La Cámara Inmobiliaria Venezolana estimó que durante la pandemia el precio de los alquileres ha aumentado en 9% y prevé que la cifra aumente a 25% para finales de 2021. Cada vez más se vuelve más difícil para el venezolano promedio tener un buen sueldo para vivir solo.
En Venezuela, al igual que en toda América Latina —en donde 54 millones de familias sufren algún tipo de carencia habitacional—, la falta de vivienda es un problema al que se le viene haciendo frente desde hace años. Impulsar el alquiler dentro del mercado inmobiliario ha sido una de las propuestas que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha promovido para solucionarlo, sin tener éxito. Al menos no en el país.
La caída del poder adquisitivo, la desaparición de los créditos hipotecarios y la escasa o nula construcción de casas han imposibilitado la materialización del sueño de muchos venezolanos: independizarse. Les resulta difícil tanto rentar una habitación, apartamento o casa, como adquirir una vivienda propia con título.
En las últimas décadas el alquiler ha disminuido en Venezuela. Pasó de un 17,5% en 1990 a un 7,6% en 2010, según reseñó el estudio «Alquiler en números: la tenencia de vivienda en América Latina y El Caribe», publicado en 2015. Para Andrés Blanco, especialista en Desarrollo Urbano y Vivienda en el BID, «en algunos países de nuestra región, la tendencia a alquilar aumenta con los ingresos de los hogares y en otros está concentrada en los segmentos medios».
En la nación, entre 2005 y 2019, la pobreza multidimensional pasó de 10,7% a 79,35%, ubicándose la pobreza asociada a la vivienda en un 8% en el último año. Durante 2020, según reseñó la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, el aumento de ese indicador se debió al empeoramiento del empleo y al deterioro de los ingresos, que disminuyeron con la llegada de la pandemia en 43% de los hogares.
Gabriela Mandonca se mudó a una pieza en agosto de 2020, cinco meses después de iniciada la cuarentena en el país. Vivía en Guatire y trabajaba en Caracas, por lo que desplazarse desde el hogar de sus padres hacia su oficina se hacía cuesta arriba. Cuando logró hacerlo, «fue por un golpe de suerte», pues para ese entonces —e incluso actualmente— pedían hasta siete meses de depósito, lo cual ahora aumenta hasta 1.000 dólares el capital inicial que debe tenerse para vivir solo.
Encontró una habitación el Campo Claro, cerca de la estación de metro Los Dos Caminos, y dice que panadería, abastos y demás comercios le quedan muy cerca. La mensualidad fue de 50 dólares hasta febrero de 2021. Desde marzo empezaron a hacer aumentos a la renta, que ya alcanza los 80 dólares (60%).
«Mi sueldo era de 150 dólares, podía llegar a los 200 dólares con las comisiones de las ventas», comenta. Al menos 150 gastaba en alquiler y comida y el resto le alcanzaba para darse uno que otro gusto nada ostentoso. Su testimonio da músculo a las cifras presentadas por la Cámara Inmobiliaria Venezolana, que estimó que durante la pandemia el precio de los alquileres ha aumentado en 9% y prevé que la cifra suba a 25% para finales de año.
Pero el caso de Mandoca es poco común. Es una joven profesional que encaja en el perfil del BID de los arrendatarios venezolanos («en promedio más jóvenes y de ingreso medio. Del grupo de edad de 15-39 años»), y cuyos ingresos están muy por encima de los del venezolano promedio.
En el país un empleado gana alrededor de 55,5 dólares mensuales, una cifra que puede variar dependiendo de si labora en el sector privado o público, que pagan cerca de 70,1 dólares y 4,7 dólares respectivamente, según el Índice de Remuneraciones del Trabajador Venezolano del Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF).
Eso se traduce en que, un caraqueño debe pagar hasta dos veces su sueldo para mudarse solo a un apartamento amueblado de aproximadamente 40 metros cuadrados —con cocina, sala, una habitación, un baño y servicios de TV por cable, telefonía, agua e internet incluidos—, pues la renta por este tipo de inmueble oscila entre 150$ —hacia el oeste de Caracas, en zonas como Altagracia o la avenida Andrés Bello— y 500$ —hacia zonas como Chacaíto, Chacao, Altamira, La California.
Mudarse no es solo renta
Pero para mudarse no solo se necesita pagar una renta. También, en ocasiones, cuando se alquila un piso sin muebles, como lo hizo Josefina Lara, hay que contemplar inversiones por concepto de compras de cocina, nevera y lavadora, que son los electrodomésticos que no tiene y considera son los más esenciales para poder dar el paso final.
«Yo vivo en Petare, en la casa de la abuela de mi hijo. Pero estoy pagando el alquiler de una habitación en otra casa desde febrero, que me sale en 20 dólares mensuales la reserva. Y está bien el precio, porque viviría prácticamente sola. Hay dos cuartos, uno es mío y el otro de una señora que lo usa como depósito. Es más, yo ya tengo algunas cositas guardadas ahí, pero no me he ido porque hay que llevar cocina, nevera y lavadora y yo no tengo cómo comprar esos corotos», cuenta la caraqueña de 28 años.
Tomando como referencia lo que cuestan esos últimos tres artefactos en tiendas de cobertura nacional como Daka o Da+Co, la señora Lara, cuyo sueldo llega a 120 dólares, debería reunir 916 dólares para poder comprar lo que necesita, pues los precios de una lavadora o cocina son considerablemente altos en relación a sus ingresos.
Respecto a lo que serían las facturas por servicios —que según el OVF llegan a 25 dólares—, dice que representan gran parte de su salario, pues «en mi barrio, El Nazareno, la bombona de gas cuesta 800.000 bolívares. No te van a quitar un brazo por eso, pero con el internet sí. Tengo un plan de 12 dólares, y por luz y agua como 300.000. Estiro esa plata, no sé cómo hago, pero lo logro. Es difícil ser madre soltera, que el padre no aporte y, además, independizarte».
A precio de gallina flaca por resguardo
Aquiles Martini, presidente de la Comisión de Infraestructura, Vivienda y Hábitat de Fedecámaras, dijo a TalCual que actualmente existe una mayor demanda por apartamentos en alquileres, consecuencia de la falta de construcción de viviendas, que según Nicolás Maduro ha aumentado y en 2020 se construyeron 418.000, es decir 1,145 por día, en un año marcado por la contracción económica global.
Pero también el miedo a la invasión de propiedades vacías, tras la migración de sus dueños, ha generado mayores y mejores ofertas dentro del mercado secundario.
María Montilla, cuyo nombre fue cambiado por motivos de seguridad, tiene un piso en alquiler en El Cementerio, en Caracas. Se vio forzada a rentarlo cuando empezaron a incrementarse los casos de invasiones a viviendas «abandonadas», cuyos dueños estaban en el extranjero. Por ello decidió alquilarlo a una persona de confianza.
El lugar lo entregó amoblado, con un baño, dos cuartos, sala, cocina y comedor. Todo por 60 dólares —tres veces menos del precio promedio por un apartamento entero— aun cuando sabe que, incluso por no estar ubicado en una buena zona, es «una ganga». Eso sí, «mi inquilina sabe que en cuanto encuentre un comprador, debe salir lo más pronto del lugar. Aunque ya tengo dos años esperando y nada», comenta.
A Lucía Martínez le ocurrió algo similar, solo que desde el terreno de arrendataria. Vivía con su esposo y su hijo en casa de sus padres. Veía imposible mudarse sola y hacer su vida familiar con más privacidad, hasta que un día su tía, que también se fue del país, le ofreció su apartamento para que se lo cuidara «sin pagar nada». Le pidió que firmara un contrato para evitar conflictos a futuro y le dio las llaves de su casa.
Dice que se ahorra los 300 dólares que cuesta el alquiler de un apartamento de la zona en la que vive, pero igual llega a fin de mes con la soga al cuello, pues en comida se le va todo su sueldo y el de su esposo, que fue recortado a mediados de la pandemia para evitar que fuese despedido de la empresa en la que trabaja.
«Los gastos que compartíamos entre dos personas pasé a asumirlos solo yo. Quedamos apretados porque hay que pagar todos los servicios, el condominio, que son 10 dólares, la comida y otros gastos fijos que tenemos con la escuela del niño (…) Yo llevaba muchos años buscando un apartamento pequeño, tipo estudio, y era algo que no podía costear y ahora tampoco. Para marzo del año pasado ninguno bajaba de 300 dólares y una habitación estaba como en 150 dólares. Sin mi tía, no me hubiese podido mudar sola», explica.
Según el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), en agosto, la canasta básica de alimentos, que alcanza para una familia de cuatro a cinco miembros, costó 1.251.721.401 bolívares, o 305,09 dólares al cambio, cifra que supone un aumento de 38% respecto al precio que tenía en agosto de 2020. En ese mes, los alimentos y bebidas no alcohólicas registraron alza de precios de 9,7%.
Para más Información: Tal Cual