Tres años luego de sufrir el presbítero doctor Carlos Zubillaga una terrible muerte que no merecía, su estatua de mármol tallada en Italia llega finalmente a la ciudad de Carora en1914, antigua y católica urbe de la que había salido con gran amargura en sus labios delgados y sobrios. La escultura la trajo desde Puerto Cabello la Casa Eduardo Lindheimer y Compañía, de Barquisimeto, tras haberse realizado una colecta popular en donde muchas personas pudientes y humildes se anotaron espontáneamente para honrar la memoria de este extraordinario levita, hermano mayor del Maestro de Juventudes Cecilio Chío Zubillaga, un verdadero adelantado de la Teología de la Liberación, dice Luis Beltrán Guerrero, en estas tierras del semiárido venezolano de principios del siglo XX.
La esquizofrenia, el mal del espíritu que más consistentemente y de manera implacable ataca a los endogámicos patricios caroreños, le hizo ver imaginarios tigres que le acosaban y perseguían hasta las cúpulas duaqueñas de la iglesia de San Juan Bautista de la Perla del Norte. La curvatura de estas barrocas arquitecturas le hace resbalar y caer pesadamente desde una altura considerable. No morirá en el acto, como hubiera sido preferible, sino que su agonía se prolonga por interminables y terribles cinco días en ese pueblo crespense adonde fue extrañado por orden del Obispo.
El Hospicio de San Antonio de Padua -que fue su creación más excelsa y perdurable que realizara junto con el padre Lisímaco Gutiérrez – recibía entonces, y aun en la actualidad, donaciones y limosnas para los “pobres hermanos indigentes” recluidos allí. La hermana superiora hacía tales pedimentos a través de la prensa y para ello se valía del Semanario Labor, órgano periodístico que dirigían el bachiller José Herrera Oropeza, el poeta tocuyano Alcides Lozada y Miguel Ángel González. “El milagroso San Antonio pagará con creses (sic) los beneficios que le hacen a los pobres”, dice la nota periodística. La fe sin obras es una inutilidad que Dios no ve, es firme creencia católica.
En esos días cuaresmales el presbítero Br. Mardoqueo Perera preparaba las solemnidades de Semana Santa, estableciendo un Viacrucis para los hombres los días lunes por la noche en la iglesia a su cargo, el templo de San Juan, y otros oficios de piedad en el Hospicio del Glorioso Taumaturgo. “Habrá plática del inteligente orador sagrado presbítero bachiller Pedro Felipe Montesdeoca”. El Jueves Santo comenzaron las visitas a los Monumentos. La llave del Monumento se le impondrá al General Juan de Jesús Blanco en el Templo de San Juan y en San Dionisio al señor José Herrera Oropeza
Los llamados “pobres vergonzantes”, que eran muchísimos en aquella sociedad pre petrolera, palúdica, sin clases medias y en su mayoría analfabetos, recibían ayudas de una institución llamada La Caridad a Domicilio, adscrita al selecto Club Recreativo Torres de Carora, presidida por el Dr. Lucio Antonio Zubillaga, a la sazón sub director del Colegio Federal Carora hasta su muerte en 1925, y le acompañan el Br. Agustín Oropeza, Julio Mármol Herrera, Br. Rafael Herrera Oropeza, Antonio Nicolás Giménez y Br. Alberto J. Yépez. Esta “honorable Junta Directiva ha hecho colocar alcancías en algunos puntos concurridos de la ciudad para darle mayor impulso a la benéfica institución”, reza el Semanario Labor.
“Por fin, el 26 de abril de 1914, llega a Carora la estatua del Presbítero Doctor Carlos Zubillaga, que se colocará en la Plaza Aguinagalde, frente al Hospicio de San Antonio de Padua, ese hermoso broche de diamante con que cerró las radiantes páginas de su vida aquel varón esclarecido”. El Semanario Labor que, desde su primer número en 1912, participó directamente con cariño y franca sinceridad de aquel hermoso acto de gratitud, se llena de natural orgullo al ver convertido en realidad ese justiciero triunfo de la sanción pública, que constituye intimas satisfacciones para todo el que sienta palpitar un corazón honrado, incapaz de encerrar el calor asfixiante del egoísmo. La Junta Amigos del Padre Carlos Zubillaga, se ocupa activamente en el sentido de mandar a ejecutar a Caracas un artístico pedestal de mármol para bellísimo complemento de la obra”
El mismo día que hizo llegada la estatua del padre Carlos Zubillaga a Carora, fallecía el Sr. Don José Paulino Guerrero, quien a mediados del siglo XIX fue Mayordomo de las Haciendas de las Cofradías del Montón que estaban ubicadas al Oeste de la ciudad en la vía al Lago de Maracaibo. Sus ricas tierras, esclavos y censos fueron traspasados a los herederos de este último Mayordomo, con lo cual la Iglesia Católica caroreña perdió un inmenso patrimonio que no supo o no pudo reclamar, a pesar de que el Arzobispo Silvestre Guevara y Lira se da por enterado de este “enmarañado hilo de cofradías” en Visita Pastoral que hizo a Carora en 1865.
El Padre Carlos Zubillaga y el reverendo Lisímaco Gutiérrez adelantaron entre nosotros una Iglesia Social que buscaba a Dios entre los más pobres y humildes, una magnifica acción orientada por la Encíclica Rerum Novarum del papa León XIII, que fue lanzada al mundo con enorme éxito en 1892. Fue una labor sumamente intensa y breve, pero de una gran significación.
El padre Carlos, al llegar a Carora en 1905, recién ordenado sacerdote, encuentra a un cura, Lisímaco Gutiérrez, ya de 50 años, solo, que ya había dado pasos: funda en 1902 el Hospital San Antonio, una congregación religiosa femenina dedicada a la atención de dicho Hospital, dos periódicos El Pan de San Antonio y El Amigo de los Pobres, y un proyecto cultural en la zona de la capilla de El Calvario y en los caseríos de la Otra Banda. El padre Carlos se incorpora de inmediato a la obra comenzada por el Pbro. Gutiérrez y dota al Hospital del edificio, reconstruye la iglesia de San Dionisio, abre una escuela nocturna para obreros entre 1905 y 1906. Todo esto nos lleva a pensar que por esto el humanista caroreño Luis Beltrán Guerrero dijo que quienes por primera vez y de manera concreta se acercaron a lo que iba a ser la Teología de la Liberación latinoamericana en estos pueblos del interior de Venezuela, fueron estos dos levitas, quienes se identificaron con una Iglesia no tradicional, una Iglesia que se abría a descubrir a Dios en medio de una durísima realidad social.
Breve e intensa labor eclesiástica en lo social, puesto que el Pbro. Carlos fallecerá a los 31 años de edad en 1911 y el padre Lisímaco en 1919. Juan Páez Ávila es del criterio que la muerte prematura del Padre Carlos es lo que impulsa a Chío Zubillaga a enfrentarse a los “godos de Carora”, al latifundismo y a las injusticias de toda laya. Soy de la idea que el verdadero iniciador de la Teología de la Liberación fue Chío Zubillaga, pues fue gran admirador de la Rusia Soviética y que sin embargo no dejó jamás de dudar en la Promesa Bíblica de Salvación.
Luis Eduardo Cortés Riera