En estos momentos la oposición democrática venezolana analiza el cómo asumir la participación en las elecciones del 21 de noviembre. Ya las cartas están sobre la mesa y solo esperamos que quien comanda la oposición, Juan Guaidó, de por cumplidas las condiciones para considerar estas elecciones como libres y democráticas. En esa eventualidad toca actuar de manera unitaria para alcanzar los triunfos electorales necesarios que nos permitan construir bases institucionales operativas para avanzar en la ruta que nos lleve al rescate de la Democracia, lo cual será cuando desplacemos a la nomenclatura comunista del Poder Nacional.
Si así se decidiere por mandato de la Unidad Superior en el sentido de concurrir al tenebroso pero necesario tránsito electoral que se avecina en noviembre comandado por el también lóbrego Consejo Nacional Electoral, semejante a una montaña rusa que nos atemoriza por las sorpresas que nos tiene reservadas, pero que si llegamos con bien al final gozamos de haberlas pasado, debemos prepararnos para este contingente ejercicio, pues es probable que se produzca.
En tal caso volveremos a la senda constitucional que en su artículo 5 ordena que la soberanía reside en el pueblo que la ejerce mediante el sufragio, por lo que de esta emana el poder de los órganos del Estado que están sometidos a ella. Es la cara decente de un mandato democrático cuyo execrable reverso es el régimen tiránico que actualmente soportamos basado en un mandato arbitrario cuya sustentación se encuentra fundada en la fuerza y en la violencia. Sirva pues este proceso eleccionario si así lo permite la Unidad Superior, no para que agentes de la oposición consigan mandatos públicos para su regodeo o para ofrecer demagógicamente lo que no podrán lograr si continúa el régimen usurpador, sino para ser actores que socaven las bases de ese mismo mando inicuo, mal de todas las tragedias de nuestro amado y desdichado país.
Dentro de lo planteado vale perfectamente el recurso de acudir a elecciones regionales y municipales, en evidente desventaja legal y en inferioridad abismal de condiciones logísticas. No obstante, contamos con el coraje ciudadano suficiente para obtener una victoria significativa que nos dé un impulso importante hacia adelante.
Ahora bien, alcanzadas las candidaturas unitarias queda construir un mensaje creíble y coherente respecto a los propósitos esenciales de nuestra participación. Ofrecer lo que no se puede cumplir es inviable y por supuesto inmoral. Es además inútil porque el pueblo sabe perfectamente que el país está arruinado y por el hecho de que la oposición gane gobernaciones y alcaldías no aparecerá el dinero como por arte de magia. Toca de esta manera ofrecer lo único que podemos cumplir, estar al frente de una lucha ciudadana que permita en el mediano plazo, con elecciones presidenciales libres y transparentes, la restitución plena de la vigencia de nuestra Constitución, donde se consagran los derechos políticos, económicos y sociales del venezolano.
Para triunfar en los escenarios actuales tenemos que ubicar el origen de los males que configuran nuestro presente y así podemos descubrir con dolor que todo este desmadre comunista tiene vinculación con las falsas ilusiones que durante el periodo democrático alimentaron un populismo que se montó sobre la idea de que éramos un país inmensamente rico y que la tarea política era repartir esta riqueza entre los pobres. Con esta forma de pensar se hicieron leyes, se organizaron partidos, florecieron sindicatos y al unísono toda la sociedad se enfiló a presionar al Estado para que satisficiera sus particulares necesidades. Esto tiene que estar presente en nuestra conciencia a la hora de estructurar los mensajes para las próximas elecciones, si estas reciben es asentimiento de la Unidad Superior, sin hacernos un hara kiri pero si con el compromiso de no repetir errores del pasado, ofreciendo lo que no se puede cumplir.
Recordemos que bajo los criterios populistas se aprobaron leyes sin calcular sus costos, se firmaron contratos sin establecer su fuente de financiamiento, se otorgaron créditos a cargo de una deuda pública impagable y progresivamente fuimos alimentando el monstruo de esa ilusión de riqueza infinita que pensábamos protegería a nuestro país de manera infinita. No podemos bajo ningún concepto crear nuevamente falsas ilusiones, porque cuando se quiso aplicar correctivos mediante planes económicos de austeridad todo el país saltó en defensa de esa ilusión de riqueza y en su reclamo contra la disciplina económica sucumbió ante el canto de sirena de un soldado de fortuna que inicio con total éxito nuestro viaje al infierno. Hagamos memoria
Ubicados ante esta retrospectiva nos toca orientar el rescate de la Democracia cortando la maleza para que prevalezca el trigo. Nos toca reconstruir al país tomando como valores axiales el trabajo, el ahorro, el esfuerzo, la austeridad y la disciplina, para enaltecer la potencialidad humana como autentica riqueza de las naciones. Para ello necesitaremos leyes que atiendan y se enfoquen a promover estos paradigmas, organizaciones políticas dentro de las cuales sus líderes obtengan y mantengan su autoridad por sus capacidades y no por sus habilidades como malabaristas de ilusiones, en el entendido que la política de ahora en adelante no será intermediación de favores que pueda recibir el ciudadano del Estado, sino promoción de soluciones colectivas que permitan levantar de sus cenizas a un Estado que se consumió en el fuego del populismo extremo. Sobre estas verdades es que nos toca elaborar los mensajes electorales que alumbren la ruta hacia la reconquista del Poder. Así de sencillo.
Jorge Rosell y Jorge Euclides Ramírez