varón, por cuanto otorgaba un status muy especial a la familia en la sociedad.. Había en juego innumerables privilegios para el futuro, lo cual provoca tragedias en muchas de ellas. La ambición de la madre e hijo les llevó a engañar, trampear y obviamente a pecar, para obtener la primogenitura y sus beneficios, aun cuando no les correspondía. Pasó en las mejores familias como la de Isaac a quien Dios llamó el hijo de la promesa. ¿Cómo les parece?. Una lección para aprender, por cuanto la ambición tiene como punta de lanza la mentira. Su consecuencia inmediata es la aflicción y la paga final es la muerte eterna.
Acerca del Benjamín por el contrario se habla poco. También lo llaman la maraquita, como en nuestra familia. El nombre se le da al último de los hijos en una familia numerosa. Benjamín es el nombre bíblico del hijo menor de Jacob y Raquel, patriarca de una de las doce tribus de Israel. Viene de la palabra hebrea ben-yamín, que significa “mi mano derecha” o “hijo de la dicha”. Llegó a ser el hijo preferido de Jacob, porque nació durante su vejez con su mujer predilecta. El más pequeño, humilde y obediente quien recibió la mejor de las atenciones paterna, desde entonces se usa el nombre para el último en nacer en una familia.
En la nuestra, donde había una prole de nueve varones y cuatro hembras y un padre y una madre tan centrados en la educación de sus hijos, parecía improbable que existiera un preferido. Un pequeñín sobreprotegido. Un benjamín. Un hijo de la dicha. Ciertamente lo descubrimos después de adultos. Y es propicia la oportunidad para ponderar en vida los atributos que le dan esta condición a mi hermano menor Alonso Américo ya con 65.. Una oportunidad de oro para dar gracias a Dios, a través de este honorable medio, por las bendiciones recibidas por él.
Alonso, el benjamín de la familia Amaro-Gutiérrez, cuando niño nos dio un gran susto al caerse desde lo alto de una mata de mamón cuando apenas tenía 7 años. Las carreras que dio el primogénito, ya graduado de médico y la agonía de nuestros padres, están guardadas en el “disco duro” de nuestro cerebro. Estuvo muy cerca de traer una tragedia prematura a la familia, pero Dios lo preservó. La palabra inspirada dice que cuando una madre se arrodilla delante de nuestro Creador en súplica anhelante y sincera, entonces se abren las ventanas de los cielos y Dios obra con poder. Mi madre sin saberlo tal vez, creyó lo que Dios recomienda en su santa Palabra. “He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad” Jer.33:6. El caso es que ella era una mujer de fe. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.¡” Heb. 11:6. ¡Esa era nuestra madre!.
Alonso desde niño puso empeño en igualar la versatilidad artística de sus hermanos mayores y en un lance personal, a los 8 años, se mandó una pieza de Serenata Guayanesa en una reunión decembrina terminando falto de oxígeno, lo que causó gracia a la concurrencia. Sin embargo, a partir de allí nace en él una causa, quizás inconsciente, que llevará hasta el presente.
¡Hasta la semana que viene Dios mediante por la WEB.
Seguiremos hablando sobre el tema.
William Amaro Gutiérrez
