#OPINIÓN Del Guaire al Turbio: ¿Apocalipsis? #6Oct

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Y cuando abrió el séptimo sello se hizo un silencio en el cielo de un media hora.
Entonces vi los siete ángeles que están de pie delante de Dios. Les entregaron siete trompetas. Vino otro ángel y se quedó en pie junto al altar con un incensario de oro (…) Tomó el ángel el incensario, lo llenó con las brasas del altar y las arrojó a la tierra. Entonces se produjeron truenos, voces, relámpagos y un gran terremoto. Los siete ángeles que tenían las siete trompetas se prepararon para tocarlas.

(…) Tocó la trompeta el primero. Entonces hubo granizo y fuego mezclados con sangre, que fueron arrojados a la tierra: se abrazó la tercera parte de la tierra (…)
Tocó la trompeta el segundo ángel. Entonces fue arrojado al mar algo como un gran monte que ardía en llamas; y se convirtió en sangre la tercera parte del mar (…)
Tocó la trompeta el tercer ángel. Entonces cayó del cielo una gran estrella que ardía como una antorcha, y alcanzó un tercio de los ríos y las fuentes de agua (…)
Tocó la trompeta el cuarto ángel. Entonces fue herida una tercera parte del sol, una tercera parte de la luna y una tercera parte de las estrellas (…)

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Tocó la trompeta el quinto ángel. Entonces vi un estrella del cielo caída en la tierra y se le dio la llave de pozo del abismo (…) subió del pozo una humareda (…) Se oscurecieron el sol y el aire (…) saltaron a la tierra langostas a las que se le dio poder como el que tienen los escorpiones (…) En aquellos días los hombres buscarán la muerte y no la encontrarán (…)

Los demás hombres, los que no murieron de estas plagas, ni se arrepintieron de las obras de sus manos (…) tampoco se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus robos.

(San Juan, apóstol, Apocalipsis, extracto de los capítulos 8 y 9).

En esta cita apocalíptica el subrayado es mío. Quiero destacar que esa hora tremenda profetizada por san Juan hace más de 20 siglos, aunque ignoramos cuándo vendrá, parece que comenzamos a vivirla. En estos últimos tiempos que corren los siete ángeles lanzaron sus siete plagas: sida (1), fundamentalismo islámico (2), trágicas emigraciones (3), catástrofes naturales (4), trata, discriminación y cacería de personas (5), calentamiento global (6) y coronavirus (7). Podríamos agregar otras, llegar a las diez plagas de Egipto.

Y los hombres siguen asesinando en el vientre materno, propiciando la eutanasia, aferrados a supersticiones malignas, fornicando, robando, legislando y aprobando aberraciones. La humanidad ni oye ni ve, no se arrepiente. En México despenalizaron el aborto un día reciente y por la noche del mismo tuvieron un terremoto. En España, abocada a una descristianización iniciada por el gobierno, se debate entre tremendas inundaciones y la erupción del volcán de La Palma. La visión de la lava avanzando y la imposibilidad de desviarla, es francamente apocalíptica. La escena casi la vemos en los párrafos con que inicio este artículo.

Sigamos metidos en los textos bíblicos para encontrar una respuesta de esperanza. Podemos decir con Asaf:
¡Dios mío! No estés callado, no guardes silencio, no te quedes quieto, ¡Dios mío!

Que tus enemigos se agitan y los que te odian alzan la cabeza. Traman planes contra tu pueblo, conspiran contra tus protegidos.
(Salmo 83 [VG 82], 2-4)

Y con David:

Bendice alma mía al Señor,
y todo mi ser a su Nombre santo.
Bendice, alma mía, al Señor,
no olvides ninguno de sus beneficios.

Él es quien perdona tu culpas, quien sana tus enfermedades, Quien rescata tu vida de la fosa, quien te corona de misericordia y compasión. Quien sacia de bienes tu existencia: como el águila se renovará tu juventud.
(Salmo 103 [Vg 102], 1-5)

Aquellos hombres de hace tantos siglos confiaban y esperaban en Dios, ¿por qué nosotros no seguimos su ejemplo? Siempre ha habido épocas terribles, ésta actual quizás no sea tan diferente a otras, pero los medios de comunicación nos acercan y nos lo agrandan todo. Sin embargo, Dios es el mismo, digámosle otra vez con David:

… la misericordia el Señor dura desde siempre y para siempre con los que le temen (…) Bendecid al Señor todas sus obras, en todos los lugares de su imperio. ¡Bendice, alma mía, al Señor!
(Idem, 17 y 22)

Alicia Álamo Bartolomé

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