#OPINIÓN Marc Ferro: Cine y “contra historia” #4Oct

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Un viejo documento audiovisual hizo cambiar radicalmente al historiador francés Marc Ferro de opinión y de esta manera crear su gran contribución al análisis histórico, lo que él llamó “contrahistoria”. Sucedió que vio un pretérito filme de 11 de noviembre de 1918 en donde los alemanes festejaban con gran regocijo la victoria germana en la Gran Guerra. Había, pensó entonces este integrante de la Escuela de Anales, otra manera de interpretar los hechos históricos, y que las imágenes podían convertirse en documentos dignos de ser tomados en cuenta por los historiadores de la misma manera que las fuentes escritas, un salto del papel al celuloide, una tarea que no le resulta fácil.

La “contra historia” se afinca en la idea de que hay diferentes miradas o historias paralelas. La Revolución rusa de 1917, por ejemplo, no fue una revolución hecha por los obreros, como sostenían los gastados manuales de historia de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética. El músculo principal y decisivo de ese formidable hecho histórico de Octubre de 1917 fueron los soldados, campesinos y mujeres, asienta Ferro. La “Nomenklatura” gobernante tildó estas opiniones de Ferro de “basura”, pero luego le dieron la razón. La misma persona que escribió aquella ofensa fue la que lo condecoró años después, “porque mis trabajos le habían abierto los ojos respecto de la manera de hacer historia, en el sentido de que esta puede ser aprehendida de maneras múltiples.”

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Pero en el interior de la Escuela de Anales había la misma desconfianza hacia el cine como documento histórico, una como herencia no notada del positivismo del siglo XIX. Hablar de cine en la universidad era una muerte asegurada. El mismo Fernand Braudel, director de Anales tras la muerte de Lucien Febvre en 1955, le dijo en una ocasión a Ferro: “Haz tu tesis doctoral y no hables de cine”. A pesar de ello comenzó a gestarse la corriente cine-historia desde el año 1968, cuando presenta Ferro su película El año 17 con gran éxito. Cuando terminó el film, el público se levantó aplaudiendo, pues era primera vez que veían a Lenin, Trotsky y Stalin moviéndose y haciendo gestos. Había comenzado Ferro a vencer el viejo tabú de que solo con documentos escritos se construye la historia, una pesada herencia del positivismo historiográfico francés.

Esa “contra historia ”le ha permitido a Ferro desmentir mitos que hasta ahora se creían ciertos. Uno de ellos es el del Acorazado Pomtekin y el de la Escalera de Odessa, sucesos históricos que jamás sucedieron realmente y que fueron una creación, un invento del cineasta soviético Serguéi Einsenstein (1898-1948). Eso se debe a que la obra estética, dice Ferro, tiene más perdurabilidad que la obra histórica. La leyenda del Acorazado Potemkin ha “cogido” el lugar de la historia del Potemkin. Es que la principal manera de mirar es ideológica, política. Y es esa mirada la que manda a la otra mirada. Este cineasta crea la edición fílmica para manipular las emociones de los espectadores y lo logra magistralmente, a tal punto que logra presentarnos a Iván Newsky, otro film suyo, como un líder laico cuando en verdad lo era de carácter religioso. Descubrir la ideología de un film es un ejercicio histórico.

La cultura audiovisual, un nuevo barroquismo, está dominando ampliamente en el siglo XXI. Muchos países de África negra, el Congo, Zimbawe, Tanzania, Etiopía, están formados cultural y políticamente por imágenes, es el sistema de imágenes en que se forma el pensamiento. Pero es un fenómeno que no se queda en África subsahariana, pues en América del Norte se hace 50 veces más uso audiovisual que de la lectura de libros. De tal manera que existe un foso abismal entre los que nos formamos en la cultura del libro y los que han creado su imagen del mundo desde la televisión, el cine, y ahora con los teléfonos inteligentes, una alarma preocupante que ha lanzado al mundo el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa y que debe ser oída por nosotros, los educadores del tercer milenio.

El cine y la televisión han creado un gran resentimiento global entre los pueblos pobres del planeta cuando ven la prosperidad y el lujo en Europa y los Estados Unidos, mientras ellos sufren, dice este experto en la Revolución Rusa y la Primera Guerra Mundial. Es por ello que los atacantes suicidas en Francia proceden del Magreb norafricano, un hecho que pocos quieren ver. Es el islam humillado por la civilización occidental, es todo un mundo que dominaba el planeta, el que ahora quiere vengarse. El resentimiento, agrega Ferro, es una fuerza más poderosa que la lucha de clases, contradiciendo al mismísimo Karl Marx, porque la lucha de clases existió solo cuando hubo clases sociales. En cambio, en todas las sociedades ha habido gente humillada que se ha querido vengar. La pasión y no la razón es la que ha hecho avanzar a la historia. Cuando Osama Bin Laden cometió los atentados de New York el 11 de septiembre de 2001 dijo que era tiempo de vengarse de la expulsión de los árabes de España en 1492.Isabel y Fernando, los reyes católicos están de esta manera involucrados en este atentado que cumplirá en breve 20 años de realizado con una gran precisión, que costó la vida a más de 3.000 personas en las Torres Gemelas de New York y el Pentágono.

Las sociedades de Occidente, ya sea por orgullo o por el peso de una ideología, se niegan a ver la realidad y han fallado en prever, según Ferro, hechos como el atentado a las Torres Gemelas, la caída del Muro de Berlín en 1989 o la crisis financiera de 2008. Estas son unas ideas que se dan la mano con las del antropólogo comparatista británico Jack Goody, autor del mundialmente conocido ensayo El robo de la historia, editado en 2006 y del cual hemos realizado nosotros un ensayo hace poco. La arrogancia de Europa le ha impedido reconocer los enormes aportes de China al mundo: la brújula, el papel, la imprenta y la pólvora. Sin ellos no hubiese sido posible la modernidad ni el Descubrimiento de América.

En castellano o español se encuentran varios títulos esenciales de Marc Ferro, que muy poco conocemos en Venezuela, entre los que se cuentan El cine. Una visión de la historia (Akal), La Gran Guerra: 1914- 1918 (Alianza Editorial), Cómo se cuenta la historia a los niños del mundo entero (Fondo de Cultura Económica de México), El conflicto del Islam (Cátedra), El resentimiento en la historia: comprender nuestra época (Cátedra), El libro negro del colonialismo (La Esfera de los Libros) y La colonización: una historia global (Siglo XX): 50 ideas que revolucionaron el mundo: Diccionario del glasnot; La verdad sobre la tragedia de los Romanov (2012), Los tabúes de la historia (2002), Nicolás II, (1990).

Este eminente historiador, de ideas progresistas, amigo del llamado Tercer Mundo, que formó parte de la Escuela de Anales que fundaran Marc Bloch y Lucien Febvre en 1929, había nacido en 1923 en París y fallece el pasado 21, mes de abril de 2021. Se había declarado socialista y muere por una complicación derivada del Covid19 a la provecta edad de 98 años. Recibió numerosas distinciones en Francia: Caballero de la Legión de Honor, Oficial de la Orden Nacional del Mérito, Caballero de la Orden de las Artes y las Letras; fue Doctor Honoris Causa de las Universidades Michel de Montaigne, de Moscú y de Chile. Con Pierre Nora forma parte de la asociación Libertad para la Historia, que se opone a las leyes que afectan a historiadores y pensadores en Francia. De su precioso legado aprendimos que el cine da testimonio de las sociedades lo mismo que las fuentes tradicionales escritas, una perspectiva de análisis histórico de la que estamos hogaño ayunos en la patria de Simón Bolívar.

Luis Eduardo Cortés Riera

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