¿Qué se entiende por trabajo político? Depende de la concepción que cada activista tenga del compromiso más noble de cualquier forma de trabajo; “servicio” de calidad en sus tres dimensiones, *útil” para el progreso global, útil para el grupo o comunidad de la que formas parte y por ende, útil para quien lo realiza, entendiendo por utilidad un paso de progreso, una fase de evolución, una mejoría de la eficiencia, un avance institucional que se consolida, un ahorro horas hombre y costos presupuestarios en el gerenciamiento de un proceso o la construcción de una obra. En cualquier caso, un elemento de calidad no programado o planificado, logrado por la fidelidad al compromiso, la concentración en el trabajo y la dedicación a observar y realizar cada detalle de las tareas de un proceso con espíritu de superación, y pleno respeto a los protocolos y normas de seguridad.
En resumen y según la concepción de grandes maestros en la ejecución de trabajos y tareas de la más alta calidad en cualquier orden o categoría de realización: Científica, industrial, artística, artesanal:
“La maestría no es más que dedicación y atención máxima al detalle”.
Cómo ingresar a esa esfera del trabajo político de calidad, el trabajo de servir al bien público con eficacia, eficiencia y a tiempo, con diligencia y sin discriminaciones de ningún orden o calificación.
En primer lugar destacar y enfatizar el concepto de servicio real, único epicentro válido alrededor del que debe girar el trabajo del servidor público, activista o no de una organización política del género partidista.
Pero- cuál es la realidad frente a la utópica definición de los párrafos anteriores?. La única verdad, auténtica y operante es que un 60% más o menos de los aspirantes a cargos públicos elegibles, habla, o mejor, perora en forma medianamente intelegible y desarticulada acerca del servicio público, la deformación conceptual que sufre, generada por una educación deficiente, desequilibrada, piratesca en algunas materias básicas e incluso deformada en su ámbito instruccional por dudosos intereses ideológicos, defendidos estomacalmente, le impide una real comprensión de la nobleza del servicio público concebido en el marco de su grandeza y dignidad, para dar paso a la regencia del enlodado paradigma de “trabajo político” como epítome de las marramuncias y componendas que culminan en la olla podrida montada al contrincante del partido opositor y la basura podrida escondida bajo la brillante alfombra de la palabra hueca y altisonante de los hijos de la patria REOUUSIONARIA luchando contra el enemigo interno pagado por el imperio, bla, bla bla…
Y el opositor insultado y vilipendiado al que se le endilgan parte de sus malas prácticas de gobernante cunado estuvo al frente del coroto –no hay sol sin manchas- pero hábilmente multiplicadas por diez y hasta por cientos, lo que resta credibilidad a las acusaciones, promete una conducta impoluta cuando vuelva al frente y jura por un diálogo respetuoso y constructivo con las contrapartes ideológicas “porque el país no tiene ni tolera dueños. Es de todos y unidos en un solo corazón debemos trabajar para resolver los grandes problemas que afectan a nuestro amado pueblo”…
Palabras pronunciadas con el tono campanudo de los mitines de barrio, o con la sobriedad y el rostro adusto de la verdad reflejado en la mirada franca compuesta para las declaraciones frente a una comisión internacional de los derechos humanos o el reportero ancla de un noticiero de prestigio universal; o sazonada de todos los ajos habidos y por haber en la información al círculo privado de lo que será la línea declaratoria del régimen, comenzando por el blandengue “tú a mí no me j—orobas la paciencia, hijo’e la gran Bretaña…
En fin, que no es lo mismo que la popular barbarie de “a la final” termina, cuando le toca el turno, a comportarse igual o peor que su antagonista.
Y vuelta a la noria, el gatopardismo de cambiar todo, para que otra vez todo siga igual.
No, no y cien veces la negativa a pensar y creer que seguiremos igual. O se imponen las leyes de Murphy para empeorar lo que ha estado mal y terminamos de “Somalizar” al país, para lo que falta apenas el breve empujón de un nuevo cono monetario, o de una buena vez imitar a los franceses.
Qué hicieron en Francia?
Se lo plantearé amigo lector con otra pregunta, cuya propiedad como su respuesta le parecerán la más loca ocurrencia del gavetero, aunque el honor no es mío. Prepárese.
Sabe usted porque los franceses producen buenos quesos?
La respuesta es sorprendente, pero real y verdadera. Producen “buenos quesos”, porque LEEN A VOLTAIRE Y A DIDEROT. ¡!!. Sí señor.
—No entiendo ni jota, que tiene que ver…Me comentó, sorprendido, una de las personas más inteligentes y agudas de pensamiento que he conocido.
Bien, le explico amigo. El francés medio, aquel que es operario en la fábrica, funcionario o supervisor en líneas de enlace productivo, que no obstante vivir en un país extraordinario, que no es del primer mundo sino OTRO MUNDO, se queja de su gobierno y exige calidad y protesta consecuente con su mejor criterio del respeto y consideración que el Estado demás o menos debe a la ciudadanía, protesta y exige, repito, porque no acepta , ni puede tolerar mediocridad ni estupideces de sus gobernantes. Y al exigir lo hace con propiedad porque piensa, sabe hacerlo, conoce la diferencia entre dudar y pensar- Recibió desde su niñez una EDUCACIÓN DE ALTA CALIDAD, por eso leyò y asimiló a Voltaire y a Diderot. A simple vista detecta la diferencia entre un acabado de calidad y una mediocridad, una “chapuza” como dirían en la madre patria, o un trabajo chimbo. Gracias a una estructura instruccional de primera clase que generó una educación de élite rechaza como San Miguel al diablo, el trabajo mal hecho, desmañado, el déjalo así. Está convencido como lo han estado todos los grandes hombres que en diversas disciplinas de la actividad humana ha dado su país, que la clave del éxito es la preparación.
Intentemos alcanzar pronto esos niveles. Instruir, preparar, educar al más alto nivel. Nos sobran pensadores, filósofos y poetas a los que leer, releer y asimilar, y pese a todo, la esperanza sigue viva, todavía producimos chocolates y rones de altísima calidad. Podemos extender ese nivel a una mayor gama de productos, en particular si los activistas políticos recuerdan que el verdadero trabajo político es el SERVICIO y no las marramuncias, corruptelas, malas mañas y trapisondas de costumbre.
Pedro J. Lozada