Por los tiempos de la colonización, la Santísima Virgen María buscó a un Cacique indio, llamado Coromoto, para auxiliar a la Primera Evangelización en Venezuela. En México se buscó a Juan Diego. Y en este Tercer Milenio, la Virgen sigue buscando a los «Coromotos».
Esos somos aquéllos que, como el indio Coromoto, podemos ser rebeldes a los llamados de Dios Nuestro Señor, de la Santísima Virgen María y de la Iglesia. Y es así… La historia de rebeldía del indio Coromoto puede que se asemeje bastante a nuestra historia personal.
Ante las exigencias de Dios para nuestra vida ¿no solemos preferir nuestro “propio” criterio y descartar los criterios de Dios? ¿No es frecuente que rechacemos el Plan de Dios y que prefiramos nuestro propio plan, porque así somos “libres”? Y no nos damos cuenta que ese deseo de ser libres es en realidad una manera de desviarnos del camino que lleva a Dios.
Recordemos que estamos en esta vida de paso para llegar a otra Vida donde está nuestro verdadero hogar: ese lugar que nuestro Padre Dios nos tiene preparado desde toda la eternidad. Pero ¡con qué frecuencia olvidamos esto! ¡Con qué frecuencia actuamos como el Cacique Coromoto y nos vamos por otros caminos, porque no queremos hacer lo que Dios nos pide!
Así, tratamos de «matar» a Dios en nuestra vida, como trató de matar Coromoto a la Virgen, que se le volvía a aparecer cuando él deseaba persistir en su rebeldía. A veces hasta llegamos a negar la existencia de Dios… porque no nos conviene que exista. Luchamos contra Él, como luchó Coromoto contra la linda Señora, para que no nos moleste, para que no interfiera en los planes que nos hemos hecho nosotros mismos, olvidándonos que Él es nuestro Padre y Creador, dueño de nuestra existencia. Terminamos por olvidarnos de Él para poder llevar nuestra «propia» vida, según nuestro “propio” criterio, es decir, una vida que no toma en cuenta la Voluntad de Dios.
Coromoto persistió en su rebeldía hasta el momento mismo de su muerte, cuando huyendo de lo que Dios le pedía a través de la Virgen, sufrió la picadura mortal de una serpiente a orilla de un río. Sólo así solicitó el Bautismo -por cierto, a gritos. Y tuvo la gran gracia de que en ese momento pasara por allí un laico que sabía cómo bautizar a un moribundo… ¡Así se salvó! Y nosotros… ¿vamos a esperar el momento de la muerte para reaccionar, para responder al llamado de Dios nuestro Señor?
Dios quiere estar presente en nuestras vidas. Nos ha enviado y nos envía a la Santísima Virgen María, Su Madre -y Madre nuestra también- para que nos lleve a Él. Ella, afanosa, busca a todos los «Coromotos» para llevarnos a su Hijo, para guiarnos por el Camino que lleva al Cielo. ¿Vamos a seguir siendo rebeldes?
Más información sobre Coromoto y la Virgen en
www.homilia.org
Isabel Vidal de Tenreiro